¡Aquella revolución bonita!

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Para los analistas del proceso socio histórico venezolano, “la Revolución Bolivariana se benefició de un aumento del precio del petróleo de alrededor de 1.000% desde la llegada de Hugo Chávez al poder, a inicios de 1999, hasta los picos del segundo boom petrolero. No obstante, esto tendió a reforzar la dependencia de los hidrocarburos y reactualizó las ilusiones de la “Venezuela saudita”, en medio de una gestión de los recursos públicos ineficiente y crecientemente autoritaria. Hoy, tras dos décadas de esa experiencia, Venezuela vive una combinación de crisis que hablan del agotamiento del proyecto chavista”.

El gobierno del comandante Chávez y el de Maduro trasfiguraron la vida normal de la gente, modificando los modos de vida, poniendo a muchos venezolanos en niveles vulnerables. La revolución bolivariana como todo gobierno autoritario desprecia intencionalmente a la justicia y toma una antipostura ante la lógica. Para que haya una democracia plena tiene que haber también legitimidad de ejercicio, que significa gobernar con ciertos límites, respetando la diversidad de opiniones o criterios que existen normalmente en toda sociedad.

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Años más tarde Maduro hizo todo lo posible por torcer las reglas a su favor, no tuvo forma de evitar una segura derrota en los comicios parlamentarios de diciembre 2015. En uno de sus últimos gestos democrático de su gobierno, reconoció la victoria de sus adversarios. Sin embargo, no soportó que la oposición controlara con una mayoría calificada la Asamblea Nacional (AN). Su ofensiva para terminar con la democracia en Venezuela comenzó marzo 2016, con decisiones puntuales de control político por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Indudablemente, a los presidentes con tendencias autoritarias no les gusta el sistema de división de poderes y la existencia de otros poderes independientes. Como estrategia, Maduro para avanzar en su ajedrez político cuenta con ANC, todo un traje a la medida para legitimar lo inconstitucional. Además, activa sigilosamente amenazas políticas, estas germinan en un tipo de violencias visibles e invisibles. Algunas prácticas difíciles de ver a simple vista, ya que son las propias estructuras psíquicas de las personas las que las hacen frágiles.

Nuestro análisis se puede explicar desde un enfoque psicosocial. La sociedad venezolana, indudablemente, percibe, interpreta y reacciona ante la amenaza política de diversas formas inducidas por el régimen para frenar su proceso irreversible en su decadencia política-electoral.

Ahora bien, lo que no razona o no quiere razonar Nicolás es que lo graves está en que la mayoría de venezolanos tienen serias dudas de sus cotidianas narrativas. En nuestros estudios de opinión pública se revela que 84,9% de los venezolanos culpa directamente a Nicolás de la aguda crisis que transita el país.

Ante tanta escasez e ineficiencia, la gente muchas veces sale a las calles. No obstante, protestar en Venezuela hoy día es considerado traición a la patria. La histórica consigna gubernamental aún mantiene una vigencia en su práctica: “No importa que se pase hambre, lo significativo es mantener la revolución cueste lo que cueste”. La amenaza, la violencia y el miedo gravitan sobre la conciencia y la conducta de todos los venezolanos.

En nuestro país existe una violencia estratégica. El régimen es supra, amenaza por encima del derecho y de las leyes, siempre apuntalado en la violencia estratégica. La agresión al adversario ya es práctica gubernamental común: los vejámenes a los dirigentes políticos detenidos en varios estados del país por protestar contra de Maduro, la tortura psicológica hacia los presos político, las diversas violaciones a los derechos humanos, las continuas amenazas hacia el pueblo de “infidelidad” electoral hacia el Socialismo del Siglo XXI, la negación – juegos de hambre- de los CLAP a los que no apoyan el proyecto revolucionario, el carnet de la patria y los bonos son todos un verdadero chantaje.

Nicolás perdió la calle, la popularidad, de acuerdo con nuestros números. Está un poco por encima de 17,1% puntos. Se perdió la magia revolucionaria que los atornillo durante 23 años en el poder central, emergió el desamor hacia un proyecto político que ilusionó, pero no concretó los sueños de los que aspiraban un mejor país.

Es casi imposible llegar al final de una gestión con una opinión nacional en contra. El tiempo se le agotó a la Socialismo del Siglo XXI, la revolución sufre un desgaste sistemático, sólo queda el delirio de mantener una revolución a la fuerza… se agotó.

La mala marcha de la economía y la pérdida de apoyo social continúa profundizándose con el gobierno del delfín de Chávez. Maduro, aunque varias veces ha anunciado cambios en la conducción de la economía cosa que incluso Chávez insinuó antes de morir, por lo general estos terminaron siendo muy tímidos, por decir lo mínimo. El resultado ha sido el colapso económico.

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