Alexa y Luis son una pareja que está a la espera de su primer hijo. Ambos cuentan cómo ha sido el trajín de recorrer gran parte de la ciudad buscando los mejores precios para comprar todo lo que necesitan para la llegada del bebé.
«Desde que supimos que estaba embarazada, nuestro mayor temor era no poder contar con el dinero para las cosas básicas. Al menos durante los nueve meses de gestación nos ha dado chance de ir comprando poco a poco las cosas, pero ahora nuestro principal temor es que el seguro no cubre completamente la clínica», dijo la futura madre.
Explicó que la clínica donde desea traer al mundo a su hijo es una de las más económicas y especializadas en partos del país. Su deseo es tener un parto natural, pero su condición de primeriza podría complicarle las cosas. «El parto natural tiene un costo de 3.100 dólares, pero si nos toca cesárea la diferencia sería de 600 dólares más. El seguro no cubre ni siquiera el parto natural completo, así que ya por ahí sabemos que hay que tener un dinero extra dispuesto para eso por si acaso».
Cazando ofertas
Alexa tiene un cargo gerencial en una consultora de Publicidad y Mercadeo, pero sus ingresos económicos no superan los 200 dólares al mes. Luis tiene un ingreso irregular y a destajo, vendiendo vehículos en Estados Unidos.
«Hay meses que puedo ganar hasta 500 dólares como hay meses que no hago ni 50, como me pasó el mes pasado. Desde que mi novia quedó embarazada, he hecho un montón de cosas más para tener otros ingresos, pero hay veces que no se logra», comentó Luis.
Esto ocasiona que las preocupaciones se incrementen: «Estuvimos cazando las ofertas. De esta forma logramos comprar muchas de las cosas que necesitábamos y otras tantas nos las han ido regalando nuestros familiares y amigos», detalló Alexa.
Además, contó que algunos de los productos que consiguieron en rebaja. «Por ejemplo, muchos de los paquetes de 30 o 36 pañales los conseguíamos en 50 dólares o más. Un día revisando Instagram conseguí un local en Sabana Grande que tenía una oferta en 17 dólares el paquete de pañales desechables».
Alexa agregó en esa tienda también aprovecharon para «comprar las toallitas húmedas por lotes, más económicas, en poco menos de un dólar, porque en la mayoría de las farmacias cuestan más de dos dólares. Las cremas para la pañalitis y la vaselina están en 2 dólares. La oferta de los pañales fue un gran alivio porque conseguimos estos paquetes de 70 pañales, que nos quitó un peso de encima desde los primeros meses».
«Cazando las ofertas», como ellos señalan, les permitió conseguir otros artículos a precios más económicos. «La pañalera, que en todas partes la veíamos en 50 o 60 dólares, la compramos en rebaja en 20 dólares. Los bodies en todas partes cuestan 10 dólares y un día caminando por el un centro comercial vimos una tienda en liquidación. Nos llevamos casi todo lo que quedaba en stock porque costaban entre 2 y 3 dólares, incluso, hubo un sitio donde conseguimos una promo de 3 bodies en 5 dólares».
Muchos son los requerimientos al momento de tener un bebé recién nacido. Por ello, la pareja comentó que en ese mismo proceso de «cazar ofertas» adquirieron teteros en 20 dólares y un corral en 150 dólares. «Decidimos que la cuna la dejaremos para cuando esté más grande y, por suerte, nos han regalado la silla para el carro y el moisés para trasladarlo, pero aún faltan muchas otras cosas y ya estamos contra reloj», dijo el futuro padre.
Otra realidad
La realidad de Alexa no es la misma que viven otras mujeres embarazadas en el país. Lorena a mediados del mes que viene espera traer al mundo a su tercer descendiente. Sin embargo, estos momentos se encuentra sola con sus hijos en Venezuela porque Juan, su pareja, decidió migrar con la promesa de buscarlos cuando se estableciera.
De esta promesa han pasado ya cinco meses. Juan, quien es padre de la niña que Lorena gesta en su vientre, más no es el padre biológico de los dos hijos anteriores, le dijo que tenía un contacto en Ecuador y que dada su situación económica le había ofrecido empleo en una tienda, pero debía viajar solo mientras lograba estabilizarse.
«Fue un trayecto difícil por el tema de la visa. Y está trabajando, pero dice que aún no está lo suficientemente estable. Mientras tanto yo aquí me he dedicado a pescar rebajas para alimentarme y comprar las cosas de mi bebé», señaló Lorena, quien agregó que ha aprendido a «guerrear»:.
«No estuve de acuerdo con que se fuera, pero ya he vivido este proceso de separación anteriormente. Así que si él no decide volver o si no cumple la promesa que le hizo a su hija, no me queda más que seguir aprendiendo a guerrear. Como decía mi abuela: ‘Buscando un real para completar el bolívar’. Mis hijos anteriores son varones, pero a Arantxa le tocará ‘enchivarse’ (ponerse ropa usada) algunas prendas de sus hermanos, porque el bolsillo no me da para comprarle mucha ropita nueva».
Lorena aseguró que ha intentado ahorrar para poder pagar una clínica; no obstante, las cuentas no dan a su favor: «Con mucho temor, pero también mucha valentía, no me quedará más que confiar en el poder de Dios y de los médicos que nos atiendan a mi bebé y a mí en el hospital. Lamentablemente, la salud privada en este país es un sueño imposible para una mujer sola y de bajo recurso como yo».