El Nazareno de San Pablo: una tradición que vuelve a la normalidad tras la pandemia a través del fervor de sus fieles

Una vez escuché que, según cuentan las abuelas, el Nazareno de San Pablo cada año se encorva un poco más como muestra de su compromiso con el dolor de la feligresía que acude a su encuentro cada Miércoles Santo. Aunque esta historia no es más que una leyenda, no se puede negar que el sentimiento de paz, devoción y plenitud que se siente dentro del templo de Santa Teresa cada miércoles de Semana Santa, antes de que la imagen de Jesús el Nazareno salga a hacer su acostumbrada procesión por el centro de Caracas, es abrumadora y electrizante.

Una de las tres manifestaciones religiosas más concurridas del país volvió a normalidad este miércoles, tras dos años de pandemia por la COVID-19, y sus fieles no dudaron en honrar la tradición acompañando al también conocido como el Limonero del Señor. Fueron, precisamente, los promeseros quienes les contaron a HispanoPost sobre el valor de Jesús el Nazareno en la vida de los venezolanos en esta Semana Santa.

Janeilzaret José Mellado, oriunda de La Victoria, estado Aragua, es la primera vez que acude a la celebración del Nazareno de San Pablo, pese a que su devoción es heredada de su madre quien combinó nombre con el del santo. “Mi mamá es muy devota del Nazareno de San Pablo e hizo una combinación entre su nombre, Janeth, y Nazareno. Ella me tuvo con complicaciones con una edad mayor de 30 y le pidió mucho al Nazareno para que yo naciera bien”.

Pero el motivo de su visita a Caracas es más para pagar la promesa que hiciera hace dos años atrás cuando dio a luz a su segunda hija: “Tengo 26 años y en el año 2019 tuve una nena. Yo tengo dos niñas, una de 5 y la que actualmente tiene años y medio. En el último embarazo me compliqué con una preclamsia, una subida de tensión arterial. En el momento que me hicieron la cesárea, pues la niña nació. No lloraba ni respiraba espontánea con una pulsación de menos 60”.

Con lágrimas en sus ojos explicó la angustia que vivió en el quirófano del Hospital de La Victoria el día de su alumbramiento. “Generalmente, los niños cuando nacen tienen un latido cardiaco mayor de 120… cuando eran las 4:30 y decían ‘femenino – 4:30’ y no escucho el llanto de mi hija supe que algo estaba mal. Se la encomendé al Nazareno de San Pablo, en honor a él. Hoy en día está sana y salva, sin complicaciones neurológicas, renales, cardiacas, a pesar de las complicaciones que tuvo para el momento del nacimiento. Ella, actualmente, lleva el nombre de Paula de Nazaret, en honor al Nazareno de San Pablo”.

Volvió la feligresía a Santa Teresa

Francisco Moya, un hombre de a tercera edad trajeado con la típica túnica morada del Nazareno y con una cruz a cuestas, contó que su memoria olvidó la primera vez que salió a rendirle promesa al Limonero del Señor, ya que desde que era un infante acostumbraba a acompañar a su mamá en las procesiones que se realizaban en su honor en Carúpano, estado Sucre.

“No recuerdo la edad, ya son casi 70 ya, pero no recuerdo. Ha sido para mí una bendición, una gracia de Dios poder servirle, poder adorarlo y expresarle a los que de una u otra forma nos ve que adorándolo y expresándole fe podemos ayudarnos a salir de estas situaciones”, dijo.

Con una voz pausada, tal vez por el paso de los años o por el peso de la cruz, también recordó que en esas primeras procesiones solía llorar por el dolor que le producía la cera de la vela derretida sobre su piel. “Recuerdo en mi niñez que yo llegué a caracas cuando tenía 11 años y mis padres, especialmente mi madre, salíamos en Carúpano, estado Sucre, en procesión para bendecir nuestra vida y darle gracias a Dios en Carúpano. Con una vela y la vela me caía y por ser niño lloraba”.

Aunque Francisco no recuerda la edad exacta en la que comenzó a venerar al Nazareno, sí tiene un montón de historias y anécdotas de cada uno de sus años a su servicio. Dijo que en esta oportunidad aprovechó que su familia no está en el país para retomar su tradición promesera, ya que el año pasado fue la familia quien le impidió que corriera el riesgo de contraer COVID mientras se sumaba a las actividades del Nazareno.

