Los “cholets” y la pelea de cholitas se imponen en el turismo de Bolivia

El expresidente de Bolivia, Evo Morales, estuvo en el poder entre 2006 y 2019 y durante esos 13 años siempre hubo crecimiento: en promedio, 4,66% del producto interno bruto (PIB) y con una inflación anual de un dígito con la sola excepción de 2008, cuando llegó a 14%, pero incluso fue inferior a 2% en el último año de su gestión.

Este comportamiento del PIB es parte del éxito que exhibe la gestión de Morales y explica porque mantiene un respaldo popular y se atreve a romper con una fracción de su partido -el Movimiento al Socialismo (MAS)- al presentar su nombre para las elecciones presidenciales 2025.

Ese comportamiento de la economía, sumado a las políticas sociales y de gasto público que impulso favorecido por las exportaciones de gas natural, permitió una reducción de la pobreza y el surgimiento de una clase empresarial vinculada al comercio y a la minería proveniente de comunidades indígenas como la etnia aimara en la ciudad de El Alto, vecina de la capital administrativa y sede del gobierno en Bolivia como es La Paz.

Estos empresarios aimaras impulsaron una modalidad de arquitectura que despectivamente empezó a ser llamada “cholet” por la combinación de las palabras “cholos” y “chalet”, es decir, una especie de apocope de la frase “chalet de los cholos”.

Su pionero es el arquitecto Freddy Mamani, quien rechaza el uso de la referida palabra e insiste más bienen la denominación “arquitectura neo andina”, sobre todo porque han pasado a ser en objeto de estudio no solo en las universidades bolivianas, sino también en el exterior.

Estos inmuebles también se han convertido en un atractivo turístico en los city tour por El Altoz. A lo anterior se suma que en uno de los salones de estos inmuebles semanalmente se presenta una modalidad de torneo de boxeo o lucha libre, pero entre mujeres vestidas con la indumentaria típica femenina de las aimaras. Lo llaman “pelea de cholitas” y los principales asistentes son turistas europeos.