«Lo tiran de un lado/ lo tiran pa’l otro/ y no se dan cuenta que está en una moto». Así dice el coro de uno de los temas más conocidos de María Rivas, la cantante venezolana que murió el jueves por la noche en un hospital de Miami, donde tenía varios días recluida por una complicación relacionada con el cáncer.
Ese tema lo escribió la intérprete para su hermano motorizado, pero también era una metáfora sobre un accidente en motocicleta que la tuvo confinada a más de cuatro meses en cama y que, según dijo en varias ocasiones, la puso a reflexionar sobre lo que quería hacer con su carrera que, para el momento en que su nombre comenzó a ser conocido masivamente, ya tenía 10 años.
Rivas (Caracas, 1960) comenzó desde muy niña con su gusto por la música. A comienzos de los años 80, la noche se convirtió en su principal aliada, por cuanto su voz era habitual en lugares de moda en Caracas, sobre todo en el Juan Sebastian Jazz, ya que este género fue el primero en el que se destacó.
Poco a poco fue creciendo e incorporando otros como el bossanova, el blues y hasta la Onda Nueva. Con Aldemaro Romero hizo una dupla que garantizaba el lleno en cualquier presentación. Críticos de la época aseguraron que la rubia se había convertido en una suerte de musa para el compositor.
A finales de 1992, su nombre toma fuerza gracias a El Manduco, un tema de Gilberto Simoza que la acercó a las raíces latinoamericanas y que la mostró en otra faceta. «El manduco pa’ la ropa / El manduco pa’ lavá/ Que mi manduco pa’ la ropa/ El manduco pa’ lavá», decía el coro de ese tema que se convirtió en un éxito tal que, aunque parezca una frivolidad, fue un número que presentó la cantante en el Miss Venezuela del 93, en una época donde solo que estaba marcando la pauta era tomado en cuenta para el espectáculo central de ese concurso.
Así se consolidó definitivamente su carrera. Las pequeñas giras que hacía para cantar jazz en clubes de Aruba y Curazao se agrandaron. Se convirtió en una asidua visitante de Japón, donde se encontraba haciendo gira cuando en 2007 se enteró de la muerte de Aldemaro Romero, de quien no se pudo despedir. Así fue trabajando y se estableció en Miami, donde en 2013 fue diagnosticada con cáncer de seno, pulmón y ganglios. Allí fue sometida a un tratamiento experimental y logró sobreponerse a la enfermedad.
Durante ese tiempo afianzó su vena como pintora. Se dedicó a este arte y una de sus creaciones llamó la atención del comité de los Premios Grammy Latinos, que utilizó una de sus obras para la ceremonia de 2014.
A finales del año pasado estuvo en Venezuela. Vino a reencontrarse con sus raíces, celebrar sus 35 años de carrera y promover «Motivos», su última producción que fue nominada al Latin Grammy. Dejó muchos planes en el tintero, como el tributo que le haría a Aldemaro Romero en conjunto con la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho o la Sinfónica de Carabobo, pues una recaída de la enfermedad, diagnosticada a principios de año, la llevó a hacerse un tratamiento que, contrario al de 2013, no tuvo éxito.