“No me gusta estar encerrada ni viendo clases online porque siento que aprendo más cuando voy presencial. Tampoco me gusta ver las clases de violín online”, confesó Sofía García, de 12 años de edad. Al igual que otros niños ella lleva un año prácticamente encerrada en casa como medida de prevención para evitar ser contagiada de COVID-19.
Esto hace sentir a Sofía “muy triste porque no puedo salir mucho y cuando salgo tengo que hacerlo con el tapaboca”. “Me aburro mucho aquí en casa, me gustaría estar más tiempo libre en el parque o en otro lugar o en un centro comercial, pero la mayoría del tiempo estoy en mi casa y eso me aburre”, dijo.
El psicólogo y miembro del consejo directivo de Cecodap, Abel Saraiba, señaló que una de las consecuencias de la pandemia ha sido el impacto que está teniendo en la salud mental de los niños y adolescentes. “Hemos visto un incremento en la prevalencia de alteraciones en el estado de ánimo, es decir, cuadros que tienen que ver con la ansiedad y la depresión hasta casi en 40% de los casos. Hay también un porcentaje significativo que presenta riesgo suicida, lo que llama nuestra atención”.
Destacó que son muchos los factores que se han conjugado para afectar a los más jóvenes: “La emergencia que atraviesa el país, la violencia, el impacto emocional de la pandemia y, por supuesto, las dificultades que existen para socializar y para que los niños y adolescentes puedan asistir a sus escuelas, lo cual constituía un importante factor de supervisión. Vemos mucha presencia de rabia, de cambios en el comportamiento que muchas veces se expresan como rebeldía o conflictos en la convivencia familiar”.
Tal como lo reflejó una madre, quien prefirió mantener en resguardo su identidad. Dijo estar muy preocupada por el comportamiento que ha tenido su hija en los últimos meses. “Ha bajado las notas, dice que no entiende ni le gustan las clases virtuales. Ha estado un poco irritable, desganada, no le provoca comer. A veces son las dos de la tarde y todavía anda con el pijama o no tiene hambre, a veces almuerza a las cuatro de la tarde”.
Detalló que a pesar de que tanto ella como su esposo están supervisando a su hija, no hallan cómo ayudarla. “He leído que a muchos niños esta situación les ha hecho perder los hábitos y las rutinas. Me ha pasado con mi hija, a pesar de que la ayudo y la apoyo. Su papá le pregunta qué le pasa, pero es ya mucho tiempo el que ha pasado. Más allá de que el gobierno haya dado permiso de salir en carnavales, creo que el problema parte de ellos, por el mal manejo de la información”.
Ayúdalo a canalizar
La psicóloga Siboney Pérez, miembro de la junta directiva de Psicólogos Sin Fronteras de Venezuela y del equipo psicoterapéutico Acompañando en el Dolor, que se lleva conjuntamente con el Grupo Social Cesap, explicó que muchas veces las afectaciones a la salud mental de los niños y adolescentes, es provocada por alteraciones en los adultos o por lo que ahora se conoce como “fatiga por pandemia”.
“Los niños son el grupo de personas más vulnerable dentro de las poblaciones. Todos estamos atravesando por lo que se ha denominado ´fatiga por pandemia´. Ahora son muy comunes todos los síntomas ansiosos, como, los cambios de humor, y esto está exigiendo de los padres mayor atención. Ha cambiado la dinámica familiar y los niños han tenido que adaptarse a nuevas formas de vivir. Además, la exigencia de las clases online crea en ellos una nueva convivencia con sus padres, que también están sometidos a la presión de trabajar desde la casa”, dijo Pérez.
Agresividad, desobediencia, rebeldía son algunas de las reacciones que se pueden observar en los menores. “Es fundamental apoyarlos e incentivarlos a que tengan rutinas, no ser tan rígidos y que se les acepte la expresión de sus emociones. Es importante y clave establecerles un horario a los niños para que creen hábitos. Mantener una estructura es importante. Por ejemplo, levantarse, desayunar, comer a horas habituales y ayudarlos a mantener la calma. También hay que motivarlos a hacer ejercicio sano, que salgan al parque y puedan hacer actividades distintas dentro de casa”, agregó la especialista.
Para Saraiba también es importante hacerlos conscientes de sus emociones: “Aunque parezca obvio para los adultos, no es tan obvio para los niños y adolescentes, quienes muchas veces se ven afectados por situaciones y no logran poder identificar exactamente qué es lo que les pasa. En ese sentido, es importante ayudarlos, preguntarles cómo están, cómo se sienten y estar atentos a las señales”.
