“Mayor deterioro económico no implica cambio político”

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    Nunca antes el país había tenido que enfrentar un deterioro de los servicios públicos como el actual. Sin agua, con fallas eléctricas, con escasez de combustible. La pandemia pareciera un capítulo del Apocalipsis para el ciudadano que sobrevive dentro de una economía empobrecida y con hiperinflación. Al respecto, el economista Asdrúbal Oliveros reflexiona sobre el momento que vive en Venezuela y la necesidad de llegar a acuerdos de entendimiento.

    Explica que se equivocan quienes piensan que si se profundiza el deterioro económico se abrirá un espacio para la transición política. Todo lo contrario, más bien servirá para que el totalitarismo avance de manera mucho más feroz y siga expandiendo sus tentáculos de control social.

    Para Oliveros las sanciones no solo afectan mucho más al pequeño tejido empresarial que queda en el país y a los ciudadanos de a pie, sino que además han permitido que las actividades ilegales se hayan expandido y -de esa manera- grupos de poder alrededor de Nicolás Maduro se vean beneficiados.

    Sentencia con pesar que dentro de esta realidad de diatriba política en el medio de una administración de Maduro no reconocida, pero con control del Estado, y un gobierno interino de Juan Guaidó imposibilitado de ejercer el poder, lo más pobres están a la buena de Dios.

    -Venezuela ha estado en una severa crisis económica en los últimos años y con la pandemia y la escasez de gasolina pareciera empeorar. ¿Por qué no reacciona la administración de Maduro e impulsa cambios? 

    -Hay que ver la llegada de la pandemia a Venezuela dentro del contexto de la crisis. El país tiene seis años cayendo, ha perdido más de 70% de su economía, no tiene ahorros porque la hiperinflación destruyó su moneda y acabó con el generador clave de divisas que era el petróleo. Al final consigues al gobierno en una situación de vulnerabilidad, sin capacidad para poder hacer lo que otros países han hecho a través de los estímulos o la expansión del gasto para ayudar a empresas y personas, pues dentro de una hiperinflación una expansión del gasto presionaría más la tasa de cambio y los precios. 

    Nos encontramos con un gobierno atado de manos, sin espacio en la política económica y a lo que se suma el profundo deterioro de los servicios públicos. Adicionalmente, el margen de maniobra del sector privado -por más que intente- es muy limitado debido a los problemas de electricidad, de interconexión en telecomunicaciones, por la escasez de combustible y la falta de agua. 

    Adicionalmente, Maduro no tiene capacidad de pedir dinero prestado a ningún multilateral. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, ha dado créditos en condiciones flexibles a muchos países, pero en el caso venezolano hay un problema político que tiene que ver con el hecho de que el FMI -para no aupar un conflicto entre Estados Unidos y China- no reconoce ningún gobierno en Venezuela; así que no hay manera de que podamos acceder a ningún crédito. 

    El gobierno es presa de sus propias contradicciones, pues hay que tomar en cuenta que este no es un gobierno monolítico, sino que confluyen diferentes grupos de poder y de ideologías. En algunos momentos unos han tenido más peso que otros.

    Aunque el gobierno de Maduro impulse cambios en esta coyuntura, la capacidad de que el sector privado responda a esos incentivos es muy limitada, sobre todo por el problema de los servicios públicos. Los trabajadores ni siquiera pueden llegar a los hogares porque no hay gasolina. El colapso de los servicios públicos es responsabilidad de Maduro, así como la desinversión, el congelamiento de tarifas y la corrupción. 

    En líneas generales, el sector privado desconfía del margen de maniobra que el gobierno le pueda dar porque podría revertirlo en algún momento. Al final Maduro está en esa trampa: sus problemas ideológicos por un lado y el efecto sanciones por el otro, que impiden que puedan fluir recursos a Venezuela. 

    Un elemento adicional es la falla de mercado que estamos viendo y que tiene que ver con el surgimiento de una economía negra, que es fuente de recursos de grupos importantes que Maduro debe mantener contento. ¿Qué es mejor para Maduro? ¿Que un privado importe la gasolina, la distribuya y cobre un precio por ello, o que se la entregue a unos grupos de militares y ellos cobren lo que les da la gana para que esos grupos nunca se volteen? Esta estructura alimenta esas rentas ilícitas que sostienen el poder de los grupos de Maduro.

    La pugnacidad política en estos momentos ha subido de tono, pero en el campo práctico la gente parece estar más abandonada que nunca, a la deriva. ¿Ha podido constatar esto?