Y con orgullo, con la cruz a cuesta, explicó cómo le surgió la idea de imitar a Jesús. “Recuerdo el huracán Bret, la parte alta de mi casa, la brisa la tumbó, todo lo que teníamos arriba, en la platabanda (…) Se me ocurrió con los listones que estaban allí y darle gracias que nosotros no estábamos ahí, porque eso se cayó. Se cayó completamente, nosotros nos sorprendimos que justamente ahí en mi casa se cayera eso, ese espacio de construcción y con los listones construí esta cruz, símbolo para mí y expresarle a Dios mi presencia”, afirmó.

La fe se hereda y cultiva

Mirna Camacho dijo que, siendo caraqueña nunca había tenido la oportunidad de acudir a la celebración del Nazareno de San Pablo, aunque siempre sintió devoción hacia él. Pero fue hasta hace poco que decidió convertirse en su promesera: “Siempre he creído en Jesús de Nazaret y me sentí enferma bastante. La doctora dijo que podía ser un cáncer, una cosa y le ofrecí. Me le pegué a Jesús de Nazaret y gracias a Dios todos mis exámenes salieron bien. Entonces, vengo a darle las gracias al Nazareno de San Pablo”.

Por su parte, Joel Cárdenas, además de creer y considerarse un milagro del Nazareno, con los años aprendió a sacarle provecho a su fe. “Cuando estuve pequeño tuve problemas. A los 12 años mi mamá le hizo una promesa al Nazareno y como a los dos años que mi mamá empezó a pedirle al Nazareno tuve como una cura milagrosa, según los médicos de esa época. Entonces, mi madre todos los miércoles santos me traía al Nazareno, yo veía a la gente vendiendo y me llamaba la atención. Luego aprendí a hacer estos escapularios, aprendí a hacer bolsos, aprendí a hacer llaveros y lo hago simplemente por la Semana Santa”, contó mientras tejía un escapulario de cuerpo con la imagen del Nazareno de San Pablo.

Así como él, otros vendedores ambulantes exhibían su mercancía, donde se podía adquirir túnicas en todas las tallas desde los 3 dólares. Las velas moradas costaban entre 1 y 2 bolívares; las franelas con la imagen estampada estaban a 5 dólares; los rosarios, pulseras y escapularios eran vendidos en promociones de 3 por 2 o 2 por 1, y los típicos sahumerios de gran variedad se vendían por porciones.

“Estamos felices de recibirlos”

Mientras se realizaban las distintas misas y se daba la oportunidad a la feligresía de acceder al templo para rezar y contemplar la imagen del Nazareno, un grupo de voluntarios recorría la iglesia con cajones de madera pidiendo limosnas para poder dar continuidad a la tradición.

Fue cuando Rodolfo Terán, miembro del apostolado de la Basílica de Santa Teresa, Misioneros del Nazareno, explicó que la devoción del venezolano hacia el Nazareno de San Pablo ha transcendido las barreras hasta de la pandemia. “El Nazareno es la devoción por preferencia del venezolano. Es increíble cómo se apersonan las personas a la Basílica de Santa Teresa a pagar promesa, a acercarse a su santo más en estos tiempos de pandemia, donde estamos pasando tantas dificultades, porque el venezolano confía en que su Nazareno bendito va a ayudar a que está pandemia pase y Venezuela no se vea tan afectada”.

Dijo que, tras dos años de interrupción a la tradición, en los que la imagen santa recorrió la ciudad capital de punta a punta sobre el Papa Móvil, este año están contentos de poder volver a sus tradicionales misas y procesión: “Nos encanta recibir al venezolano aquí en la iglesia. La concurrencia es masiva, esperamos que siga creciendo con el paso de las misas. Después de dos años tenemos, finalmente, nuestras iglesias abiertas. Qué bueno que el venezolano cree, primero, que sus milagros son concedidos. Que a través de esa imagen está Dios vivo y presente allí y que puede conceder sus deseos”.

Aunque muchos de los asiduos consideraron que este año la concurrencia no fue igual a la de los años anteriores a la pandemia, Rodolfo concluyó que el fevor de los fieles fue expresado nuevamente en Santa Teresa. “Es increíble el fervor con el que las personas asisten. Yo llegué a las 4:30 a esta iglesia y venía en el carro y personas ya caminaban descalzos por las vías. En una Venezuela que sabemos que quizás sea un poco difícil de transitar a esa hora, pero hay mucha fe. Eso es lo que importa, que el venezolano tiene mucha fe en su imagen de su Nazareno bendito”