Ligia Elena Moreno se reencontró con la FAO después de 17 años para exprimir al máximo los beneficios de la apicultura en Venezuela

Dice un conocido refrán que cuando algo no es para ti “ni que te pongas”, pero cuando sí es para ti “ni que te quites”. Algo similar es la historia de vida de Ligia Elena Moreno, una apicultora venezolana, oriunda del estado Cojedes, quien comenzó en dicho oficio, gracias a un programa de capacitación que ofrecieron facilitadores de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mejor conocida como la FAO, y que 17 años después se reencontró con miembros de esa institución que le han ayudado a proyectar su negocio.

Para Ligia Elena Moreno, la apicultura «es un arte porque cada día se hace más llamativo» / Foto: Raúl Romero

Ligia Elena Moreno vive en el caserío La Fe, municipio Anzoátegui de Cojedes, y sobre sus inicios en este oficio cuenta que es apicultura desde el año 2005, «con un programa que llegó a mi comunidad, llamado el Pesa a través de la FAO. Desde esos años, comencé en la apicultura con el apoyo que ellos nos dieron”.

Para esta mujer emprendedora, la apicultura más que una labor, “es un arte porque es algo que se cada día se hace más llamativo. Para mí, como mujer se hace más llamativo ese trabajo y el trabajar la apicultura es prepararte no solamente en la práctica sino, también, en el conocimiento”.

Recordó que una antigua trabajadora de la FAO ha sido pieza clave en su crecimiento como apicultora. La mujer a quien ahora Ligia Elena le agradece su amistad y colaboración es conocida como Jeimy Urrutia.

Posteriormente, la ayudó a entrar en la Universidad Lisandro Alvarado de Barquisimeto para hacer un curso de cría de reina. Ahí comenzó su trabajo como apicultora, gracias a la ayuda que recibió con la entrega de una caja de abejas y un velo tras el curso que hizo en la casa de estudios. “Todavía conservo el traje. Después de 17 años está viejito, pero ese es el traje de trabajar aún, ese es el que uso”, acota.

No pierde la oportunidad de agradecer por todo lo que ha logrado desde aquel 2005: “Este trabajo de apicultura me ha llevado a ir creciendo. Después de 17 años me he reencontrado con la FAO, porque la amiga que trabajaba en la FAO allá en la comunidad nunca perdí contacto con ella pese a que es de Caracas. Ella me ayudó a promocionar por las redes y vía WhatsApp que tenía una amiga que se formó a través de un proyecto y les contó que vendía miel pura, y así tengo cuatro años viniendo con mi tobo de miel”.

Lograr el equilibrio entre teoría y práctica

Ligia Elena asegura que el trabajo con las abejas debe ser un equilibrio entre la teoría y la práctica porque, según explicó, muchas veces la teoría se queda corta ante el momento de actuar. “En el caso de las abejas he aprendido que hay cosas que uno tiene en la teoría, que las estudias en la teoría, pero en la práctica las abejas te enseñan cosas mayores”.

El trayecto de esa Ligia Elena que en 2005 recibió el primer curso de apicultura a la que hoy en día comercializa no solo miel sino otros derivados de la colmena en Caracas, no ha sido fácil y así se lo contó a HispanoPost: “Tengo un apiario que está en un caserío, llamado Río Claro, ahí mismo en el municipio Anzoátegui. Me queda a 18 kilómetros de mi casa, me voy en moto. Me voy con mi esposo, me llevo todas mis cosas de trabajo, armadores, espátula (…) y en otra moto montamos el extractor para exprimir la miel a campo abierto, en el mismo apiario”.

Por suerte no se trata de un trabajo diario, pero sí le lleva esfuerzo. “Eso lo hacemos mensualmente, yo me voy duro como una hora, hora y media en moto porque la carretera es bastante mala, pero es algo que me gusta hacer. Y después que llego a ese lugar tengo que cruzar el río, porque están del otro lado del río. Tengo que cruzar un río para poder llegar a donde tengo las colmenas”.

«Conocen tu estado de ánimo cuando vas al apiario«

Moreno tiene un apiario «que está en un caserío, llamado Río Claro, ahí mismo en el municipio Anzoátegui» / Foto: Cortesía

Cuando se le pregunta si la apicultura es un oficio peligroso, por aquello de las reacciones alérgicas que este diminuto animal suele producir si pica, Ligia Elena dio una amplia explicación biológica de las abejas africanizadas y de los depredadores que existen en Venezuela. No obstante, reconoció que en muchas ocasiones las abejas son capaces de reconocer el estado de ánimo de quienes intentan acercarse a ellas.

