«Los vapeadores se están convirtiendo en una moda muy peligrosa que daña la salud sobre todo de los jóvenes»

Desde hace un tiempo se ha popularizado el uso de cigarrillos electrónicos, principalmente, para «evadir» las prohibiciones de algunos locales y sitios públicos, incluso ambientes laborales, que tienen entre sus políticas espacios “libres de humo”. Aunque en una cala de un vaper o cigarro electrónico el fumador suele exhalar grandes bocanadas de humo, suele evaporarse más rápido y, generalmente, son endulzadas con fragancias.

Cuando la moda comenzó, los más jóvenes, en desconocimiento de sus consecuencias, aseguraban que era «más saludable» que un cigarrillo común y corriente o un narguile, artefacto del que también los médicos se cansaron de alertar sobre sus efectos negativos en el organismo.

El agua en el narguile no filtra los ingredientes tóxicos del humo del tabaco. Por ello fumar a través de este hookah (narguile) no lo hace menos dañino y expone a sus usuarios a ser potenciales pacientes de cáncer bucal, de pulmón y vejiga. Esto también bloquear sus arterias y causar enfermedades cardíacas.

Ahora bien, si esto es comparado con los efectos colaterales de un cigarro electrónico o vaper, este último contiene otros componentes que afectan otras áreas de nuestra salud, pese a que el narguile produce mucha más nicotina y es muy adictivo.

Para conocer los efectos que esta nueva moda puede producir en el organismo humano, Juan Saavedra, gerente general de la Sociedad Anticancerosa de Venezuela, y Alejandro Cortez, médico neumonólogo del Grupo Médico Santa Paula y médico adjunto adscrito al Departamento de Neumonología del Hospital Militar Universitario Doctor Carlos Arvelo de Caracas, respondieron algunas preguntas para HispanoPost, siempre alertando sobre los riesgos de su uso.

«El consumo de tabaco no se detiene, las industrias tabacaleras se modernizan y hacen hasta lo imposible por no perder el mercado, por lo que ahora están manejando los cigarros electrónicos y los vapeadores que se están convirtiendo en una moda muy peligrosa que atrapa y que daña la salud, sobre todo, de los jóvenes», señala Saavedra.

Cortez explicó que el cigarrillo electrónico es un dispositivo que se asemeja al cigarrillo convencional: “Solo que tiene una serie de sustancias y un sistema eléctrico que permite hacer ignición y genera vapor -humo- y en la persona que lo utiliza le genera la sensación de que se está fumando un cigarro, solo que los componentes de este dispositivo no son iguales a los del cigarrillo convencional».

Aseveró que el uso de este dispositivo también tiene sus consecuencias y «bajo el principio de la Organización Mundial de la Salud y en la lucha contra el tabaco, lo que se quiere es que deje de ser adictiva a cualquier sustancia que pueda afectar las vías respiratorias”.   

Saavedra detalló que los vapers producen sustancias tóxicas para la salud. «Los cigarrillos electrónicos representan importantes riesgos para la salud, a pesar de que muchas personas jóvenes los utilizan como opción al cigarro de tabaco y los consideran inocuos. Contrariamente a lo que muchos suponen, hay evidencias científicas según las cuales la composición del vapor que emiten tiene sustancias tóxicas perjudiciales para la salud».

Comentó que algunos metales tóxicos se pueden estar consumiendo a través de un vaper. «Entre otros metales presentes en el proceso de calentamiento del líquido pueden encontrarse minúsculas partículas de hierro, estaño, níquel y cromo, propilenglicol irritante local (ojos, garganta y pulmón)».

Estas son las consecuencias

Saavedra enumeró tan solo algunas de las consecuencias o efectos que producen los cigarrillos electrónicos en sus usuarios: “Crean adicción (nicotina), irritación de la vía aérea, irritación de los pulmones y los ojos, neumonía lipoidea, disfunción eréctil, en mujeres embarazadas bajo peso al nacer, aumento de la tensión arterial y la frecuencia cardiaca. Además, son probablemente cancerígenos, alteraciones en la concentración y la atención. También se les ha mencionado como fuente de propagación de SAR-COV-2 (COVID)”. 

Cortez también dijo que puede haber una afectación psicológica, como “permanecer con el hábito de adicción. El mismo hecho de fumar un cigarro electrónico es un adictivo e incluso con las sustancias que le colocan a estos dispositivos hacen que su uso tenga un efecto adictivo en las personas, similar al consumo de cigarrillos convencionales”. 

Insistió en que las sustancias vaporizantes, empleadas en estos dispositivos, “condicionan a nivel de las mucosas del tracto respiratorio, tanto inferior como superior, una serie de fenómenos inflamatorios de magnitud variable y eso va a depender de la intensidad del hábito, que va a afectar a mediano y largo plazo las funciones de las vías aéreas -bronquios-, que en algunos casos suelen ser irreversibles”. 

El mito del “menos” contaminante

En cuanto a las diferencias entre un cigarrillo de papel y uno electrónico, Cortez explicó que “hay un principio fundamental en la neumología y es que al pulmón debe entrarle aire, porque para eso fue diseñado. El introducir sustancias externas a la vía respiratoria condiciona que la vía aérea se inflame, se irrite y responda frente a ese agente agresor».

Por eso, agregó, «es que muchas personas fumadoras y que viven en ciudades con mucha contaminación ambiental suelen tener muchas enfermedades respiratorias, producto de la respuesta de la vía aérea, del pulmón, frente a esos agentes tóxicos. Independientemente que no tenga los componentes cancerígenos en gran magnitud, como los cigarrillos convencionales, los cigarrillos electrónicos también producen daños, efectos deletéreos y adicciones sobre la salud respiratoria”. 

