Cáritas de Venezuela: “Estuvimos antes, estamos ahora y estaremos siempre”

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El sábado 8 de octubre, cuando un deslave arrasaba con las casas y los comercios de Las Tejerías, en el estado Aragua; en Guasdualito, estado Apure, brillaba el sol.

En esa ciudad de los llanos se encontraba Janeth Márquez, quien dirige a nivel nacional Cáritas de Venezuela: la pastoral de la iglesia católica cuya misión es el servicio social.

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Aunque no pudo estar en el lugar el primer día de los sucesos; desde donde se encontraba, Márquez activó a una organización que tiene oficinas en todas las diócesis del país, que cuenta con 30 centros de acopio a nivel nacional, y que trabaja de la mano con sus 30.000 voluntarios inscritos, todos prestos a servir apenas les hacen el primer llamado.

Hasta el día lunes 17 de octubre el número oficial de fallecidos por esta tragedia, llegaba a 54. Por eso es oportuno entrevistarla, para conocer qué ha hecho Cáritas de Venezuela en la zona y qué tanto puede hacer ante los altísimos niveles de devastación registrados.

Márquez es una socióloga de la Universidad Central de Venezuela que nació, a través de una partera -hace 58 años- en la comunidad caraqueña de Las Brisas del Paraíso, en el sector conocido como Cota 905. Y, desde que tenía 26 años de edad, trabaja para la citada institución eclesial.

Es decir, lleva más de la mitad de su vida dedicada a servir al prójimo: 32 años.

Estuvo en Vargas, junto a su equipo de trabajo, cuando el deslave del año 1999. También asistió a los damnificados que dejaron las lluvias del último trimestre del año 2010 y, más recientemente, atendió a los afectados de Santa Cruz de Mora, en el estado Mérida.

Todavía no ha llegado al punto de adelantarse a las tragedias. Fue hasta Apure (y luego iría a Táchira) porque quería analizar in situ el alcance de la reciente apertura de la frontera con Colombia. Estaba dedicada al tema migratorio. Pero apenas se enteró de lo que estaba ocurriendo, supervisó que una avanzada de la organización que dirige (entrenada para responder ante lo fatídico); acudiera en la mañana del domingo 9 de octubre hasta el lugar.

De allí que luego de hacer una evaluación inicial, conversar con el sacerdote de la zona, presbítero José David Ortega (párroco de la iglesia Nuestra Señora del Carmen), y acompañar a las víctimas, Cáritas emitiera el primer comunicado.

“Yo estaba con el cardenal Baltazar Porras, y estábamos reunidos con el obispo del Arauca, monseñor Jaime Cristóbal Abril González. Queríamos ver el tema de la movilidad, luego de que se abrieran oficialmente las fronteras. Sin embargo, la institución, en general, ha estado muy activa desde hace más de un mes porque ha llovido mucho. Estamos muy cercanos a Protección Civil, y ellos nos van advirtiendo los pronósticos. Además, ya veníamos atendiendo a los damnificados de San Carlos (Cojedes), Barquisimeto (Lara), y el Sur del Lago de Maracaibo (Zulia). Hemos mandando alimentos, enviado donaciones, y ayudado a la gente…”, explica Márquez.

Comenta que, desde el mismo sábado 8 de octubre en la noche, el director de Cáritas Aragua, presbítero Pedro Hurtado, estaba al tanto de la intensidad de las lluvias pero no logró tener todos los detalles de lo que sucedía en la comunidad de Las Tejerías, porque las líneas telefónicas empezaron a fallar.

Así y todo el domingo, como pudo, este sacerdote se llegó hasta el sitio del deslave y allí habló con el párroco del pueblo, José David Ortega, quien le contó cómo los gritos de la gente pidiendo auxilio lo movilizaron desde el día anterior.

Manos prestas para servir

Janeth Márquez habla de modo muy sencillo. Luce cercana, transparente, afable. Es imposible no entenderla. Y quizás sean esos rasgos lo que le permite comunicarse con facilidad con cualquier interlocutor: refugiados, obispos, privados de libertad, damnificados, empresarios, mandatarios, banqueros, artistas, periodistas, misses, representantes de organismos multilaterales y un infinito etcétera…

Pareciera que carece de prejuicios para acercarse al Otro. Tal vez por esta razón, en medio de la entrevista, se le escape un suspiro y comente: ¡Es que ha habido demasiado sufrimiento en este país, ya es hora de entendernos!

