Un año ha pasado de aquel 23 de enero en que Juan Guaidó, apoyado por la multitud que ocupaba la avenida Francisco de Miranda, fue juramentado como presidente encargado de Venezuela. Ese día anunció la ruta a seguir: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Ninguna de las acciones se ha cumplido y según intervención en el Foro Económico de Davos, en Suiza, para salir de la dictadura de Nicolás Maduro es necesario recibir ayuda internacional.
Maduro se muestra victorioso. En una entrevista de Washington Post, enfatizó que en 2019 derrotó a sus opositores en Venezuela y Estados Unidos. A mediados de enero, el excandidato presidencial opositor, Henrique Capriles Radonski, también se refirió al tema. «Hay que barajar la partida, Maduro la ganó en 2019 y yo no estoy contento con eso. Seamos serios, hablemos con la verdad. En 2019 nos propusimos un plan y fracasó. Un plan de recuperar la democracia y no funcionó, indicó.
Frente al golpe a la Asamblea Nacional, encabezado por los diputados del PSUV y de la llamada fracción CLAP, Guaidó responde con una gira internacional que lo ha llevado a países que hace un año expresaron su apoyo y reconocimiento y que en 2020 lo reiteraron. También ha sido escuchado en encuentros de relevancia como el Foro Económico Mundial, donde su frase «solos no podemos y necesitamos de su ayuda aún suena.
Para Félix Seijas, director de Delphos, la gira de Guaidó es importante en varios aspectos, como atender la coordinación necesaria con los aliados internacionales para la agenda que debe establecer y afrontar este año. Y puede ayudar también a retomar la iniciativa en el conflicto político ante el gobierno de Maduro, dijo.
Añadió que la gira aumenta a su vez el costo de acciones radicales en su contra, lo que ha sucedido con la detención del diputado de Voluntad Popular, Ismael León, y el allanamiento a las oficinas de Guaidó, ambas ocurridas en su ausencia en el país. Seijas recalca que todo esto es importante como piezas necesarias en el entramado de lo que debe ser la estrategia opositora que, sin lugar a dudas, sigue teniendo su centro neurálgico en acciones internas, no externas.
En enero, según el analista político de Piero Trepiccione, la popularidad de Maduro está en sus mínimos históricos, inclusive, por vez primera, dentro del chavismo, dos figuras aparecen mucho mejor valoradas que él -Héctor Rodríguez y Rafael Lacava- que dentro de las fuerzas del Polo Patriótico están por encima en valoración con respecto al primer mandatario.
En junio del año pasado el director de la consultora Hercon, Marcos Hernández López, detalló que los dos posibles candidatos anteriormente mencionados arrojaban una intención de voto de 20% y 14,5%, respectivamente, y que en el escenario político electoral Maduro era la peor opción que tenía el chavismo.
Para el cierre de mayo de 2019, Datanálisis señaló que Nicolás Maduro contaba con 12,9% de aprobación en la población venezolana y, de haber elecciones, en ese momento, 9,4% de los venezolanos lo respaldaría, frente a una aceptación de Guaidó de 56,5%.
Para ese entonces, el presidente de Datanálisis, Luis Vicente León, expresó que el chavismo no iba a aceptar que Maduro se fuera y se nombrara un gobierno de transición, y la oposición no iba a permitir un proceso electoral con las instituciones controladas como lo están ahora.
Desde entonces el tablero político se trancó y las medidas contra la Asamblea Nacional aumentaron. En enero una fracción se sentó en los puestos de la junta directiva y desde el 15 de este mes grupos paramilitares, policías y guardias nacionales rodean el Parlamento para evitar que Guaidó y los más de 90 diputados que lo apoyan sesionen en el Palacio Legislativo. Hoy el presidente interino le deja en claro a la comunidad internacional que solo no puede.
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