Asimismo, Saavedra dijo que “el e-cig contiene habitualmente propelentes como el propilenglicol, que es un producto irritante pulmonar. El efecto respiratorio a corto plazo del vapor de un e-cig es similar al causado por el humo del cigarrillo y es causa de broncoconstricción. La mayoría de marcas contienen glicerina y se han detectado casos de neumonía lipoidea por esta sustancia”. 

Aseveró que aunque se desconocen todos sus efectos, no son inofensivos: “Muchas marcas contienen trazas de N-nitrosaminas (cancerígena), metales pesados y otros productos que se encuentran en el humo de los cigarrillos convencionales en mucha mayor proporción. Actualmente, no se dispone de evidencia científica de que sea un dispositivo eficaz para dejar de fumar, por lo que no debe recomendarse de forma proactiva para este fin».

También, según explicó, puede tener un efecto indeseable al promover el inicio del consumo en adolescentes o retener a fumadores adultos en el consumo de nicotina y en la dependencia gestual. «No se conoce bien la toxicidad de los vapores, pero se sabe que no son inocuos, por lo que no deberían utilizarse en espacios públicos cerrados”.

Saavedra detalló las sustancias más dañinas que suele agregar a este tipo de cigarrillos: “Nicotina, THC (tetrahidrocannabinol-marihuana), propilenglicol, glicerina, formaldehído, acetaldehído, esencia de aceite, esencia de tabaco, mentol, ácido cítrico, ácidos orgánicos, agentes antioxidantes, valerato de butilo, butirato de geranilo, hexonato de isopentilo, saborizantes, odorizantes, metales pesados, níquel, cobre, entre otros”.

De acuerdo con Cortez, “generalmente, las sustancias que se le añaden a las soluciones vaporizantes de los cigarrillos electrónicos son esas sustancias aromatizantes, derivados de hidrocarburos. Incluso, sustancias adictivas como derivados del cannabis, que generan adicción en muchos casos. Pero, más allá de eso, están también elementos como la vitamina E, que es grasoso y suele condicionar efectos muy dañinos a las vías respiratorias, que pueden ser, en algunos casos, mortales”. 

Evitar caer en la moda  

Cortez lamentó que en muchos países se haya permitido el uso de los cigarrillos electrónicos para disminuir el consumo de cigarrillos convencionales. Aseguró que a la hora de evitar el mal hábito lo “ideal es que el paciente tome en consideración los protocolos de cesación tabáquica».

«Existen alternativas distintas al cigarrillo electrónico. Si la persona tuviese una adicción a la nicotina para poder reducir la adicción con el cigarrillo convencional, esa alternativa suele ser los parches de nicotina, los chicles e incluso otras drogas que, de alguna manera, intervienen a la adicción al tabaco. Existen protocolos exitosos, solo que deben ser manejados de manera multidisciplinaria”. 

Indicó que este abordaje multidisciplinario debe ser observador por un psiquiatra, un neumonólogo y un cardiólogo, para que a través de la intervención de estos tres especialistas, el paciente de manera exitosa se deshabitue al cigarrillo. «No necesariamente el cigarrillo electrónico va a suplantar estas otras alternativas terapéuticas, ya plenamente verificadas, estandarizadas y protocolizadas por sociedades científicas”. 

Según Saavedra, hasta el momento no existe ningún estudio científico que certifique que el uso de vaper sirva para dejar de fumar: “Las investigaciones sugieren que el uso de los cigarrillos electrónicos entre jóvenes se está convirtiendo en un problema de salud pública. Existe desinformación acerca de los efectos nocivos para la salud. La evidencia científica disponible de los efectos a largo plazo aún es insuficiente, se requieren más estudios; sin embargo, los daños a corto plazo ya son significativos y están documentados”.   

Explicó que los cigarrillos electrónicos “se han comercializado como una alternativa segura para dejar de fumar; no obstante, el vapeo tiene efectos similares a los cigarrillos convencionales a nivel cardiovascular y pulmonar. Actualmente, existe poca o casi nula restricción legal de estos dispositivos y son pocos los países en todo el mundo que lo han regulado o lo han prohibido”.

También prioriza las consecuencias de estos vapers en las personas con afecciones respiratorias previas. “Por ejemplo, a asmáticos o alérgicos la inhalación de este tipo de sustancias a través del cigarrillo electrónico puede condicionar irritación importante y generar cuadros de agudización de asma o de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Incluso, puede generar fenómenos de reactividad de enfermedad bronquial en pacientes no asmáticos, por la condición irritante que tienen esas sustancias emanadas de los dispositivos electrónicos”. 

Alertó que la moda de vapear se está convirtiendo en “una epidemia, especialmente, entre los jóvenes. Estamos ante un reto para la búsqueda de políticas efectivas que permitan supervisar la comercialización de estos productos, realizar seguimiento de los efectos a largo plazo y brindar información científica de los efectos para la salud. Debemos enfatizar, continuar con el proceso educativo y mejorar las acciones estratégicas para el control y reducción del consumo de tabaco en los adolescentes”.

Visto la anterior, Saavedra advirtió que “varios autores que han publicado sobre los e-cig parecen olvidar que el objetivo de salud es romper la adicción a la nicotina, no aceptarla como un mal menor. Por lo tanto, y mientras tanto, los profesionales de la salud podemos presentar algunas ideas para una regulación adecuada de los cigarrillos electrónicos, considerando aspectos de fiscalización, publicidad, venta a menores y consumo en espacios públicos”.