La patria mía

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Pienso y siento como si estuviese en la República Bolivariana de Venezuela, pero rápidamente recuerdo que no lo estoy. Venezuela ahora está en esa lista; Cuba, Corea del Norte, Irán, Rusia, China, Nicaragua y la República Bolivariana de Venezuela; ¡Qué vergüenza! Ya sé que no voy a volver. No puedo. No volvería jamás a la patria mía; no se puede. Si fuese a Venezuela, iría para ver en qué se ha convertido la distopía.

En mi mente hay una lucha entre Venezuela y la patria mía.  Me avergüenza admitir que me he sentido apenado por Venezuela, pero a su vez, me enorgullece la patria mía. Exceptuando a ciertas personas, pienso que la mayoría aspira a un futuro mediocre para Venezuela; y creo que ya llegó mi momento de ruptura, el momento de contraponer a Venezuela con la patria mía.

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La patria mía se llama Venezuela, pero no es Venezuela. La patria mía es la que podría haber sido; la que más me duele. La historia real del país no ha superado la decencia; no ha habido nada verdaderamente heroico, ni siquiera la independencia.

La patria mía no está lejos porque la tengo en estas letras, que la describen sin tocarla. La patria mía no se parece a la que dicen que es mi patria. La patria mía no se entromete en mi vida privada, ni me pide que le demuestre amor; tampoco es ruidosa, ni bochinchera, ni altanera; no busca llamar la atención y tampoco se proclama como la mejor patria del mundo; tiene raíces que llegan hasta el centro de la tierra y estas la unen con todas las otras patrias del mundo en amistad y enseñanza.

En la patria mía se puede dejar, tranquilamente, la llave pegada dentro del carro. En la patria mía no existe el concepto de “estar pagando”. En la patria mía no existen sicarios; hasta los más miserables preferirían morir de hambre antes que matar por dinero.

En la patria mía el hombre no le pega a la mujer, ni viceversa; de la grama emergen campos electromagnéticos que impiden tal nivel de barbarie. En la patria mía los empleados son honrados con los jefes y viceversa; sin importar que la compañía sea pública o privada.

En la patria mía los entes del estado son absolutamente transparentes y el gobierno no está a la merced de ningún grupo económico, político o militar. En la patria mía el gobierno solo le sirve a la ciudadanía y reconoce a esta como la institución más necesaria.

En la patria mía, el voto no es un regalo, es un derecho que se obtiene a través del compromiso con la idea de la patria que debería estar siempre renovándose en la conciencia colectiva. En la patria mía, los jueces no reciben amenazas; su figura es admirada y temida por la alteza que alcanza la imparcialidad de la ley. En la patria mía no hay “patrones”, ni “chivos”, ni “caciques” en los barrios; la inteligencia de la ley le ha cortado todos los medios a los criminales y la impunidad ha sido abolida.

En la patria mía los periodistas cumplen el deber de reportar la corrupción entre los grupos armados, los políticos y los narcotraficantes; que desgraciadamente se ven todos representados en las figuras principales del chavismo.

En la patria mía nadie se ha sentido juzgado por ser muy marimacha, delicado, afeminado, o, simplemente, homosexual, bisexual, lesbiana, transexual o cualquier otra cosa. En la patria mía nadie “coge burra”, ni hace cosas grotescas con animales; ese tipo de cosas son excesivamente repugnantes. En la patria mía nadie sabe lo que significa “pal fresco” porque los policías tienen honor. 

En la patria mía los ricos no humillan a los pobres, ni los pobres resienten a los ricos; más bien, en la patria mía los ricos y los pobres no están tan alejados; ambos tienen muchos lugares en común porque en la patria mía la sociedad no está dividida en castas; la patria mía está integrada por la voluntad heroica de los ciudadanos comunes.  

En la patria mía no existe miedo de hablar en la calle, ni miedo a los robos, secuestros y asesinatos; la paz está en el viento de la patria mía. En la patria mía queremos superar la mediocridad de la farándula y los vicios, para así poder elevar nuestros ideales hasta convertirnos en una patria heroica. En la patria mía ningún periodista, artista, comunicador tiene miedo de emprender un proyecto crítico; la patria mía es tolerante y con casi nada se ofende. La patria mía es segura y sus habitantes son nobles.

Y por todo esto que cabo de decir, yo no tengo patria. Cuando me preguntan de dónde soy, yo pienso en la heroica patria mía y me muerdo la lengua porque esa solo existe en mi mente; respondo “de Venezuela”, pero esas dos palabras solo representan, en este momento, todo lo opuesto a la patria mía.

Yo ahora no tengo patria, pero siempre tendré la patria mía; que podría ser la nuestra.

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