Brillante, incisivo e implacablemente ambicioso. Con esas palabras describen la personalidad de Henry Kissinger, quien reinó sobre la política exterior de Estados Unidos posterior a la Segunda Guerra Mundial. El miércoles pasado murió a la edad de 100 años, en su residencia en Connecticut, según un comunicado de su firma consultora Kissinger Associates.
Su nombre es comúnmente asociado con la «realpolitik», la diplomacia basada en el poder y la practicidad. Y así lo demostró a lo largo de su carrera. Como secretario de Estado de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford, Kissinger fue un maestro de la estrategia cuyos dones intelectuales fueron reconocidos incluso por sus principales críticos.
Kissinger marcó como nadie el curso moderno de las relaciones del mundo con China. A él se le atribuye la diplomacia secreta que ayudó a Nixon a abrir la China comunista a Estados Unidos y a Occidente, resaltada por la visita de Nixon a la nación asiática en 1972.
Sin embargo, también ha sido señalado de menospreciar los derechos humanos al priorizar los intereses de Estados Unidos en la etapa de distensión de la Guerra Fría. Especialmente para la izquierda, Kissinger era considerado un criminal de guerra que nunca fue juzgado por su papel, entre otros, en la expansión de la Guerra de Vietnam y el apoyo al golpe militar en Chile en 1973, así como a otras dictaduras en América Latina, mediante el conocido Plan Cóndor.
Hubo otros hitos que marcaron su política internacional. En el Medio Oriente, Kissinger llevó a cabo una estrategia de diplomacia para separar las fuerzas israelíes y árabes después de las consecuencias de la Guerra de Yom Kippur de 1973.
Reconocido por su hablar agudo y sus gruesos lentes
Bautizado como Heinz Alfred Kissinger, nació de una familia judía en Fuerth, Alemania, el 27 de mayo de 1923. Siendo un adolescente huyó del régimen nazi en 1938 con su padre, un maestro de escuela, su madre y un hermano menor. Se instalaron en Nueva York.
Kissinger, que nunca perdió su acento alemán, se asimiló rápidamente a la cultura estadounidense y estudió Ciencias Políticas en Harvard, donde posteriormente fue profesor, obtuvo una maestría y realizó un doctorado en Relaciones Internacionales.
Reconocido por su hablar agudo e ingenioso y por sus gruesos lentes, Kissinger fue considerado el epítome del poder internacional, una imagen que capitalizó como consultor décadas después de haber dejado el gobierno. Desde la vertiente académica, asesoró a varias consultorías de defensa, como la RAND Corporation, muy vinculada al ejército, al que se alistó durante la Segunda Guerra Mundial.
En una decisión muy controvertida, Kissinger compartió el Premio Nobel de la Paz de 1973 con su homólogo norvietnamita Le Duc Tho, quien se negó a aceptar el premio, por los acuerdos de paz de París de ese año.
Kissinger, que a lo largo de su vida llegó a asesorar a 12 presidentes distintos, se mantuvo activo hasta los últimos días de su vida mediante su consultoría geopolítica, Kissinger Associates, escribiendo libros de geopolítica y artículos de opinión sobre asuntos como la guerra de Ucrania y realizando viajes de alto nivel al exterior.
En julio de este año, ya cumplidos los 100 años, en mayo se reunió con el presidente Xi Jinping en China, donde fue recibido con honores de Estado.
Alabando su fría perspectiva que buscaba siempre imponer los intereses estadounidenses, sus admiradores le compararon con grandes hombres de Estado de la historia. «Pensé que sería contador», dijo Kissinger a USA Today en 1985. «Nunca pensé que enseñaría en Harvard. No era mi sueño convertirme en secretario de Estado».
Con información de El Diario.es y AFP