La serie catalana Merlí protagonizada por Francesc Orella es provocadora, graciosa y profundamente entretenida. Es una evocación de La sociedad de los poetas muertos (1989) pero moderna y con mejor humor, sin el dramatismo que le sobraba a la famosa película protagonizada por Robín Williams.
El personaje que encarna Orella, Merlí, un profesor de filosofía que transgrede las normas, es el eje del relato que se sirve de un tema conocido (la adolescencia) para darle un giro nuevo.
La primera temporada está compuesta por 13 capítulos. Cada uno lleva el nombre de un filósofo cuyo pensamiento marca la pauta de lo que se hablará y sucederá en el episodio.
La serie toca temas densos con ligereza y convierte la frivolidad en una ocasión perfecta para pensar. Es una combinación explosiva de tontería y complejidad, y precisamente eso es lo que la hace interesante. No teme entretener, pero tampoco generar un nivel promedio de reflexión en la audiencia.
En Merlí es importante el factor sorpresa, precisamente por eso divierte tanto. La trama es tan imprevisible como el carácter de su protagonista. Te sorprende en cada capítulo renovándote el entusiasmo por reencontrarte con los personajes en el episodio siguiente.
A pesar de que toda la historia lleva una ilación y para entenderla en su magnitud deberías seguir el orden de los capítulos, cada uno podría verse por separado. Tienen independencia temática aunque todos son piezas del rompecabezas que relata la vida de cada personaje, a los que no te dejan conocer del todo. Sus características se van develando poco a poco.
A diferencia de otras ficciones sobre estudiantes e institutos (incluida 13 reasons why) en Merlí no predominan los lugares comunes ni ese aire cursi que impide a cualquier persona con menos de 30 años verlas. Es una ficción sobre adolescentes apta para cualquier edad porque en el fondo el tema fundamental no son ellos. La premisa principal de esta serie catalana es la vida misma, su desarrollo y etapas, la toma de decisiones, la formación del carácter, el aprendizaje sobre quiénes somos y el modo en que elegimos vivir.
Todos temas que parecen muy simples, pero sin embargo, disertar sobre ellos no es del interés de la mayoría. ¿No me crees? Piensa en las personas que conoces. Adultos inmaduros hay miles. Hace falta la disertación filosófica. La serie es una invitación a realizarla de forma constante.
Los clásicos conflictos de la adolescencia son más en esta ficción catalana que también le debe mucho a las actuaciones, tanto del protagonista como de los jóvenes intérpretes que desarrollan sus personajes con la mayor naturalidad.
Al mejor estilo de libros como El mundo de Sofía (1991) de Jostein Gaarder, esta serie se vale de la ficción para generar cuestionamientos complejos de forma simple mientras que te cuenta una (y varias) historia sobre la amistad y el amor.
Luisa Ugueto Liendo
@luisauguetol