En una negociación política todo está en riesgo. Es un proceso vivo de intercambio que los norteamericanos definen con una frase muy gráfica:“Tit for tat», que traducida al español significa algo como «si me jodes, te jodo».
Sin embargo, para tomar decisiones hay que hacer apuestas en función de las probabilidades de ocurrencia y los intereses de las partes.
En mi opinión, la probabilidad de que Estados Unidos eche atrás las licencias, debido a la negativa oficial habilitar a María Corina Machado, es muy baja.
¿Por qué?
Creo que las declaraciones de Juan González, máximo representante de Casa Blanca en América Latina, lo explica estupendamente bien cuando ante la aguda pregunta: ¿Por qué firmaron esa flexibilización sabiendo que no habrá una elección competitiva en Venezuela?
La respuesta fue muy esclarecedora: primero, porque las sanciones que heredamos de Trump no sirvieron y no tiene sentido mantenerlas.
Segundo, porque hay cambios geopolíticos fundamentales que afectan los intereses de Estados Unidos y hay que negociar en función a ellos.
Tercero, nada rompe nuestro compromiso con la democracia en el mundo y en Venezuela y seguiremos luchando por ella. Y aunque no lo dijo, lo implícito es: esto no cambia los dos primeros motivadores.
Mi interpretación libre de todo esto:
1) Los acuerdos se firmaron sabiendo que el gobierno venezolano nunca prometió habilitar a Machado. Y aun así, la decisión de Estados Unidos y la oposición fue avanzar, aunque no abandonen el intento de resolverlo en el futuro. Es claro que saber que no habría habilitación no los paró.
2) El peor escenario, producto de una negativa conocida de Maduro de habilitar a María Corina Machado, no es el regreso a la situación de prohibición energética, con la que Estados Unidos escupía para arriba sin éxito.
Sería una estrategia de presión distinta, que puede incluir más sanciones personales y algunas restricciones a lo otorgado, pero muy difícilmente se tratará de una eliminación de las nuevas licencias.
3) Con el panorama geopolítico actual, con Europa necesitando urgentemente suministros de petrolero y gas y amenazando el equilibrio de precios de la gasolina en Estados Unidos, los principales productores de petróleo aliados con China, la limitación de occidente de operar con Rusia, Irán, Venezuela, entre otros y las nuevas presiones en la región árabe (muy impactante en el mercado energético), la dirección del beneficiario de las licencias petroleras a Venezuela cambió hace rato: no es una licencia para Maduro. Es una licencia para Biden y de carambola para el mundo occidental.
Entonces la pregunta no es si Estados Unidos le quitará la licencia a Venezuela por la inhabilitación, sino si se auto limitará y se quitará la posibilidad de recuperar un proveedor relevante en el futuro.
Las negociaciones políticas en Barbados trajeron varios puntos claves a la democratización del proceso político venezolano.
Hay un período comprometido para ejercer la elección presidencial, tener observadores internacionales y abrir el registro, entre otras cosas.
Con la composición de fuerzas del país, la oposición sigue siendo una clara mayoría y una acción inteligente para mantenerse unida, incluso ante la inhabilitación de su candidata principal, puede llevarla a un escenario de sustitución de candidatos acordado, donde la líder ganadora tenga gran poder de decisión.
Esto es infinitamente más potente que un escenario de conflicto, que termine ilegitimando la vía del voto como instrumento de cambio y mucho menos sin capacidad real de lucha fuera de esa vía. Recrudecer además unas sanciones que en su esplendor igual fueron incapaces de producir ese cambio político, parece completamente “useless”. (Otra vez inútil).
Finalmente, el dilema real hoy no es entre habilitación o licencias, sino entre licencias y elecciones presidenciales donde, de alguna manera, la oposición pueda participar.
Como es usual, la realidad puede no ser agradable… pero sigue siendo la realidad.