Pandemia global y el regalo de la naturaleza

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Por JOSÉ MARÍA F. AMENEIRO

En 2015 se cumplió por todo lo alto en la Royal Navy británica el tercer centenario del nacimiento de James Lind. Se le recordaba como el hombre que ayudó a conquistar la cura de una enfermedad devastadora, el escorbuto, que diezmaba las tripulaciones de los barcos de su majestad. De hecho, los experimentos con cítricos a bordo de un buque naval, el HMS Salisbury, en 1747 constituyen los primeros ensayos clínicos reportados de la historia de la medicina. En ello, el galeno escocés demostró como las naranjas y limones -la vitamina C, en definitiva- podían curar el escorbuto. Una expedición británica en el Océano Pacífico en la década de 1740 perdió a 1.300 hombres de 2.000 que partieron de la metrópoli por dicha dolencia.

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Una nueva pandemia afecta la Tierra, una enfermedad viral, la Covid 19, que no deja rincón del orbe sin abatir. Las mayores compañías farmacéuticas y los gobiernos de más de 200 naciones se aprestan a combatirla uniendo esfuerzos por desarrollar una vacuna que nos libre del mal, una vacuna que, si se sigue la historia del desarrollo de las mismas, debe demorarse durante muchos años y que, incluso, no garantizará su prevención. Pero hay un grupo de humanos a los cuales no les afecta dicha enfermedad y que no deben siquiera prevenirla, los bebés, en teoría los seres más indefensos y débiles, a los que afectaría muchísimo más que a un adulto un simple cigarrillo o el humo de una fábrica, son titanes ante el corona virus. Y la razón de este potente escudo defensor de los más pequeños, de los que aún no saben más que balbucear palabras y gatean, está en una proteína, la lactoferrina, que la Universidad de Ann Arbor, en Michigan, calificó con la sustancia natural con un mayor poder de mejorar el sistema inmunológico humano tras un exhaustivo estudio en el que se comparaba esta proteína con más de 1.400 sustancias naturales y salía como la clara vencedora.

Pero, ¿dónde se encuentra la lactoferrina y por qué es tan accesible a los pequeños infantes? La respuesta la tiene la madre naturaleza que se adelantó a todos nosotros. La lactoferrina se encuentra en enormes cantidades en el calostro y la leche materna, que los bebés succionan desde el alumbramiento y que les protege de virus, bacterias y microbios. Así, desde 1939 en que se reportó su existencia y en los años sesenta del paso siglo donde ya se pudo sintetizar en cantidades apreciables de leche de origen bovino, se lleva añadiendo a las leches de inicio y crecimiento para aquellos bebés que no pueden ser alimentados por la lactancia natural de sus madres. La lactoferrina, pues, se convierte en ese escudo invisible que hace que los niños nos vean como marcianos con mascarilla desde sus cochecitos.

A un médico español, Gabriel Serrano, se le ocurrió, en el pasado mes de diciembre de 2019, tras comprobar en China los efectos de la pandemia, que esta proteína multifuncional podría solventar la barrera de protección necesaria para combatir la Covid 19, después de observar sus beneficiosos efectos en su hija Cecilia, con parálisis cerebral, quince años antes. Para ello, y en aras de ganar mayor eficacia, en un proceso único en el mundo, encapsuló con nanotecnología en un liposoma hidrosoluble la lactoferrina con un tamaño de 100 nanómetros. El virus del Covid tiene un tamaño de unos 140 nanómetros y es un virus sin carcasa, sin estructura exterior. En el mundo de los virus, y eso lo saben los virólogos, el tamaño importa. Un virus de mayor tamaño busca algo más pequeño y así es como “cae en las redes” de la lectoferrina, que lo mata. Hasta el momento se han realizado pruebas con éxito en Italia, Rusia, India, México y Brasil. Pronto se sumarán otros países. La lactoferrina encapsulada es relativamente barata, muy barata si se compara con los medicamentos que se han ido aplicando en estos meses, e infinitamente más barata que cualquiera de las vacunas en desarrollo. Esto la convierte en el remedio eficaz y natural al alcance de cualquier economía, incluida las de los países en desarrollo. Pero hay una última ventaja. La lactoferrina no es un medicamento, es un simple complemento alimenticio o food supplement que no necesita receta médica y que no tiene ningún efecto secundario descrito por la literatura médica, incluida la sobredosis masiva. Actualmente se encuentra ingresado para sus aprobaciones en la FDA y pronto será una realidad en cualquier farmacia o supermercado, dependiendo de la legislación de cada país. Una vez más, la esperanza vino de nuestras madres.

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