Todo cambia. Eso es lo único cierto en un planeta en el que, desde hace muchos años, se ha venido insistiendo en la no utilización de combustibles fósiles, en aras de preservar el medio ambiente.
Todo lo que se movilizase requería necesariamente de mecanismos de combustión, en la mayoría de los cuales el ingrediente principal era el combustible de origen fósil. Ese cuya principal materia prima para su elaboración proviene de yacimientos ubicados en las profundidades de nuestro planeta. Ese que tomó millones de años en formarse.
Muchas economías en diversas partes del mundo crecieron y se desarrollaron basando la mayor parte de sus ingresos en la explotación del llamado “oro negro”. El dinero fluía desde los ricos yacimientos del oscuro mineral, distribuido de manera no equitativa en diversas regiones del globo terráqueo. Una importante cantidad de países aprovecharon las inmensas ganancias que les dejó la industria petrolera, mientras otras dilapidaron las fastuosas ganancias…
Pero desde hace algún tiempo para acá, el petróleo ha venido perdiendo terreno, aunque no de la manera en que la mayoría de los ecologistas y ambientalistas aspiran: aquellos que abogan por un planeta en el que todo se mueva gracias a la denominada “energía verde”. Esa fuerza que no contamina el planeta y no atenta contra la naturaleza y el medioambiente. “Energía limpia”, también le dicen.
No obstante, en el último quinquenio, al petróleo le ha salido un importante competidor. Al irse tecnificando la industria automotriz y masificando la fabricación de automóviles que hacen uso de la energía eléctrica, cada vez será menos imprescindible la utilización de combustible líquido, en cuya elaboración se emplee el negro mineral.
De igual manera las disposiciones que, en temas ambientales, han desplegado una gran cantidad de países, poniendo fechas límite para la fabricación de vehículos que operen con combustibles que impactan negativamente al medioambiente, también han estado abonando el terreno para la sustitución del petróleo como fuente de energía.
El litio es ahora el “oscuro objeto del deseo” de economías que, como la China, buscan con mucha avidez las regiones del mundo en las cuales sea más factible hacerse del plateado metal, componente clave de las baterías recargables de iones de litio, cruciales para la producción de vehículos eléctricos e híbridos.
Durante el pasado año, mientras la cotización del petróleo llevaba un ritmo muy lejano al equilibrio, con descensos y ascensos erráticos, en 2021 los precios del litio se dispararon exponencialmente, llegando a duplicarse con respecto a 2020 y estableciendo récords en el mercado chino, el más importante de este material.
Serbia, China, Australia, Chile, Argentina y Brasil son tan solo algunos de los países en los cuales se han descubierto minas de gran envergadura. Portugal y Alemania tienen importantes desarrollos y han mostrado un gran potencial al crear nuevos y más sofisticados procesos de extracción.
El mercado se expande y la competencia sigue siendo muy ruda… ¿Podrá el litio sustituir al petróleo?