“Yo como mujer desde que trabajo apicultura me gusta trabajarlas de tarde. Ya empezando la noche porque ellas están tranquilas en el cajón y son más dóciles en el trabajo, porque son abejas africanizadas”, cuenta.

Dice que se ha dado cuenta que «nosotras las mujeres nos familiarizamos mucho con las abejas, porque he tenido la experiencia que cargo mi traje; mientras que los compañeros que trabajan conmigo cargan sus trajes, pero ellos mayormente salen picados y a mí no me pican. He tenido cierta conectividad con ellas, porque conocen tu estado de ánimo cuando vas al apiario”.

Relató que de esto se dio cuenta, cuando en ocasiones ha llevado a personas que están interesadas en iniciarse en el oficio de la apicultura y pese a todas las protecciones, se sienten inseguras: “Los visto y les coloco su traje, pero cuando entran al apiario no duran ni 10 minutos. Se me van corriendo, porque dicen que tienen miedo, que se les meten en el traje, que los están picando y creo que la abeja conoce si llegas con miedo, bravo, con desánimo. Ellas perciben tu estado de ánimo”.   

El camino de emprender «va poco a poco»

Moreno reitera que esta oportunidad que le brindó su amiga, consiguiéndole compradores para su miel, le permitió reencontrarse con la FAO 17 años después: “Llegué a una oficina, donde estaba alguien que conoce gente de FAO. La persona que me estaba comprando la miel me estaba preguntando cómo comencé en la apicultura y esa otra persona me preguntó que si le podía dar mi número a alguien de la FAO para que conocieran mi historia”.

Recuerda que vivió esa experiencia el año pasado: «Por los días de noviembre me pasó eso y al siguiente día me llamó un periodista, fui y la historia de cómo comencé. Ahora ellos me apoyan, me compran miel. Gracias a ese proyecto que ofreció la FAO se formaron 15 apicultores más, pero ellos venden su miel en la misma comunidad, yo la traigo hasta Caracas”.

Recuerda que el programa de la FAO les permitió con los años darse a conocer en el estado. «Nos dieron una sala de extracción. Hoy en día, tenemos un espacio donde se extrae la miel de manera más aseada, más segura, en la parte de no contaminación. Con maquinarias que son en acero inoxidable”.

Ligia Elena narra que ellos mismo hacen los trajes para abaratar los costos. También hacemos las cajas para las abejas, para no tener que comprarlas. De esa manera nos hemos ido ayudando, al principio éramos nueve apicultores, pero después de la crisis que hubo en el país y la pandemia quedamos solamente cuatro”.

“La crisis (del país) nos afectó mucho… la miel se la llevaban, otros la vendían o cambiaban por comida y, prácticamente, que nos acabaron los apiarios. Después de eso, de un año para acá hemos ido recuperando el apiario poco a poco. No ha sido fácil, pero no es imposible tampoco, hay que hacerlo”.

Ahora cada vez que decide viajar de Cojedes a Caracas para poder comercializar su miel, reconoce que el camino del emprendimiento no es fácil, pero tampoco imposible: “Paso mis golpes, mi trabajo, porque nada es fácil. Ningún emprendimiento te va a empezar así, con todo de una vez. Los emprendimientos van poco a poco, pausadamente”.  

No solo vende miel sino también los derivados

Ligia Elena no solo se encarga de vender la miel que producen sus abejas, sino también sus derivados. Señala que los precios de una botella de miel pura de marca puede oscilar entre los 3 y 10 dólares, de 250 gramos a un kilo de miel.

“Nosotros también vendemos otros de derivados de la abeja como polen, propolio y la leche de zángano. El propolio es un antibiótico natural, un antibacteriano que te limpia la sangre, te previene del cáncer, te cura las manchas y te cura la helicobacter, la úlcera gástrica. También el polen sirve como un multivitamíco, contiene todas las vitaminas que el organismo necesita. Incluso, tengo personas que lo compra porque los mismos médicos los han mandado a darle polen a sus hijos”, detalla.

Sobre la leche de zángano señala que se trata de ejercizante activo, que lleva leche de zángano con jalea real, miel y propolio. «Es una mezcla que solamente te la puede preparar los que trabajamos con las abejas”. No obstante, asegura que no es un producto que se pueda obtener fácilmente.

“La reina pone esos huevos de abejón macho entre un periodo específico, entre octubre y diciembre. De hecho, en diciembre ya están adultos y no se consiguen larvas pequeñas”, que son las que necesitan para poder obtener la leche de zángano, expresa.