El alcohol reconquista el antiguo territorio del califato yihadista

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    Cuando los yihadistas del Estado Islámico (EI) irrumpieron en verano de 2014 en la localidad de mayoría cristiana de Karakosh, quemaron la licorería de Jadar Binhar y le amenazaron con cortarle la cabeza. Hoy, Jadar vuelve a atender en su pueblo a todo aquel que quiera comprar alcohol.

    Entre botellas de whisky, vodka y arak, un aguardiente de uva tradicional en varios países de Oriente Medio, Jadar reconoce que tiene miedo a que cualquier día alguien pueda atacar la tienda, pero añade, con una media sonrisa, que todo está en las manos de dios.

    «Abrimos el local para que el mundo vea que no tenemos miedo, para que vuelva, ¿sabes?», dice detrás del mostrador de la pequeña tienda a la que entra un cliente para llevarse una caja de latas de cerveza, que se venden a aproximadamente un dólar y medio cada una.

    Su historia es la misma que la de los más de 50.0000 habitantes de Karakosh, que huyeron ante la llegada inminente del EI en 2014, que días antes había ocupado Mosul sin apenas resistencia.