A estos cinco galanes venezolanos no les afectó el paso del tiempo

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Nada es más romántico que vivir las historias de amor de ficción. Tal vez por eso los cuentos de hadas resultan tan exitosos, no importa cuántas ni en qué época se cuenten.

Durante la época dorada de la televisión venezolana muchos fueron aquellos galanes que robaron corazones. Quizás el rey es Guillermo Dávila. Heredero de un grupo de actores como José Bardina o Raúl Amundaray, quienes no solo triunfaron por su talento, sino también por su pinta.

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Y “El ídolo de una generación” logró no solo acaparar el interés de las jóvenes, sino también de las poco un más grandecitas que lo veían no solo como actor, sino como cantante. La historia de amor que escribió César Miguel Rondón para él y Alba Roversi dio para que se causara furor en torno a él. Tanto, que tuvo secuela, algo poco usual en ese momento. Ligia Elena (1982), con la inspiración en el tema homónimo de Rubén Blades, sirvió de punto de partida para construir una imagen idílica en torno a él. Nacho, la continuación, si bien no tuvo el mismo éxito, le permitió abrirse camino internacionalmente.

Actualmente, Guillermo Dávila está alejado de la actuación. Vive entre Miami y Puerto Rico y pasa por un momento crucial en su vida, en el que la polémica lo ha arropado: el tardío reconocimiento de una paternidad en Perú. Vasco Madueño, su hijo y también músico, no está aún en disposición de limar las asperezas.

Víctor Cámara robó corazones y suspiros desde que de la mano de Delia Fiallo comenzó a triunfar gracias a Topacio (1984). Si bien fue justamente su estampa la que lo puso en el ojo de los ejecutivos de RCTV para darle el papel junto a Grecia Colmenares, esa producción fue el trampolín para ambos en el mercado internacional.

Cámara se convirtió en un galán sin edad. Él pasó por los cumpleaños, pero no los años por él. Y funcionó tanto en los papeles de protagonista, como de villano. Un comodín que le permitió convertirse, en una época, en el actor mejor pagado de la televisión venezolana. En estos momentos, Cámara se dedica a la política, aunque el año pasado perdió en su aspiración de convertirse en alcalde en Doral, Miami.

La locura que desató Cristal (1985) a mediados de los años 80 en España forma parte de los récords del medio internacional. Diariamente, mientras la historia de Cristina y Luis Alfredo estaba al aire, los españoles abandonaron la tradición de la siesta para saber qué pasaría cuando Cristal y Victoria se enteraran de que, realmente, eran madre e hija. 

No hubo un actor del elenco principal que no viajara hasta ese país en verano para presentarse en la TV, firma de autógrafos o cualquier templete que le armaran. Pero, sin duda, quien mejor salió parado de ese tiempo fue Carlos Mata. Ese éxito no solo cotizó su talento, sino que lo hizo dedicarse por un buen tiempo a algo que a él le gustaba, la música. Llenó estadios, grabó discos y obtuvo los medios suficientes que aún lo mantienen haciendo cosas, sobre todo montajes teatrales en Miami.

A Fernando Carrillo el apurruño de fanáticas casi no le permitían entrar a grabar Abigaíl (1988) en RCTV. Era tal el furor que había causado su personaje, que lo anterior que hizo poco se recuerda. Además, al poco tiempo él y su compañera protagonista, Catherine Fullop, anunciaron que la ficción le ganó a la realidad y no solo se comprometieron, sino que se casaron. Carrillo y Fullop se montaron en la ola del éxito que tuvo Abigaíl y se mudaron un tiempo a España. Trabajaron montones de proyectos juntos hasta qUE a los cuatro años el final de su historia no fue feliz.

Mientras Fullop hizo vida en Argentina, Carrillo trató de hacer lo propio entre México y Miami. Sin embargo, en los últimos años tuvo que despedirse de la llamada ciudad del sol, porque una denuncia de paternidad irresponsable en su contra le augura aprehensión segura si pisa Estados Unidos. Por eso, compró una reserva turística en Tulum, en la costa mexicana, donde el año pasado se casó y convirtió en padre por segunda vez.

Jean Carlo Simancas fue también ícono de la galanura en la televisión venezolana en una época. En los 70 era crédito obligado en telenovelas tan exitosas como Luisana míaLa hija de Juana Crespo (definida por muchos como el origen de la telenovela cultural), Marielena y tantos otros títulos que con solo nombrarlo era garantía de éxito.

Antes de la pandemia, se había anunciado que Simancas volvería con un proyecto televisivo, en el cual no solo él sería protagonista, sino que se encargaba del guion y la dirección.

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