Cuando la sexta generación de la familia Franceschi, encarnada por Claudia y Mariela Franceschi, decidió elaborar chocolate artesanal con los insignes cacaos de las cosechas familiares, comenzaron literalmente en pequeña escala. Descascarillaban el cacao en una labor que a veces culminaban manualmente y una tostadora casera les servía para tostar el cacao. Contaban sí, con una maravilla de raíces profundas. Su familia desde 1830 tiene una siembra de cacaos en Paria. La misma donde su padre y tíos decidieron comenzar la cruzada de rescatar siete cacaos criollos que ahora se reproducen en esas tierras.
Con estos granos, la sexta generación comenzó a hacer chocolates artesanales en el 2008. Gracias al ensayo y error comenzaron con tres líneas en el 2009. En esta década de crecimiento ese chocolate de excepción que logran con la nobleza de esos cacaos, permitió que crecieran en máquinas, espacio, fieles y reconocimientos internacionales.
Ahora tienen tres líneas. La más encumbrada traduce la riqueza de tres cacaos criollos en chocolates con 70 % de estos granos: allí están el Canoabo, Choroní y Ocumare. Debe haber pocos chocolates en el mundo con ese porcentaje de cacao criollo venezolano. La gente enloquece afuera con estos sabores. Nuestros cacaos son frutales, aromáticos. Tenemos una enorme diversidad y la queremos mostrar, cuenta Claudia Franceschi.
Han merecido varios reconocimientos internacionales como los recibidos en el International Chocolate Awards y ahora no sólo los ofrecen en Venezuela. También los exploran a lugares como Perú o Estados unidos. «Hacemos chocolates Tree to bar, del del árbol a la barra. Cuidamos todos los pasos desde el cuidado de la planta hasta el empaque del chocolate que se hace a mano», comparte Claudia
*En las redes: @FranceschiChoco
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