Tal como lo expresó Luis Alejandro García, de 8 años de edad. “Durante este año en pandemia me he sentido preocupado por si me da COVID. Me he sentido triste porque no puedo ver a mis amigos y también me he sentido molesto, porque no puedo visitar a mis amigos y jugar con ellos. Lo que más me preocupa es que me contagie y tenga que estar en el hospital, de eso tengo miedo. Yo desearía volver para verme con mis amigos, jugar y saludarlos, porque ya tenemos mucho tiempo sin vernos”.
Al respecto, Patricia López, psicóloga infantil, considera importante tener un grupo de apoyo a distancia y si es presencial que se cumpla con todas las medidas. “Venezuela es un país donde las personas están acostumbradas al contacto con el otro y este confinamiento ha generado un sentimiento de duelo, porque se ha perdido ese contacto y los espacios para poder compartir con las personas”.
¿De vuelta al aula?
Contrario a lo que se pueda pensar, son muchos los niños y adolescentes que sí desean volver a las aulas de clases, retomar el contacto cercano con sus amigos y docentes. La presunción de que eso pudiera pasar pronto y que luego, debido a la aparición de una nueva variante aún más letal y el repunte de los casos se haya pospuesto la decisión de volver a la escuela, según los especialistas, podría crear sentimientos de frustración en los menores de edad.
“Creo que hay que salir del dilema de si es conveniente o no volver a clases, lo que hay es que crear las condiciones para que el regreso sea seguro. Debe haber condiciones mínimas que puedan garantizar la seguridad de niños y adolescentes, como de los docentes. En ese sentido, es necesario pensar y evaluar las condiciones y poder establecer una planificación efectiva que permita conocer las expectativas de estos muchachos, que pudieran emocionarse y, posteriormente, sentirse frustrados o sentir mucha ansiedad por el retorno a las aulas”, dijo Saraiba.
“Hay que entender su derecho a sentirse molestos, afectados, disgustados o frustrados por lo que están pasando. Por otro lado, hay que buscar ayuda profesional si es necesario, si su situación no es manejable desde el punto de vista emocional. La aparición de una nueva cepa puede llegar a afectar en tanto se revive una nueva angustia o incertidumbre sobre los peligros asociados a la posibilidad de contagio”, agregó.
López apuntó que este distanciamiento ha permitido a los jóvenes refugiarse en la tecnología y, en algunos casos, a reconocer las cosas buenas que puede tener el confinamiento. “Los niños se han refugiado mucho en los juegos electrónicos y actividades que requieren la interacción vía online, ya sea por clases o por contacto con el otro. La limitación del encuentro físico cercano es muy fuerte, los niños vuelven a quedar muy confinados en el ambiente familiar”.
Como en el caso de Daniel Cárdenas, de 7 años de edad, quien reconoce en la pandemia la oportunidad de compartir mayor tiempo de calidad con su familia: “A veces me siento aburrido, pero la pandemia me ha enseñado cosas muy buenas, como es el tiempo con la familia y el poder estudiar un poco más. Me gustaría ir al parque y a la playa, ir al colegio y poder hablar con mis amigos en el receso. Pero de estar en casa me la oportunidad de poder comerme mi comida caliente y no fría como lo hacía con la merienda. Además, al mediodía todos paramos lo que estemos haciendo para almorzar en la mesa”.
La especialista integrante de Psicólogos Sin Fronteras de Venezuela insistió en la importancia de que los padres y madres canalicen sus propias emociones. “Los adultos también deben intentar mantener sus emociones bajo control, evitar hablar de las preocupaciones frente a los niños, alternarse al cuidado de ellos. Deben mantener a sus hijos limitados al acceso a las noticias y el estrés. También es importante preguntarles qué han aprendido ellos de la pandemia, de la familia y la crisis, abrir espacios de diálogo con ellos”.
López confesó que muchos padres se sienten sobrepasados por la responsabilidad de educar a sus hijos en casa, pero deben hacer un ejercicio para mantenerse sanos y cuidar de ellos. “Las mamás denuncian que la calidad de la educación es menor. Algunos papás comentan que no sienten que tengan las habilidades para poder transmitir lo que esperan de los docentes presenciales, hay mucho temor y confusión por no saber cómo va a ser ese proceso de volver a las aulas”.
Puntualizó que quienes deben mantener la sanidad mental de los niños son los adultos. “Es importante que puedan manejar el estrés, la ansiedad, la depresión y preocupaciones; sobre todo, si han tenido algún familiar que se haya contagiado porque ya les ha tocado vivir estas situaciones, incluso de pérdida de algún miembro”.