Rossana Hernández, Elvis Chaveinte y Gabriel Agüero forman parte de la nueva generación venezolana de hacedores de teatro. En el año 2013 decidieron formar la agrupación Deus ex machina, frase en latín que a su vez viene del griego y la cual traduce el Dios de la máquina.
Jugamos un poco a ser Dios a la hora de trabajar y la frase habla de esa máquina que se mostraba en el teatro griego, trayendo a un personaje que es el Dios, sostiene Agüero.
En estos siete años que coinciden con el tiempo de mayor crisis política, social y económica que ha afrontado Venezuela- se ha convertido en toda una de referencia por los montajes que ha presentado en Caracas.
En este tiempo, hacer teatro ha significado un acto de resistencia desde el arte y una manera de hacerle frente a la oscuridad y ganarle una batalla a la imposición, a la dureza, pero además es toda una proeza.
En ese indagar dieron a conocer lo que mundialmente se conoce como autoficción en la dramaturgia, teniendo como a uno de sus referentes al escritor franco uruguayo Sergio Blanco, de quien ya han presentado Tebas Land y La ira de Narciso. También han llevado a escena la obra Crema y nata, escrita por Chaveinte, que toma como protagonistas a los pranes o los jefes de las cárceles en Venezuela.
Somos tres cabezas distintas y cada uno tiene sus intereses, pero comulgamos en una sola queja y eso es lo que nos ha unido, indica Chaveinte.
A finales del año 2019, se involucraron con el centro de emprendimiento Impact Hub Caracas para dictar el primer taller de interpretación, y a inicios de 2020 se preparaban para completar una trilogía de Blanco con El Bramido de Düsseldorf, pero la pandemia del COVID-19 obligó a suspender varios proyectos que tenían.
No obstante, aceptaron el reto de hacer teatro a través de la plataforma Zoom con un monólogo de la Máquina Hamlet, del alemán Heiner Müller.
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