Por eso, a pesar de que el viernes 14 de octubre estuvo trabajando en Las Tejerías y comenta que el domingo 16 volvería al sector, nos recibió ese mismo día, al final de la tarde, en su oficina, en la sede de Cáritas (dentro de la Conferencia Episcopal Venezolana).

Allí nos explicó con detalle cómo la organización que dirige se activó ante la emergencia, y cómo piensan responder ante las demandas de este nuevo evento natural.

-¿Qué han logrado hacer en Las Tejerías y cómo han podido trabajar en el sitio, con las denuncias que hubo respecto al cerco militar?

-Nosotros tenemos más de 20 años trabajando en el área de Gestión de Riesgo. En el primer momento nos dejaron pasar sin problemas porque no había nadie. Estaba toda la tragedia y nosotros. La gente estaba conmocionada porque sus familiares estaban bajo el lodo. Apenas estaban sacando los cuerpos. Todavía no habían aparecido los cadáveres.

El primer grupo de Cáritas que acudió al sitio fue a evaluar los daños y, sobre todo, para acompañar al pueblo en el momento de mayor dolor. Al mismo tiempo, fuimos activando a todos nuestros voluntarios, que llegan a 30.000 en todo el país.

Con este evento comprobamos que lo grandioso de crecer como organización es que constatamos cómo cada quién sabe lo que tiene que hacer, ante una emergencia: quién va al lugar para hacer la evaluación, a quién le toca lanzar el comunicado, y así…

Durante la pandemia crecimos enormemente. Tenemos un manual de procedimientos y ya las Cáritas Diocesanas saben que deben plegarse al comunicado emitido por los señores obispos junto a nosotros, la Cáritas nacional.

Trabajamos así: luego de evaluar y acompañar a los afectados, abrimos los centros de acopio con la premisa de no recibir ropa. En estos momentos tenemos abiertos todos nuestros centros de acopio, que son más de 30, y a ellos se incorporaron los de las ONG como Cesap, Dividendo Voluntario para la Comunidad, Convite y Acción Solidaria.

También recibimos todo lo que nos mandan desde las empresas de envío como Zoom, MRW, Domesa, Tealca; y desde las empresas de telefonía celular como Telefónica y Digitel. Sin olvidar el aporte que han hecho agrupaciones como los Amigos de Venezuela en Miami, en Florida, en España, entre otros.

Son manos receptoras de donaciones, personas o instituciones, que creen en nosotros y en nuestro trabajo; y así se lo hemos expresado a los militares que están en Las Tejerías.

En un principio nos decían: “Todo llega a la autoridad única”, y nosotros les explicamos que si bien es cierto que es necesario estar organizados y cumplir con los protocolos; también hay que reconocer que los corazones tienen sus propias preferencias.

Hay corazones que quieren dar su donativo a la iglesia evangélica. Hay corazones que quieren dar su aporte a la iglesia católica, y hay otros corazones que quieren entregarle su donativo al chavismo.

El objetivo final tiene que ser que comprendamos que en una emergencia hay actores reconocidos que deben participar, y la iglesia es uno de ellos.

¿Qué tanto? La iglesia de Tejerías está a media cuadra de donde ocurrió la tragedia y el padre José David Ortega, y todos sus feligreses, están atendiendo a los afectados desde el primer día.

Estamos hablando de una gente que estaba allí cuando no habían llegado todavía las autoridades, porque estas no podían entrar.

Por eso siempre decimos que debemos formar a la gente dentro de las comunidades porque son los únicos que podrán salvarse en las primeras horas de la emergencia. Después llegarán los helicópteros y todas las organizaciones de ayuda que vienen de fuera y ponen sus normas.

