Uruguay tiene una fábrica de tequeños gracias a dos venezolanas

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A finales de septiembre de este año de pandemia, las venezolanas Oroyelix Lozada y Juliedy Guillén inauguraron la primera fábrica de tequeños en Uruguay. Un proyecto que inició hace cuatro años y en los cuales pasaron de coordinar las ventas por WhatsApp y hacer las entregas caminando o en bicicleta, a consolidar un equipo y transformar con sus manos el lugar que se convirtió en la sede de Tequeños La Rambla.

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Lozada describe el proceso como lento y duro. “Llegas a un país donde nadie te conoce y eres raro por tu acento”, dice. Pero este par de venezolanas no eran las únicas desconocidas en este territorio, también lo era el tequeño.

A Uruguay llegaron porque dos amigas, que para entonces tenían dos años en ese país, les brindaron la oportunidad de quedarse en su casa y guiarlas en el camino de migrar. “La desmejorada calidad de vida en Venezuela nos imposibilitaba visibilizar un futuro, a pesar de que ambas ejercíamos formalmente nuestra profesión y también teníamos un segundo trabajo de marketing digital, pero al cobrar los sueldos si acaso nos alcanzaba para comer una vez en la calle y el mudarnos juntas no era una posibilidad real”.

Las licenciadas en Comunicación Social mención periodismo, egresadas de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), se conocieron y enamoraron en los pasillos de la colmena mientras estudiaban. En ese entonces ninguna sabía hacer tequeños.

Oroyelix Lozada y Juliedy Guillén fundadoras de Tequeños La Rambla. Foto cortesía.

“Los primeros días en Uruguay fueron fríos, frustrantes, llenos de ansiedad, silencio y desilusiones. Recuerdo que llegué un lunes y el viernes de esa semana tuve mi primera entrevista, que para mí era sinónimo de buen augurio, pero resultó todo lo contrario. Asistía a muchas y no se concretaba nada.? Durante ese primer mes ambas buscamos desesperadamente trabajo en nuestra área y como no queríamos seguir consumiendo nuestros ahorros llegó a nosotros un contacto por la amiga de una amiga”, relata Oroyelix Lozada.

A través de una llamada esta muchacha, que residía a 180 kilómetros de distancia, les dijo que estaba en la búsqueda de un proveedor de tequeños para venderlos en su trabajo y en el departamento donde vivía. Juliedy le respondió: “Yo misma soy esa persona, yo los hago”.

“Yo la escuché de lejos y pensé que estaba loca. Cuando trancó le cuestioné si sabía hacerlos y dijo que tenía una idea y que iba a escribirle a su tío para pedirle la receta. Por mi parte, me comprometí a hacer la creación digital y gráfica de la marca”, señala Lozada.

Con esa llamada telefónica el tequeño llegó a Montevideo, Uruguay. Y para el mes siguiente cuando Juliedy encontró trabajo, la idea de hacerlos fue delegada a Oroyelix, quien aún no conseguía una ocupación formal. “En ese tiempo me dediqué a hacer las pruebas, a aprender y aunque Juli fue quien me enseñó, con la práctica fui perfeccionándome e imprimiéndole detalles a la elaboración que hoy en día amo hacer. También descubrí que hacerlos es terapéutico”, expresa Oroyelix.

“Sin duda, la práctica es lo que hace al maestro, ganas agilidad, aprendes cómo hacerlo más rápido y mejor. Una tarea que repites una y otra vez no se torna aburrida si constantemente estás cuestionando el por qué reaccionan los ingredientes de esa forma y si buscas hacerlo distinto, encuentras respuestas y aprendizajes valiosos”, enfatiza.

Ahora, el recuerdo de cómo llegaron a emprender en el mundo de hacer tequeños causa gracia en Oroyelix porque “Juli fue quien detonó el hecho de empezar a hacerlos”. “Pero tanto los primeros para la chica que los estaba buscando como los muchos posteriores, los hice yo porque Juli estaba comprometida con su empleo. Tuvo que dedicarse a él y no participaba en la producción, aunque en las noches, cuando llegaba, hacía envíos y así me ayudaba y brindaba su apoyo para Tequeños La Rambla”.

Oroyelix Lozada en la preparación de tequeños
Oroyelix Lozada en la preparación de tequeños. Foto cortesía.

Para Oroyelix el proceso de emprender en el exterior fue duro, requirió de empezar a cultivar hábitos y conocerse. “Fue entender que uno no es lo que estudia, un título ni lo que un día tuvo. Y que cada tarea alcanzada es un triunfo que hay que celebrar”.

