Igor Mendes, el «preso político» de la democracia brasileña

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    En junio de 2013, indignados por la situación económica y social del país, miles de brasileños salen a las calles en protesta por la precariedad de los servicios básicos esenciales, prioritariamente salud y educación. La proximidad de la Copa del Mundo, en 2014, y su elevado coste intensifica aún más las protestas.

    Pero, la muerte del operador de cámara de la TV Banderantes en Río de Janeiro, Santiago Andrade, por un cohete lanzado por uno de los manifestantes en febrero de 2014, marca un antes y un después en el ritmo de las manifestaciones. La actividad de las protestas se reduce y la sociedad pasa a criminalizar a la juventud activista que había apoyado hasta ese momento. La represión policial se recrudece aún más ante la llegada de la Copa del Mundo. En 2013, según el abogado de la defensa, Marino D´Icarahy, ya se había creado una comisión de investigación policial para hacer un seguimiento de los activistas en las redes sociales.

    La víspera de la apertura de la Copa del Mundo, afirma D´Icarahy, fueron expedidos 29 mandatos de búsqueda y captura sobre los jóvenes activistas. El 15 de diciembre de ese mismo año, Igor Mendes, en libertad provisional fue preso por participar en una manifestación convocada en Cinêlandia, ya que habría infringido, según el juez del caso, una de las medidas cautelares previstas en la concesión de su libertad provisional. Una condición que, según el abogado defensor, sería inconstitucional, ya que asegura, no se observa ni en la Constitución ni el propio código penal.

    Tras el mandato de prisión, Igor, con 26 años, fue conducido al presidio de Bangú, en Río de Janeiro. Cumplió condena, según denuncia, en celdas colectivas con el resto de los presos comunes ya condenados. Durante los primeros 45 días cumplió aislamiento sin poder recibir visitas ni tener contacto con el exterior. “La llegada a la cárcel es cómo descender al infierno”, asegura Mendes, quien afirma que los presidios en Brasil no son más que un pequeño retrato de la sociedad brasileña “yo vi en Bangú los mismos rostros que cuando subo a una favela o cuando tomo el tren…”, son los rostros de los “invisibles”, enfatiza.

    Por ese motivo, durante su estancia en la cárcel comenzó a escribir en hojas de papel higiénico, el libro “La pequeña prisión”, publicado recientemente, en el que  realiza una descripción del sistema penitenciario bajo su experiencia en Bangú, dando voz a los “invisibles” quienes le pidieron reiteradamente que denunciara lo que ocurría dentro de las celdas.

    La militancia política de Igor Mendes siempre estuvo vinculada a movimientos revolucionarios, antes de 2013 ya pertenecía al Movimiento Estudiantil Popular Revolucionario, que según él mismo afirma, es considerado por la Administración como una organización terrorista por defender la revolución como método para mudar la sociedad.

    El proceso cerrado en 2015 aún está pendiente de sentencia. 

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