Así como nosotros los entendemos, ellos nos tienen que entender. Llegamos a un consenso: ellos saben que somos la Iglesia y que estamos trabajando. Nos ven para arriba, para abajo, llevando la ayuda, con los camiones y, además, cuando cocinamos las ollas comunitarias, compartimos con ellos. Sabemos que ellos están allí y a veces pasan hambre.

Tenemos la experiencia. En todas las tragedias nos ha pasado. Acá mismo con la pandemia del Covid-19. Al principio nos decían: “No pueden pasar”, pero cuando empezamos a llevar los tapabocas, el alcohol, las medicinas, de un lado al otro de la ciudad, y nos veían trabajando, nos abrían el paso.

Hemos ganado un lugar y también tienen que entender que ellos solos no pueden encargarse de toda la tragedia.

Justo hoy le decíamos a los militares: «Nosotros no podemos poner la luz, no podemos poner el agua, no podemos remover esta tierra, no podemos garantizar la seguridad. Tiene que venir el Estado y cumplir con esas responsabilidades, que son suyas. Ahora, nosotros acompañamos a los afectados y podemos mover corazones para que otros se motiven a ayudar. Entonces, sí somos actores. Nuestro trabajo es importante y eso lo tienen que ver».

Este país ha pasado por demasiadas discordias. Este país necesita dejar las rencillas, necesita alivio y ver quién nos puede ayudar. Esto no significa que estemos legalizando un régimen, sino que la gente se nos está muriendo. Hay mucho dolor y nuestro trabajo es humanitario, no es político.

-Más allá de las proporciones de la tragedia, ¿qué diferencia perciben entre lo que ocurrió en Vargas y en Las Tejerías?

-Vargas fue una gran tragedia, por la magnitud. Esto es más pequeño, pero es una gran tragedia también. Hay mucha gente con pérdidas materiales en la infraestructura de sus viviendas y eso nos da mucho dolor: ver a personas que tuvieron que hacer mucho esfuerzo por levantar sus casas, hasta de tres pisos, y las perdieron.

Es el pueblo. Gente que abrió en el primer piso de su casa una panadería y la perdió. Hoy hablé con una señora que tiene 40 años viviendo allí, y me dijo que nunca había visto ni siquiera crecer el río. Ella no puede entender lo que pasó.

Y todavía hay localidades en la montaña donde debe haber más muertos, porque mientras más arriba se construye, la gente es más pobre y las casas son mucho más endebles.

El padre Ortega nos dijo que hasta allí todavía no habían podido llegar. Piensan hacerlo en helicópteros.

Solo hay que imaginar que si las lluvias cayeron de ese modo y arrasaron con el casco central de Las Tejerías, cómo habrá sido arriba en la montaña.

-Con las lluvias del último trimestre del año 2010, Cáritas de Venezuela abrió, dentro de su sede en la CEV, un área que llaman El Trapiche para recibir las donaciones del público y de la empresa privada. ¿Por qué este lugar está cerrado ahora? ¿Cómo ha sido la respuesta, en cuanto a donativos, ante este nuevo evento natural?

-Nos hemos modernizado en nuestro trabajo y hemos logrado una óptima coordinación con la empresa privada. Seguimos teniendo nuestros depósitos aquí para algunas cosas que no se puedan llevar hasta allá.

Después tenemos lo que llamamos “Camiones de la solidaridad”, que van directamente hasta el lugar donde se encuentre la donación y, además, ofrecemos nuestros 30 centros de acopio en todo el país.

Para dar respuesta inmediata ante esta tragedia, tenemos uno en El Consejo, estado Aragua; y así no colapsamos la iglesia de Las Tejerías, que en este momento está tan llena de ropa donada que no cabe ni un insumo.

Otro logro que alcanzamos, producto de la experiencia que hemos ido adquiriendo en la atención de las tragedias, es la alianza que tenemos con las empresas de envío (Tealca, Zoom, MRW y Domesa).

Después de la vaguada que hubo en Mérida, el año pasado, ellos se pusieron a la orden y así cualquier donativo que llegue a su oficina, no los hacen llegar hasta acá o nos lo envían a donde nosotros se lo pidamos.

Todo eso hace que la mayoría de los donativos no tengan que entrar hasta acá. Hemos agilizado los procesos.