“A partir de esos cambios empecé a transformarme y conmigo, nuestros tequeños. Comencé a crear y a pensar en grande, en un proyecto de negocio con ambición, futuro y personalidad. Empecé a creer que podía ser empresaria y como dicen ‘dueña de tu propio negocio’. También hubo un cambio en la mentalidad porque vender tequeños no era algo de lo que me sintiera orgullosa, pero cuando entiendes que no es eso lo que haces, sino que estás creando y transformando tus ideas en líneas de acción que generan un valor agregado que te hace bien, la energía es otra”, dice Lozada.

Al tiempo, Juliedy decidió dejar su trabajo “y hubo un cambio en nuestro negocio porque ya éramos dos voluntades comprometidas al 100%, haciendo que las cosas pasaran y funcionaran”. ·El sentimiento de pertenencia se hizo más grande y empezamos a creer que este proyecto podía ser tan grande como lo deseáramos”, afirma.

El 21 de septiembre de 2020, Juliedy y Oroyelix cortaron el lazo de la entrada de su fábrica de tequeños. “No lo podía creer. No imaginan las horas que invertimos y la realidad es que me la paso pensando en tequeños las 24 horas del día de los siete días de la semana, no solo en el producto, sino en todo, en la comunicación, la historia que quiero contar, la planificación, la materia prima, el reparto, en cuál será el próximo paso”, asegura Oroyelix.

“Y he estado así durante cuatro años y justamente ese día, al estar frente a la gente que convocamos, que asistió para apoyarnos y respaldar nuestro negocio, la película de las horas de esfuerzo, dolores de espalda, largas caminatas de entrega de pedidos, el pararse temprano para ir a buscar el queso. Todo, todo, todo eso me vino a la mente y me sentí la persona más afortunada del mundo. Ahí solo lloré de alegría”, exclama.

Oroyelix Lozada y Juliedy Guillén cortan el lazo en la inauguración de la fábrica de tequeños. Foto de Barbie Raw

“Lograr la fábrica fue literalmente sudor y lágrimas, y sabemos que la gente conoce la historia y el esfuerzo tremendo que hay detrás de nuestra marca. Que empezamos siendo dos y poco a poco se ha sumado gente a nuestro equipo porque les gusta la historia de trabajo. La clave ha sido no desistir, incluso cuando hay días que lo único que queremos es tirar la toalla, y son los mensajes lindos de las personas que reconocen nuestro trabajo y les gusta la cajita de tequeños que reciben, la tremenda gasolina que nos da ánimo para continuar”.

A pesar de la pandemia y las consecuencias que ha generado para la economía en el mundo. “Este año para nosotras y nuestro equipo ha sido el mejor. Tequeños La Rambla ha tenido un crecimiento inesperado y progresivo. Desde 2019 buscábamos un local y antes de elegir en el que estamos ahora, estuvimos a punto de cerrar una negociación con otro que por razones varias no se dio. Y no se dio porque no debía darse, porque justamente después de que se cae la negociación, llegó la pandemia y ahí entendimos la razón. Luego con este local se nos presentaron otro montón de obstáculos y si bien a veces nos cuestionamos hasta cuándo pasarán cosas, aceptamos que a diario se presentan retos y está en nosotros armarnos con la actitud para enfrentarlos”, añade Oroyelix Lozada.

“No queda otra que mirar el problema de cerca y moverse en función de lo que se tiene y se puede para generar soluciones. A veces existe en muchos el deseo de emprender, pero el hecho de no tener dinero lo ven como una limitación e impedimento. Pero hay que buscar opciones, hay personas, organizaciones o fundaciones que gestionan, subsidian y apoyan emprendimientos. Hay que moverse, estudiar el contexto para tener alternativas y opciones. En nuestro caso pudimos lograr esto, en parte, por programas de apoyo que la Intendencia de Montevideo presta desde la Unidad Pymes”, dice.

El emprender en un país desconocido con un producto cuyo nombre no era reconocido en el territorio requirió de dos venezolanas, una llamada, una transformación interna y el enfrentarse a la situación de desempleo. Hoy por hoy la primera fábrica de tequeños en Uruguay está abierta para todo público sin distinción de nacionalidades y para quién llegue y no sepa cuál es el sabor de uno de los consentidos de la gastronomía de Venezuela, están las esposas Oro y Juli, como le dicen por cariño, para explicarles que se trata del protagonista de esta historia de migración, emprendimiento y orgullo desde la distancia.

No olvide ver nuestros reportajes en: www.hispanopost.com

 

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Abigail Carrasquel
Abigail Carrasquel
Periodista venezolana

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