Desde los tiempos de la Venezuela rural hasta nuestros días, los venezolanos se han inclinado, por algunos aspectos, más por la acción de votar en vez de elegir.
Es bueno recordar que durante la cuarta republica los partidos políticos invitaban al pueblo a votar por colores y no por hombres. Detrás de los colores se escondían muchos hombres que no merecieron llegar al poder si se hubiesen elegido.
Para Orlando Goncalves, experto venezolano en marketing político, “lo primero que impulsa a un ciudadano o ciudadana a votar es conocer al candidato, pero de inmediato surge una variable que define, en buena medida, su interés de ir a las urnas, y es que el candidato le agrade. Es decir, no existe racionalidad a la hora de sufragar”.
En nuestros contextos electorales la mayoría de las personas difícilmente leen los programas de gobierno que exponen los diversos aspirantes. Basta caerle bien o verlo, inclusive, como el más débil. Pudiesen ser las condiciones humanas las que los llevan a votar. Más que razones, son emociones.
En los países subdesarrollados la cultura política es muy básica y pragmática. Las estrategias de captación del voto muchas veces se resuelven con demagogias y praxis de populismo. Es decir, cuánto cuesta tu voto y listo, vender el voto es equivalente a callar tus críticas por adelantado, si existieran, contra la gestión en un futuro. Esto es parte del drama que viven los votantes de América Latina.
La memoria de los votantes mucha veces es frágil y el voto con criterio y reflexivo es muy difícil en países donde los mismos sistemas políticos diseñan estrategias de mantener al electorado en medio de un oscurantismo por situaciones de intereses.
Para los pueblos que tienen una cultura básica el camino es el emotivo. Ese voto que no piensa, pero es de beneficios. Ese voto que espera la dádiva, el regalo, la limosna, el ridículo del candidato, que cante o baile.
El voto emocional, en sí es un insulto y hasta una mediocridad, pero los medios lo ponen como una significativa condición social, como algo circunstancial y sin importancia. Es evidente, que aún existe un pueblo activado en habituales protestas que luchan día a día por un futuro mejor articulado a la calidad de vida, y otro colectivo defendiendo estoicamente su proyecto Madurista.
Esto es parte del drama que vivimos los venezolanos: tenemos la oportunidad de votar por un continuismo o elegir por una propuesta democrática en el año 2024. Amigo lector usted tiene la última palabra…
Marcos Hernández López presidente de Hercon Consultores
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