Lo que entra a los depósitos de la sede de Cáritas Venezuela, en Caracas, ocurre solo para descongestionar al centro de acopio más cercano de la tragedia, que en este caso es la iglesia Nuestra Señora del Carmen, en Las Tejerías.

Y si bien el venezolano es muy solidario, a pesar de las limitaciones económicas por las cuales pueda estar pasando, todavía nos falta formarnos en cultura de riesgo.

Nos hace falta entender que los efectos de la tragedia no se limitan a un solo día. La tragedia significa tiempo.

Hay una gente que perdió todo y se la llevaron a un refugio, pero hay una gente que perdió solo el primer piso de su casa. Ellos se quedarán en la zona, aunque su casa esté llena de tierra.

En relación con los donativos, nosotros no podemos recibir más ropa. Es tanta la que ha llegado, que podemos correr el riesgo de destruir a nuestros voluntarios al ponerlos a doblarla y clasificarla. No tenemos tiempo para eso, porque debemos hacer otras cosas. La prioridad para las primeras semanas siempre es agua y comida.

En estos momentos nos están ayudando muchísimo unas donaciones de restaurantes que nos entregan la comida ya preparada. Nos mandan todos los días 4.000 viandas. Eso lo entregamos a quienes están sin casa y también para los que están ayudando a los damnificados.

También contamos con la casa del padre de la parroquia. Él tiene un comedor y todos los días entrega comida a 250 personas. Además, tiene un patio gigantesco atrás. Allí se colocaron las ollas comunitarias y se cocina para los funcionarios de las policías, los bomberos, Protección Civil. Para todos.

Y para cerrar la idea respecto a las donaciones: la Iglesia tenía mucho tiempo sin hacer colecta y ahora se empieza a mover. Se percibe cómo se está activando.

No estoy diciendo que “el país se arregló” y me vaya a caer todo el mundo encima por eso. Pero sí hay unas posibilidades que no estaban ayer.

Venimos de una crisis, con una pandemia de Covid, donde la gente estuvo muy empobrecida. Y en la colecta se recogían solo billeticos de a dos bolívares.

Esta tragedia de Las Tejerías ha generado un dolor muy grande. Ha movido corazones, y la ayuda se está activando.

-¿Qué ha sucedido en esta semana que te lleva a pensar eso?

-La respuesta que hemos tenido de algunas instituciones: VenAmCham (Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria), Cavidea (Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos) y Polar. Yo no sabía de ellos desde hace años.

Así como también empresas pequeñas que nos han llamado para ponerse a la orden.

Las empresas de telefonía celular nos preguntan: “Señora Janeth, queremos ayudar”. Teníamos años que no se daba eso. Pero además, lo entendíamos. Estábamos pasando por una crisis.

En esta semana nos ha llamado gente a preguntar: “¿Cuál es la cuenta de Cáritas, para enviar ayuda?”

Hay donaciones de 30$, pero eso es significativo. Los venezolanos fuera del país, llaman y preguntan: “¿Cómo podemos ayudar?, queremos hacerlo”. “¡Estamos con ustedes!”

Eso es para que se le mueva a uno el corazón. Nuestros venezolanos que se fueron, no están lejos de nosotros. Están con nosotros. Algo debe haber mejorado la situación para que la gente tenga la posibilidad de ayudar.

La “Campaña Compartir” tiene años que no recoge ni un medio. Y ya asumimos que no será más una campaña para recolectar fondos, sino para posicionar un tema. El tema de la desnutrición, por ejemplo.

Usualmente, los que más dan en la iglesia son los pobres. Bueno, al no tener nada, no podían dar. Y la gente del sector privado también estaba duramente tocada. Ambos han empezado a tener alguito. Teníamos esa percepción, pero este año constatamos que se convirtió en realidad.

-¿Qué hace que Cáritas de Venezuela pueda trabajar en el sitio sin que se les moleste? ¿Han hablado con el Ejecutivo nacional?

-No. Ni hemos ido a OCHA (por sus siglas en inglés, United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affairs), para pedirles un salvoconducto. Nada de eso. La respuesta es estar presentes.