    -Efectivamente, uno de los peligros de esta crisis es que está ocurriendo una especie de despolitización de la gente. Me topo con que muchas veces los negocios o las empresas se dan cuenta de que hay un mundo político y ellos tratan de ajustarse. Hay como dos realidades paralelas. La política y la ausencia de alcanzar acuerdos, y la realidad del día a día en la que el empresario tiene que sostener un negocio y una familia. 

    En la medida en que la situación política no se resuelva y no se pueda construir el marco para una transición ordenada, difícilmente Venezuela va a poder obtener los recursos y realizar las reformas para que alcance los estándares de vida equiparables a la región. Tristemente lo que termina pasando es que todo el mundo está en modo de sobrevivencia. 

    -Parece que las opciones de emigrar se han cerrado ante la pandemia, los trabajos formales han desaparecido y la dependencia de la caja CLAP es cuestión de supervivencia, ¿podría esta situación prologarse por largos años?

    -Sí. Una de las cosas que más me preocupa es que siento que todo este proceso que está viviendo Venezuela y esa incapacidad de poder construir los acuerdos para una transición, terminen generando una estructura donde este régimen autoritario se afianzase en el poder y en la estructura de control. Siendo esto así, el espacio y margen de maniobra para la autonomía de los ciudadanos y de las empresas se reduce. 

    No comparto la tesis de que un mayor deterioro de los económico va a impulsar la transición en Venezuela, creo que más bien aniquila la independencia de la empresa y de los ciudadanos y en ese marco crece el grado de influencia y de la dependencia al Estado. Estamos en medio de esa dinámica.

    -Directv, la principal empresa de servicio de TV satelital acaba de abandonar Venezuela producto de las sanciones. Desde el punto de vista economicista, ¿qué tan efectivas son estas medidas para impulsar los cambios políticos?

    -Desde el punto de vista económico puedo decir varias cosas. Primero, lo que ha sucedido con las sanciones es que se ha diseñado un marco de incentivos para afectar la actividad del Estado que, en este caso, no tiene escrúpulos y cuenta con aliados importantes. De esa manera, se ha construido un tejido de relaciones y alianzas para neutralizar los efectos. Es así como el Estados termina escapando de esas sanciones y es cuando -quienes las aplican- deciden impulsar otras más fuertes. En esa escalada el deterioro de las empresas y de los ciudadanos se va haciendo mayor.

    En segundo lugar, las sanciones están pensadas para afectar al gobierno, pero existe lo que se llama el elemento reputacional. Es así como actores que están fuera de Venezuela, como bancos, y proveedores internacionales, al no tener claridad si esa actividad termina beneficiando o no a Maduro, deciden ser prudentes y dejan de hacer negocios con la contraparte venezolana para evitar violar el marco de las sanciones. Esto está teniendo efectos importantes en la dinámica del sector privado. 

    En tercer lugar, tenemos a un sector privado y ciudadanos cuyo marco de actuación cada vez se ve más limitado frente al escenario sancionatorio.

    La realidad es que las sanciones han permitido que las actividades ilegales se hayan expandido, porque existen incentivos para desarrollar actividades que no están bajo el radar ni la lupa del sistema financiero tradicional en Estados Unidos. Ejemplo de esto son las actividades ligadas al oro, al contrabando de combustible, a sobrefacturaciones de importaciones, a compra de productos estatales, al tráfico de estupefacientes.  Todo esto se ha convertido en renta importante para los grupos de poder y, a mi juicio, inhibe la posibilidad de quiebre y de facilitar una transición. 

    Si estos grupos de poder están acumulando tanta renta, no tienen incentivos para que nada cambie. De hecho, podemos terminar en un marco donde las sanciones en vez de facilitar una transición la alejen, ya que construye una estructura paralela y, mientras tanto, el sector privado seguirá estando muy perjudicado.

    -Pareciera que el hecho de que el gobierno interino de Juan Guaidó y su equipo manejen las cuentas de Pdvsa y Citgo no ha representado ningún alivio para la población en general. Se manejó como un gran logro, pero en la práctica parece no significar mucho.

    -Efectivamente, allí hay un gran problema entre las expectativas y la realidad. Hubo muchas expectativas con el manejo de activos de Venezuela en el exterior que podrían significar un flujo de ingreso para ser usados en función de los ciudadanos. Sin embargo, en la práctica ese dinero no está a disposición y gran parte está bloqueado o bajo investigaciones. Entonces, la verdad es que tienes a un gobierno que no tiene control de esos recursos. 

    Allí ha habido una debilidad importante de hacer las gestiones para tomar el control de esos recursos. Se ha avanzado muy poco. Tienes un gobierno que, aunque es reconocido internacionalmente, no cuenta con poder para manejar esos fondos. 

