Venezuela: la Grecia de América Latina

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Ciertos reportes periodísticos de estos días dan cuenta del total estado de desolación que se observa en este momento en los puertos venezolanos. En un país en el cual las empresas privadas y públicas tienen desde hace rato una alarmante merma de sus inventarios, la compra de comida ha presentado serios retrasos.  La escasez de fármacos, por su parte, ha alcanzado las cotas de una emergencia nacional. La inflación ya tiene una cota de tres dígitos.

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El precio del petróleo venezolana ha descendido bruscamente. Eso ha agravado la ya muy grave crisis fiscal del país.  Nicolás Maduro, que ha endeudado a la nación a niveles inconcebibles, se ha quedado sin divisas para atender las demandas más elementales del estado venezolano. El control cambiario vigente en Venezuela fue el paraguas de un masivo fraude financiero.   Venezuela, un país que hace cinco años estaba nadando en dinero, es hoy una nación quebrada, gracias a una gestión, la chavomadurista, increíblemente irresponsable y corrompida.

Para colmo de males, los niveles de endeudamiento de la república son también terriblemente onerosos y alarmantes. El país está al borde del default.

En quince años, el chavismo ha invertido y dilapidado millones de dólares en fomentar toda suerte de modelos productivos colectivos, comunales y alternativos. Fracasaron por completo. Como fracasaron, también, los experimentos industriales y comerciales revolucionarios. Hugo Chávez llevó adelante un agresivo proceso de estatizaciones y expropiaciones. Gracias a eso, el parque industrial venezolano, alguna vez bastante constituido, es una ruina absoluta.

El caso venezolano presenta algunos elementos de carácter crónico. Maduro y sus ministros se han excedido con sus enormidades y disparates. Toda la América Latina debe estar muy pendiente de la bomba de tiempo venezolana,  Mientras el país se desangra, están vigente acuerdos lesivos al interés nacional pactados en Petrocaribe, y montos inconcebibles en ayudas financieras a economías como la de Nicaragua o Bolivia, que hoy, paradójicamente, presentan muy buena salud.  

El país se ha convertido en la Grecia de América Latina.  Empeñado de forma suicida en comprometer su capital político y su poder, Maduro se empeña en negarse a rectificar. Atrapado en la teología chavista, quisiera poder empeñarse por cuarta vez en “reimpulsar el socialismo” ajustando de nuevo controles y disposiciones sobre el empresariado.  Se comenta que se producen acercamientos apurados con la empresa privada. Muchos se preguntan si ya no será tarde. A todo el mundo le queda claro que el país se hunde y que Maduro no entiende nada.

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