El primer día, el militar que llegó se opuso un poco, porque ellos están pendientes de mantener la seguridad. Pero cuando están allí, van llegando más, ponen su carpa en la plaza; y ven al cura, ven la iglesia abierta, ven a los voluntarios trabajando, ven que, además, no solo ayudamos a las personas víctimas del deslave, sino que les preguntamos: “¿Ustedes han comido?”; y les ofrecemos que pasen a la casa, y les prestamos los baños de la capilla…Allí la relación cambia.

La presencia en el sitio hace la diferencia. En el primer momento de la pandemia del Covid-19 fue igual. Nos pararon. Luego, lo repito, cuando vieron que llevábamos medicamentos a personas enfermas, y hasta los trasladamos hasta donde ellos lo necesitaran; al tercer día, no tuvimos que explicar nada.

Solo decimos: “Somos de Cáritas y vamos con el padre”. Y ellos nos responden: “Pasen”.

El padre José David Ortega estuvo desde el primer momento y eso lo reconocen. Sacó gente del fango, ayudó a su gente. Además, llegamos con chalecos, uniformados y cuando preguntan: «¿Quiénes son esos?», usualmente alguien responde: “Ellos son los que ayudan, los de la Iglesia”. Hasta un militar un día de estos dijo: “Esos son los que tienen plata, déjenlos pasar”.

Janeth Márquez se ríe por la anécdota, pero la sonrisa le dura poco. Detrás de esa figura de mujer delgadísima, de estatura mediana, que pareciera tan frágil ante los vientos y las ondas tropicales de los últimos días; hay una persona tenaz, firme, recia, decidida y, sobre todo, discreta.

Uno intuye que ella sabe mucho más de lo que cuenta. Es, como dice el refrán popular, “dueña de lo que calla”. Quizás por eso lleve 32 años trabajando en una institución que es parte de la iglesia católica, donde la mayoría de la jerarquía y el poder descansa en manos de los hombres, los obispos.

Regresamos al tema de las relaciones entre la institución y el Ejecutivo:

-En el pasado, tuvimos reuniones directamente con Jorge Arreaza, quien nos ayudó muchísimo cuando era canciller de la República. Hubo momentos muy difíciles: era la época de la entrada de la ayuda humanitaria y el gobierno interino. En el Ejecutivo creían que toda la ayuda humanitaria era un tema político. Nosotros logramos reunirnos con Arreaza y le dijimos: “Nosotros hemos estado antes, estamos ahorita, y estaremos siempre. Este es nuestro trabajo, ¿qué hacemos?»

Después nos reunimos con Aristóbulo Istúriz, quien era el encargado del área social. También reconoció nuestra labor. Nos hemos reunido con algunos gobernadores y también con el presidente de la Conare (Comisión Nacional para los Refugiados), Rubén Darío Molina, quien es el encargado del tema migratorio. Él reconoció nuestra labor.

-¿Con Nicolás Maduro han hablado?

-Eso es más arriba. Con ellos se reúnen los obispos. Ha habido reuniones con el cardenal Baltazar Porras. Nosotros formamos parte de una iglesia que tiene diferentes actores y todos, a nuestro nivel, vamos haciendo cosas.

-La pregunta es: ¿Se ha logrado un diálogo entre el gobierno y la Iglesia?

-Creo que sí. Para los temas sociales hay mucha interlocución. Por ejemplo, con la pandemia del Covid-19 tuvimos que ponernos de acuerdo. Cuándo pasamos, cómo pasamos. Tuvimos salvoconductos que nos dio el gobierno. Nuestros camiones pasaron desde el primer día que se anunció la cuarentena, hasta el último día, cuando se levantó.

Estamos sentados en la mesa, de tú a tú, con Naciones Unidas, con OCHA, con el coordinador humanitario, con los embajadores.

El cardenal se ha sentado con Maduro, para otras cosas. En esta semana, luego de la tragedia de Las Tejerías, no ha hecho falta. El gobierno está haciendo su trabajo y nosotros hacemos el nuestro: estar con la gente.

