Los CLAP se han vuelto bimensual e insignificantes para una familia

Los datos del Centro de Estudios Agroalimentarios (CEA) indican que el consumo de alimentos en Venezuela registra una mejora si se comparan con los reportados hace cuatro años, pero la situación está lejos de ser buena: todavía aparece un déficit por el orden de 7 kilogramos por habitante con respecto a lo que ha sido la dieta nacional.

Así mismo, el CEA revela que la ligera recuperación económica que se dio en 2022 lo que hizo fue abrir aún más la brecha de desigualdad entre lo que comen las familias de altos y la de bajos ingresos.

“En febrero de 2023, en materia de disposición alimentaria en Venezuela, estamos peor que en octubre de 2022, que fue el mejor mes en los últimos siete años. Eso se debe a una caída de 9% en la capacidad adquisitiva de los consumidores entre esos meses; y a la altísima inflación en dólares, que en el país esta cercana al 60% anual”, indica Edison Arciniega, sociólogo especializado en seguridad de mercados y presidente del CEA.

“Tenemos un país donde los alimentos se distribuyen de manera desigual. En el quintal más pobre de la población venezolana hay personas que sólo comen carne de res tres veces al año y de pollo cerca de 10 veces”, acota.

Arciniega explica que en los estudios también han puesto énfasis en el alcance que tiene el gobierno de Nicolás Maduro con su programa de alimentación básico, como es el que se lleva adelante a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Protección (CLAP), así como en los paquetes que reciben los trabajadores al servicio del Estado.

“Una de las cosas que sigue reteniendo a empleados en la administración pública son esas asignaciones alimentarias que cubren entre 15 y 20 kilogramos por persona al mes; mientras que el CLAP no alcanza ni a 8 kilogramos cuando debería llegarse a 36 kilos, es decir, los CLAP son insignificantes”, aseguró.

“De los 12 meses que tiene un año, al menos en nueve hay asignaciones para los trabajadores públicos; mientras que 80% de los hogares que recibe el CLAP tiene entregas seis veces al año. Es decir, se ha vuelto bimensual, se concentra sólo en harina y pasta con una disminución importante en proteínas de origen vegetal como granos y leguminosas”, acota.

Adicionalmente, el experto comenta que existe una correspondencia entre una mejora en los ingresos petroleros y el consumo de alimentos principalmente por el gasto que destinan los distintos niveles de gobierno como nacional, regional y municipal.

En tal sentido, una caída en los precios del crudo o el tema de las sanciones limitan los recursos que pueda percibir el Fisco y eso perjudica los programas en esta área. “El petróleo es el gran dinamizador de las actividades del sector alimentario”, afirma.

Con la entrevista a Arciniega, inicia el formato “Punto en Agenda” que reemplaza a “Sin tapabocas, pero a distancia”, que primero de manera virtual y luego presencial surgió; sobre todo, como un espacio de conversaciones en el contexto de la pandemia de la COVID-19.