The Social Club, cocina de emoción sureña con una dosis de seducción latina

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    Si hay un restaurante en Miami Beach que se ha consolidado por aunar una cocina de raíces sureñas, sólida y sutil, con una dosis de seducción latina es el restaurante The Social Club, pilotado por el chef Blair Wilson, un virtuoso de la emoción y la inventiva culinaria.

    El ambiente acogedor e informal, joven, de este local ubicado en el hotel Surfcomber, un precioso edificio de traza art déco en South Beach, atrae a numerosos turistas y residentes gourmets deseosos de disfrutar de la cocina original, desenfadada, plena de frescura que elabora este chef natural de Virginia, nada menos que la primera colonia inglesa en el Nuevo Mundo.

    Concibe este chef sureño los placeres de la mesa como una forma de relación social y, como tal, muy apropiada para el punto de informalidad y el carácter de Miami, donde compartir platos y aperitivos está en su ADN culinario.

    La conversación con Wilson, omnipresente en la cocina y el comedor, llena casi tanto como su cocina, es una conversación adictiva, contagia entusiasmo.

    Su pasión por los fogones, por sumar experiencias, por absorber distintas culturas culinarias con espíritu y técnicas creativas; su modestia y respeto por los proveedores locales en busca del mejor producto despiertan, en definitiva, la admiración de todos los que le conocemos.

    “The Social Club es muy informal, buscamos ofrecer la máxima hospitalidad sureña y un menú con influencias de la región, muy del sur de Florida y de mi aprendizaje en Virginia», me cuenta Wilson, e intenta sintetizar sus propuestas: «una comida comprensible, a la que es fácil aproximarse, muy sabrosa, pero con un gran trabajo detrás».

    Le respondo a este chef de muchos y buenos quilates que lo que él hace es simplemente cultivar la fórmula de la «difícil facilidad», insignia de los grandes maestros. Me contesta con una sonrisa que irradia simpatía, confianza ancha y clara.

    Wilson ha sabido explotar en The Social Club y mezclar con acierto y atrevimiento el renglón variado de los sabores de las diferentes despensas de la región y Latino América, sin desdeñar toques asiáticos y orientales.

    Así, la frescura y seducción de un perfecto preámbulo para compartir a la mesa: las empanadas de cordero, hechas a base de cordero asado lentamente (procedente de un proveedor local de Ocala), cebolla caramelizada, pasas doradas y harissa (una salsa picante típica de la cocina magrebí). Suculentas.

    Voy a ser preciso y concreto: el menú de The Social Club ofrece la mejor carne de caimán que se cocina en Miami. Tras su marinado durante 24 horas, la carne del reptil es cortada en pequeñas tajadas y fritas hasta conseguir un punto dorado y crujiente que las hace irresistibles.

    Me comenta Wilson que la carne procede de caimanes cazados en el ecosistema de Cypress Creek, en los Everglades, y que la  brigada de cocineros somete los lomos a un proceso de marinado fundamental para lograr la textura y el sabor deseados. Perfecta como tapa para compartir, acompaña el frito de caimán una base de miso y una salsa de queso azul local y apio.

    Sin más alto que un brindis con Wilson en honor a su cocina sin trampa ni cartón, ataco el pulpo a la brasa, una delicia marina sacramentada con aceite de oliva ahumado, unas briznas de pimiento escabechado y especias. El tentáculo, la parte que sirven a la mesa, generoso, de sabor profundo e intenso.

    No hay que perderse tampoco, en el capítulo de los pescados, el lomo de corvina con salsa de guajillo y aguacate fresco, de carne hojaldrada, blanca, de la máxima frescura.

    Local de ambiente muy grato, de decoración ecléctica, con mobiliario de mesas madera y cómodos butacones forrados de telas coloridas, The Social Club se ha convertido desde que abrió sus puertas en parada obligada de los amantes de la cocina con creatividad pero con raíces y sentido común.