Yo no necesito ir para donde Maduro a pedirle que me deje pasar en Las Tejerías. Es en el campo, con el militar que esté ahí, con quien tengo que hablar. El padre que vive allí hace los primeros contactos. Luego viene el padre diocesano y, después, nosotros.

Las Cáritas tienen varias instancias. Es el sacerdote de la parroquia quien está allí desde el día uno de la tragedia. Yo estaba impresionada. Es un hombre como de 40 años, y allí estaba, con sus botas plásticas, trabajando. De hecho, el otro padre, el director de Cáritas Aragua, Pedro Hurtado, le dijo que tenía que descansar porque podía colapsar.

-¿Cuáles serán las acciones de Cáritas en lo inmediato?

-Lo primero fue evaluar. Hicimos el llamado de ayuda, lanzamos el comunicado y prestamos el apoyo como subsidiarios. Respondemos a necesidades pequeñas, respondemos al público que desea apoyar y donar porque nos tienen confianza. Entonces nosotros llevamos esa ayuda pero siempre como subsidiaria de lo que está haciendo el gobierno.

La declaración de Emergencia no es porque allí hubo personas fallecidas. Esa declaratoria significa que el gobierno no puede resolver el problema solo. Las ayudas humanitarias se declaran cuando el gobierno dice: “No puedo. Necesito ayuda”.

Nosotros somos un actor importante. Somos la Iglesia. Nos hemos ganado nuestro lugar y, además, lo queremos hacer. Ahora estamos en todo el país. No hay un lugar donde no estemos.

Es lamentable que el germen haya sido la crisis; pero ha sido, justamente, en respuesta a esa crisis que hemos crecido y nos hemos multiplicado. Tenemos 30.000 voluntarios reales. Y en Las Tejerías hay personal de Cáritas nacional, Cáritas parroquial, Caritas Cúa, y Cáritas Los Teques.

¿Qué viene ahora? Necesitamos precisar qué podemos hacer y cómo podemos intervenir. Ya el padre parroquial, José David Ortega, y el diocesano, Pedro Hurtado, están sentándose en mesas de trabajo junto a otros actores.

Unas personas nos dijeron que podían recuperar una escuela con nosotros. Es una oferta, y de eso se trata: de poner opciones sobre la mesa. Nosotros decimos: “Podemos contribuir a recuperar una escuela, ¿quién puede recuperar la otra?”

En este momento no podemos construir casas. En Vargas hicimos muchas casas. Para ese momento había muchísima cooperación internacional. Al día de hoy todavía eso no ha ocurrido. El apoyo más bien ha venido de parte de muchos venezolanos que están fuera del país. 

-¿Y los organismos multilaterales no se han pronunciado?

-Apenas se abrió la llamada de Emergencia, el BID ofreció 200.000 dólares. En las próximas semanas, es probable que la gente se enfoque en otros temas. Eso suele ocurrir y es normal, es parte de la vida. Llegará la Navidad y habrá otros temas…

Casi siempre es en las siguientes dos semanas a la tragedia cuando los corazones florecen, y la gente muestra empatía. Luego se tiende a olvidar.

Entonces nosotros solemos decirles a los donantes de mayor magnitud: “Hagan la donación para dentro de un mes. Porque en ese momento se acaban estos primeros donativos”.

-¿Qué tanto se puede hacer con ese dinero?

-Con ese apoyo se pueden atender 1.000 beneficiarios: entregarles kits de higiene, darles bolsas de alimentos, dotarlos con colchonetas.

En tres semanas sabremos cuántas personas lograron limpiar sus casas pero perdieron los enseres. Entonces nosotros les daremos colchones, o filtros de agua, si no los tienen. Eso es, para nosotros, prioridad.

Respecto a la escuela que se quiere recuperar, podríamos comprarles la planta de luz, y así… dar respuestas en función de las necesidades que se presenten.

-¿Cómo hacen para no redundar en la ayuda que ofrezcan otros entes?

-Las mesas de trabajo con los curas presentes nos darán el diagnóstico exacto de lo que se necesita. No hay muchas organizaciones. A lo mejor abrirán una convocatoria, para un proyecto en particular, pero luego pasa. La vida sigue.