    También ha faltado explicar esto. Hace falta una estrategia donde fuese mucho más certera la capacidad de comunicación sobre los fondos y la disponibilidad de ellos, que permitiera tener una visual de los recursos. Eso tiene que ver con la transparencia. Yo hubiera deseado que el gobierno interino hubiese aclarado con cuántos recursos contaba. No es un trabajo muy profundo, solo aclarar qué está bloqueado y qué se puede tener o no. 

    Se aducen muchas razones. Una de ellas tiene que ver con el default de la deuda. Se ha dicho que en la medida en que se sepa que hay disposición de fondo afuera, el apetito de los buitres crece. Lo que más nos va a costar en la transición es el tema del pago de los tenedores de bonos, porque van a ser más duros con ese gobierno que venga después de Maduro.

    -¿Cree que llegó el momento de trazar nuevas rutas para impulsar el cambio económico y político? 

    -La pregunta es cómo reconfiguramos los elementos que permitan cambiar eso y facilitar una transición política en Venezuela que permita resolver el problema económico. Lamentablemente la economía y la política en Venezuela son hermanos siameses. 

    Yo no comparto la tesis de que puede haber recuperación económica sin camino político, porque primero están las sanciones. Necesitas fondos que aportan los multilaterales y si la transición no es ordenada, no van a venir esos fondos.

    Pero, además, sin la solución de los servicios públicos no hay espacio para el sector privado. Mientras más se demore la transición política, más bajo caerá la economía. Hay que entender que mayor deterioro económico no implica cambio político.

    -Hay quienes aseguran que para Venezuela el petróleo ya no será importante y que en pocos años su uso disminuirá. Sin embargo, hay ingenieros financieros que ya hablan de una metamorfosis del negocio petrolero con demandas y servicios diferentes. ¿Qué piensa al respecto?

    -El petróleo en Venezuela va seguir jugando un rol fundamental. Tenemos que insertar la concepción del negocio petrolero venezolano en ese nuevo marco internacional. Los países están más preocupados por energías limpias, donde las alternativas están avanzando. Hay que darle espacio al sector privado. El Estado solo debe estar en la regulación, no puede ser más empresario petrolero. Hay que hacer cambios institucionales profundos para garantizar inversiones en ese sector y tenemos que aprovechar el corto y mediano plazo. 

    El peligro que corremos es que el mundo transforme su matriz energética y nos quedemos con ese petróleo. Hay que aumentar lo más que podamos los niveles de explotación y desarrollar una industria que vea más allá del petrolero crudo y desarrolle aguas abajo los negocios de valor agregado. Hay que insertarse en la dinámica de los cambios de matriz energética que están surgiendo en el mundo con empresas como BP, Shell, Chevron, todas ellas trabajan en área de energías limpias. No quieren desaparecer. 

    En definitiva, quienes proponen quitarle el peso a la industria petrolera en el corto plazo; el sector petrolero será un motor fundamental en ese corto plazo. 

    -Si se lograra un pequeño acuerdo para reinstitucionalizar el país, ¿cuál sería la primera institución que usted recomendaría que debería ser rescatada?

    -Los acuerdos tienen que tener un marco de credibilidad donde haya cumplimiento de ambas partes. Si efectivamente hay algo de espacio para esa construcción de soluciones, se debe centrar en la recuperación de los servicios públicos, porque es perverso el efecto que tienen en la población y es una camisa de fuerza para el desarrollo del sector privado. 

    El problema es que no veo aun el espacio para que eso se dé, porque en ninguna de las dos partes está dispuesta acceder. Estamos en un contexto donde el gobierno de Maduro lo que quiere es ganar tiempo y eso no es viable. Por el lado de la oposición lo que quieren es que el gobierno salga inmediatamente, y en ese marco en el que cada uno se mueve no hay acuerdo 

    -Finalmente, ¿quién está pensando en los pobres?

    -Los más pobres están a la buena de Dios. El Estado no tiene capacidad de atenderlos y la dinámica de la transición -si bien tiene en su marco de acción un gobierno de emergencia para resolver la grave crisis social- pareciera estar lejos. 

    El Estado actual no tiene capacidad de respuesta y quien pudiera contar con esa capacidad no puede acceder al poder. Entonces, terminas con una realidad en la que los pobres están a la deriva. Esa la expresión más evidente de la tragedia venezolana. 

    Todo esto tiene un costo para el hoy y el mañana en términos de las formaciones de generaciones de relevo, en la capacidad de que el país pueda recuperar y en términos de facilitar una transición. 

    Cuanto más pobres existan en Venezuela y más gente haya en grado de vulnerabilidad, más poder tiene el Estado totalitario.

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