El estado actual de gran parte de las universidades del país es lamentable. Hoy, impartir o recibir clases en Venezuela es navegar por un sin fin de dificultades. La desidia y el abandono de las universidades autónomas, experimentales y públicas es evidente, con infraestructuras acabadas, sin mantenimiento y abandonadas a su suerte. Algunas hasta desvalijadas. Progresivamente la devaluación y la inflación acabaron sus presupuestos, arremetieron contra la autonomía universitaria y condenaron a los profesores y demás trabajadores a sufrir con salarios de miseria.
Durante estás dos décadas el régimen ha intentado apoderarse de las universidades y ponerlas a su merced, buscando censurar los espacios democráticos que aun quedan en Venezuela.
Hace poco, tras mucha presión, se creó la Comisión Presidencial para el rescate de la Universidad Central de Venezuela. Si bien tener una UCV en condiciones es una necesidad imperante, esto no es más que un paño de agua tibia para tapar los problemas más profundos y difíciles de solucionar en el país. El abandono y la deserción estudiantil, producto de la profunda crisis económica, no se soluciona con pintura.
La crisis universitaria va mucho más allá de lo visible y abarca todas nuestras universidades a lo largo del país. Nuestros jóvenes se vieron obligados a elegir entre estudiar o trabajar para poder subsistir. Las distintas becas, que en el pasado ayudaban a paliar la crisis, se han convertido en una migaja que no alcanza ni para la comida de un día. Los profesores pasaron de tener estatus académico, de ser reconocidos por dedicar sus vidas a la investigación, cultivando no solo su intelecto sino las mentes de quienes forman, a vivir en miseria. Muchos tuvieron que abandonar las aulas para buscar subsistir en otras tierras o en otros rubros que les reporten más ingresos.
Tenemos facultades con pensum que no se han actualizado, concursos para el ingreso de nuevos profesores suspendidos, postgrados paralizados, nuevos ingresos recibiendo clases virtuales porque no se ha regresado completamente a la presencialidad. La crisis permea todas las áreas. Pasamos de ser un país que se destacaba por sus investigaciones médicas, científicas y sociales, a tener centros paralizados porque no hay recursos para costearlas. La comunidad universitaria no tiene sentido de pertenencia con sus universidades, no hay arraigo y orgullo, no hay vida universitaria activa con todos los que componen la universidad. Todo esto se perdió porque la gente está buscando qué comer. Hay una gran cantidad de problemas estructurales y funcionales que hay que revisar con perspectiva económica y ganas de superar esta situación.
Es lamentable que este sea el estado actual de la educación universitaria e igual de lamentable que las autoridades tengan también su cuota de responsabilidad al no actuar de la mejor manera y no saber administrar los pocos recursos que aun quedan. El recuperar nuestras universidades y hacer de ellas espacios seguros para el intercambio y la construcción de ideas pasa también por tener elecciones y renovar las autoridades.
Las universidades deben ser espacios de libertad y democracia donde se forjen los conocimientos que hagan avanzar a un país. Sin entender de meritocracia, sana discusión de ideas y pensamiento crítico, nuestro país no logrará surgir y tener un futuro mucho mejor que la realidad que hoy nos arropa. Para la reconstrucción de Venezuela es necesario contar con universidades que permitan la pluralidad de pensamiento, que sean ejemplos democráticos. Nuestra labor pasa también por reconquistar estos centros educativos, para que vuelvan a ser lugares seguros y atractivos para los estudiantes, quienes son el presente y futuro de nuestra nación.