Nadie se queda con el dolor ajeno. Nosotros ahora compartimos el dolor de ellos pero el dolor es de ellos y ahí se les quedará en su corazón por un tiempo. Pero el que comparte el dolor, al mes ya se le olvida. Y tiene que ser así porque si no nadie seguiría vivo y sano. Cada ser humano sufre su dolor en algún momento.

Nosotros vamos a continuar en Las Tejerías. Pensamos que podemos estar tres meses seguidos allí. Seguiremos ayudando en las pocas cosas que podamos hacer. Y el cura de la parroquia continuará junto a sus feligreses. Seguiremos haciendo la sopa, seguiremos acompañando.

Ahora, si conseguimos una cooperación internacional, si alguna Cáritas del exterior nos dice: “Yo voy a ayudar”, haríamos otros proyectos. Porque lo que más queremos es continuar formando en la cultura de Gestión de Riesgo. Ofrecerles talleres para que tengan la capacidad de ver dónde está el riesgo, dónde está la vulnerabilidad y estar prevenidos ante ella.

¿El riesgo en Las Tejerías era inminente?

-En todo el país hay construcciones de casas cerca de una quebrada. Ese es el problema que tenemos. Lo que pasa es que hace 100 años no llovía como llueve en la actualidad.

Antes escuchábamos de los coletazos de los huracanes pero eso no sucedía acá. Ahora pasan las ondas tropicales todas seguiditas.

Esto vino de la montaña. Llovió mucho pero así mismo es en la Cota 905 y será en Antímano y también en Petare, porque si continúa lloviendo de este modo, los terrenos cederán.

Esto tiene que ver con el tema del cambio climático, que nos debe llevar a pensar en lo que ocurrió en Santa Cruz de Mora, estado Mérida. Empezar a hacer mapas de riesgo, avisarles a las personas a dónde no deben ir y dónde sí deben permanecer para protegerse. Eso lo hicimos con los expertos de la Universidad de Mérida. Eso queremos. Continuar trabajando de la mano de Protección Civil, y educar a la población en estos temas de prevención.

-De manera informal se acusa al venezolano de ser muy irresponsable, por cuanto reincide en la construcción de viviendas en las cercanías de un afluente de agua. ¿Esto es realmente así?

-Son reincidentes, pero no por brutalidad o por irresponsabilidad. Lo hacen por necesidad. Es gente que fue haciendo su casa poco a poco. Hubo una época que tuvieron recursos, lograron levantarse y hacer sus casas. En la actualidad, hemos tenido muchos años de empobrecimiento, aunque la gente tenga sus mismos bienes.

Yo soy de la Cota 905 y tengo una casa allí, pero ha habido otra gente que las lluvias le han llevado sus casas. Ahora la gente está empobrecida, los sueldos bajaron mucho.

Esa misma gente que logró, con 30 años de esfuerzo, levantar su casa y ponerle cerámicas, no se irá ahora para un refugio. Se les destruyó el primer piso de su vivienda, pero le quedan otros dos, aunque sepan que allí sigue la misma quebradita.

El gobierno promete casas a quienes se quedaron sin vivienda en Las Tejerías. Nosotros conocemos a personas que tienen años viviendo en lugares habilitados como refugios. Luego de las lluvias del último trimestre del año 2010.

Eran espacios donde funcionaban los consejos comunales y fueron “apadrinados”, por organismos públicos o ministerios. Ahí sigue la gente.

Sí, es cierto, se han entregado viviendas a muchas personas, pero también hay “negocios”. Así como ocurre que hay quienes no se adaptan a vivir en las viviendas hechas por las misiones. Porque la forma de vivir allí es muy dura.

Es otra cultura y si no sabes vivir de ese modo, no sobrevives. Tienes que tener mucho cuero. Allí hay mucha violencia y el que manda, manda, y te dice: “Usted no sube por aquí, o sube hasta las 6:00pm”.

Si tú no has vivido nunca en la Cota 905 y vas un día y se arma una plomamentazón te puede dar un infarto. Quizás no quieras regresar jamás.

En cambio nosotros, que nacimos allí, sabemos que mínimo tenemos que tirarnos debajo de un carro para protegernos. Me asusto, pero no por eso dejaré de ir al sector.

