La segunda guerra mundial duró hasta 1.974. Si, como lo leen. O al menos así fue para el teniente del ejército japonés Hiroo Onoda, que se mantuvo en pie de lucha hasta que fue hallado solo en las selvas de la isla Filipina de Lubang, 19 años después de que en agosto de 1.945 la nación nipona se rindiera.
“Puede que pasen dos años o cinco, pero volveremos por ti. Lucha hasta el final”, fue la última orden que le dió el mayor Yoshimi Taniguchi, y así Onoda permaneció leal y obediente, internado en la selva, haciendo una guerra de guerrillas, en la que con un pequeño número de soldados, sabotearon aldeas y aniquilaron unos treinta hombres a lo largo de los años, quedándose solo, hasta que finalmente fue encontrado por un estudiante japonés, que se propuso la tarea de encontrarlo.
La historia sigue y es fascinante, pero lo cierto es que esta leyenda viviente de la segunda guerra mundial, continuó cumpliendo sus órdenes, esencialmente por una sola causa, no tuvo acceso a la información. En su mente, la guerra estaba viva.
Si mañana ocurre un magnicidio hacia el presidente de tu país y estás de vacaciones con tu novia en una playa solitaria con el firme propósito de desconectarte, esto tampoco habrá ocurrido.
Este principio de la comunicación también aplica de manera inversa. Cuando no comunicas, no existes. No existes para los demás, no existes para tus clientes, no existes para tus competidores, no existes para tu industria, no existes y punto.
Nunca antes en la historia de la humanidad, habíamos tenido total acceso en igualdad de condiciones, para poder comunicar, informar, hacer publicidad, crear ideas y percepciones sobre algún tema o sobre nosotros mismos.
Esto ocurre porque todos, empresas, organizaciones, marcas y personas, podemos tener uno o varios medios de comunicación propios, sin mayores dificultades.
Redes sociales, plataformas de video, blogs, páginas web, podcasts, son las versiones modernas y atomizadas de la radio, la televisión o prensa, en una versión tan democratizada, que podemos ser propietarios e incluso vivir de ellos.
Aún así, esto no es garantía de éxito, porque una cosa es tener un medio y otra es saberlo usar.
La gran paradoja, es que existen tantas fórmulas para usarlo, que no hay fórmula. Cada quien debe descubrir su realidad, su tipo de contenido, sus mensajes, su estilo, su tono, y su frecuencia, para finalmente atraer a su público a ese lugar.
Como dice el sabio adagio popular: “escoge tus batallas”, solo cambiale el sentido y aplícalo a la comunicación digital: “escoge tus redes” y en pocas palabras define tu estrategia, si, el camino que te llevará al objetivo que te hayas propuesto.
No es cierto que necesitas millones de seguidores, sólo necesitas los que necesitas y eso puede variar según sea el caso. ¿Quiénes necesitas que realmente te vean, lean o escuchen? ¿Tus vecinos? ¿Tu ciudad? ¿Los fanáticos del sushi? ¿Los amantes de la moda? o ¿Tú industria?
Lo que sí es cierto es que no hacerlo es un desperdicio y debes entender que la comunicación es una profesión, pero también es una competencia que puedes desarrollar adquiriendo conocimiento, utilizando tus mejores habilidades y poniéndole mucha actitud.
No dejes tu producto en el anaquel desprovisto de comunicación; no dejes tu local comercial a la suerte de los pocos transeúntes que pasen por la acera de el frente; no dejes tu imagen y marca personal en las manos del azar.
Hoy tenemos la oportunidad de escalar y crecer como nunca antes la tuvimos, pero no te quedes como el teniente Onoda, solo en la selva durante años, mientras tus competidores te devoran y tus clientes prefieren a otros. ¿no lo estás haciendo? Hazlo ya, porque si no te comunicas, no existes.