En un mapa lleno de incertidumbres hemos compartido la opinión de que “sí” existen dos predeterminados que eran proyectables:
1) El mantenimiento de la inhabilitación (inconstitucional) de María Corina Machado y
2) La candidatura de Nicolás Maduro por parte del PSUV, sin sustitución interna.
Es normal que se hayan retado ambas proyecciones que hicimos y que además caigan mal en algunos segmentos, aunque sean ciertas.
La primera porque es racional que la candidata opositora intente defender su derecho, genere activación y esperanza a su alrededor y quiera consolidar su liderazgo (incluso si luego no se le permite correr en la elección).
Cualquier asesor de campaña le recomendaría hacer lo que está haciendo en función de sus derechos políticos y también en su estrategia obvia de consolidación de control interno opositor.
Por otra parte, siempre existe el “wishful thinking” de que Maduro se retire del juego y permita una sustitución interna en el chavismo, que abra el juego a cambios modernizadores dentro de la revolución.
El problema es que ninguno de esos dos escenarios tenía (ni tiene) alto nivel de probabilidad de ocurrencia.
No son imposibles, pero son muy poco probables, pues analizándolos desde la perspectiva política para Maduro son escenarios de alto riesgo y era probable que hiciera (e hizo) todo lo posible por evitarlos.
No parece haber bloqueadores reales a su estrategia y los incentivos entregados por Estados Unidos para provocar cambios, así como las amenazas internas e internacionales ejecutables sobre su decisión de no ceder, no parecen suficientes para arriesgar su cabeza.
En este punto quiero repetir que esto no tiene nada que ver con lo que queremos o pensamos justo (porque aquí no pasa ninguna de esas dos cosas), pero sí es lo que vemos más probable y uno planifica en función de realidades, no de deseos.
Ya estamos demasiado cerca de los puntos de inflexión. Las grandes preguntas tienen que ser respondidas, aunque no necesariamente de manera pública, pero sí en términos de estrategias concretas que no dejen a la oposición desnuda y al país otra vez en situación de indefensión e irreconocimiento internacional, porque las consecuencias de esa acción (que ya vivimos estos últimos años) están claramente a la vista. Y han sido desastrosas.
La buena noticia es que con muy pocas excepciones (que también se pueden entender en las posiciones puras de defensa de derechos o intereses personales) la idea de regresar a la tontería de 2019 no cuenta para nada con respaldo masivo, ni en la población (que lo rechaza en 69%), ni en la oposición institucional (que cree que hay que buscar soluciones), ni en Estados Unidos, que sabe que el peor escenario es pasar otros seis años iguales que los últimos seis y no parece dispuesta a repetirlo, más allá de los discursos políticos de campaña.
Nos acercamos al momento donde habrá muchísimos anuncios, algunos proyectables, otros sorpresivos y todos muy ruidosos. Pero la clave para proyectar 2024 es que sepamos separar los ruidos de las señales.
Ese será el rol de los analistas de entorno. Lo demás es trabajo para cheerleaders.