Hay personas que no están acostumbradas a eso. Se trata de sobrevivir entre el que vende la droga, la prostituta, el delincuente y, también, entre familias bien constituidas.

Pero sucede que hay gente que no tiene el cuero para vivir en ese medio. Sencillamente no pueden y se tienen que ir. A lo mejor las Misiones Viviendas fuera de Caracas son de otra manera, pero yo estoy segura de que quedó mucha parte del pueblo que está bien. Nosotros entramos por El Consejo y todo eso está perfecto. El daño ocurrió en el casco de Las Tejerías.

Ya llevamos más de dos horas conversando con Janeth Márquez y aunque sé que mi siguiente inquietud no es propiamente una pregunta sobre la Gestión de Riesgo, o sobre las consecuencias de una tragedia natural, no quiero perder la ocasión de pedirle (si esto es posible) una aproximación a su comprensión del accionar de Dios. Dicho de modo sencillo: ¿Cómo entender que muera gente inocente durante un deslave? Y ¿Qué determina que mueran unos y a dos metros más allá, otros se salven?

Es la segunda ocasión que se sonríe durante la entrevista, y me comenta que justo ese día, cuando estuvo en el lugar afectado, se formuló la misma inquietud para sí: “Me haces reír porque esa es la misma pregunta que yo me hacía esta mañana, cuando estaba en Las Tejerías. Veía tanta destrucción y olía tanto a muerto que le dije a las muchachas del equipo (es el único momento que se le quiebra la voz): `No puedo entender qué pasa. ¿Por qué tanto sufrimiento? Hemos pasado de todo: pobreza, crisis, Covid-19. Muchos han tenido que llorar a sus muertos y ahora les quitas la casa´,´¿Por qué a unos sí y a otros no?´, ´¿Qué pasa?´.

Y uno de los sacerdotes nos contestó: “Hay cosas donde no es Dios quien mete la mano. Somos los seres humanos que hacemos daño a la Tierra. Somos nosotros los que lanzamos plástico a los océanos y eso produce el desajuste ambiental. El calentamiento global nos seguirá haciendo daño sino tomamos medidas. Eso será lo que nos va a destruir, no es Dios quien lo hará. Somos los seres humanos que nos portamos mal entre nosotros mismos”.

“Yo le respondí” y le dije: “Pero cuando mi hijo se porta mal, yo igual lo ayudo, le doy una mano. Dios es nuestro padre, ¿por qué no hace algo similar?”.

Entonces el sacerdote me respondió que teníamos que orar mucho más, porque también pudiera haber un terremoto que acabe con todos. “Hay que orar para que no nos ocurran más tragedias”, me dijo.

¿De qué te aferras para no colapsar?

-También eso me lo preguntaron hoy. Así como me preguntaron si nosotros les pagábamos a los voluntarios, para que participaran de ese modo. Y no, no les pagamos.

Es un tema de fe. Hay personas que nos están ayudando a servir a los afectados y dedican su día para atender al Otro. Saben que solo les daremos una sopita, y aún así siguen. La respuesta es la fe: es su fe la que los anima a ir hasta Las Tejerías, o hasta donde haga falta, para ayudar.

Y la segunda razón es el cuero, la piel. Trabajar en el área social te da cuero. Igual que lo hace con el médico: puede que el primer día sienta miedo al operar. Ya después de 40 operaciones, sabe qué es lo que le corresponde hacer y cómo hacerlo.

A mí hay gente que me pregunta: “¿Cómo vas a pasar la trocha?”. Y mi respuesta es: “La he pasado 1.000 veces”. A todos nos da miedo, pero nos damos confianza entre nosotros mismos.

Creemos que Dios nos está ayudando. Y hoy, en Las Tejerías, lo decíamos: “Dios ha sido muy misericordioso con nosotros”.

Trabajamos todos los santos días del mundo durante los meses más fuertes de la pandemia: mañana, tarde, noche y seguíamos… Y sí, tuvimos Covid-19, pero el personal no se murió. Por eso es que digo que Dios nos ha mirado con misericordia.

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