Las gafas del enemigo

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En Colombia han ocurrido hechos de paz inimaginables, desconocidos y recientes que le infunden aliento a las esperanzas de un acuerdo real entre el Gobierno y las FARC para detener más de 50 años de guerra.

            El economista y ex banquero de 65 años Ricardo Palmera, conocido en las FARC como “Simón Trinidad” (hoy preso en Estados Unidos) y su archienemigo de otros días, Rodrigo Tovar Pupo (56), conocido como “Jorge 40” en los sanguinarios ejércitos paramilitares de extrema derecha que comandó (también encarcelado en aquel país) coincidieron en la prisión de máxima seguridad de Florence, estado de Colorado, y se cruzaron gruesas cartas manuscritas inéditas. Llegaron entre ellos a lo que considero un emblemático acuerdo de paz interpersonal que debería hacerse público para vigorizar los diálogos que desde hace tres años se llevan a cabo en una candente mesa de negociaciones instalada en La Habana.

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            La renovada cercanía entre estos dos colombianos que comparten desde la cuna amistades y vínculos familiares por ser ambos miembros del círculo cerrado y estrecho de la clase dominante de la ciudad de Valledupar (capital provincial de escasos 300 mil habitantes) aparentemente se consolidó durante un invierno polar en el que Trinidad, sin llegar a ver nunca cara a cara a Tovar Pupo, le lanzó consejos a voz en cuello desde su celda para que no se suicidara una noche en la que por fin tuvo la soga que le hacía falta. En los días, nada lejanos, en que ellos pertenecían a dos ejércitos irregulares trenzados en guerra a muerte, en lugar de recomendaciones para conservar la vida el uno simplemente habría matado al otro en la primera oportunidad de poder hacerlo.

            La mayor muestra de paz y reconciliación entre estos dos hombre ocurrió hace menos de un año, cuando Tovar Pupo se enteró de que Palmera, cuya salud, al parecer, se ha estado deteriorando por un cáncer de próstata, comenzó a padecer en forma severa de “vista cansada” o presbicia, daño visual causado por la edad que ocasiona dificultad para ver de cerca. Por medio del correo de las brujas de la cárcel, averiguó el grado de pérdida de la visión en que se encontraba su paisano, le pidió de manera especial a su abogado que fuera a comprarle los lentes apropiados y se los hizo llegar a la celda subterránea y minúscula de máxima seguridad en la que sus custodios no le hablan, siempre tiene las luces encendidas y una vez por semana, encadenado de pies y manos, es sacado para recibir sol durante dos horas en un patio de cemento flanqueado por murallas coronadas con rollos de alambres de púas electrizados.

            El entorno social en el que nacieron y crecieron Palmera y Tovar hasta convertirse en jefes de ejércitos irregulares enemigos está narrado en la novela Líbranos del bien, del escritor Alfonso Sánchez Baute, paisano y amigo de ambos.

            Los colombianos que hemos presenciado, sufrido, pagado y vivido la guerra sabemos con exactitud el valor de los consejos con los que Palmera salvó del suicidio a Tovar y el de los lentes de 30 dólares con los que este último le devolvió la vista a su peor enemigo.

            Las más recientes versiones que he recogido entre mis fuentes cercanas a la mesa de diálogos de La Habana, indican que el próximo 20 de julio, día de fiesta para conmemorar la independencia nacional, se firmarán todos los acuerdos de paz necesarios con las FARC para que esa guerrilla esté desarmada del todo en diciembre próximo.

            Las mismas fuentes sostienen que intermediarios de buena fe y delegados del gobierno de Colombia han podido contactar y convencer al Presidente Barak Obama para que en el ejercicio de la potestad absoluta y autónoma que le concede su investidura, indulte a Palmera y le permita regresar a Colombia con el objeto de incorporarse a la era, siempre imprecisa, que se ha comenzado a llamar posconflicto.

Pienso que algo igual debería ocurrir con Tovar. Ambos tienen que regresar a Colombia a pagar lo que deben y a reparar lo que destruyeron. Solamente aunando esfuerzos de los peores enemigos es como se puede alcanzar la lejana estrella sagrada de la paz.

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