Ya no hay marcha atrás. Ya nada será lo que fue. Sin que suene a dramatismo, pero estamos ante uno de los días más relevantes de la democracia en España. Desde las primeras elecciones en junio de 1977 no se había vivido un ambiente comparable al que estamos disfrutando, o sufriendo, estos días.
Arranca el día, un día para la Historia, donde las urnas pueden revolver el intestino de muchos ciudadanos en España. Hemos vivido de un bipartidismo aplastante, con una alternancia casi sana entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP). Pensar en alternativas de gobierno hasta hace menos de un año resultaba marciano, pero mira por donde han salido nuevos jugadores a la cancha. Con una fuerza inesperada, ofensiva para muchos; la que da la juventud, la frescura, el músculo, la observación desde un punto de vista ilustrado y desde un atril privilegiado. Ciudadanos y Podemos, o al revés. Albert Rivera o Pablo Iglesias, o al revés también. El cansancio, la corrupción generalizada y a la vista de todos (dicen los viejos que siempre la hubo, pero nunca tan al alcance de nuestros ojos y nuestros intereses), el deterioro económico y los recortes en servicios sociales. La sociedad del bienestar, pero del despilfarro. El paro.
Ha llegado el día, ya estamos en él, y puede pasar de todo. Incluso que ganando las elecciones Mariano Rajoy, éste no gobierne. Que Rivera bloquee la formación de gobierno con su negativa al llamado pacto de perdedores (Podemos y PSOE) y su abstención en la hipotética investidura de Rajoy. Hasta el propio Pablo Iglesias podría ser el nuevo inquilino de La Moncloa si en el juego de los pactos la carta irrenunciable es la de desalojar sin remedio al actual Presidente del Gobierno.
A muchos españoles les quedan dos opciones a la hora de decidir su voto, algo que confiesan abiertamente no tener claro. Nunca el indeciso tuvo tanto poder en su mano. Y no son opciones de partido sino de valores, para dormir con la conciencia tranquila con la satisfacción de haber ejercido su derecho al voto de la forma más libre. Estas opciones son, como decía, dos: votar con la cabeza pensando en la economía y por lo tanto votar la continuidad de lo que tenemos, porque la realidad que nos cuentan desde todas partes, bancos y gobiernos del mundo, es que parece que las cosas se van recuperando, que España crece aunque los bolsillos no sean ni mucho menos los que fueron, pero la macroeconomía (dicen los expertos) está en época de bonanza. Por cierto, al votante de a pie ¿le importa o sabe distinguir de verdad entre macro y microeconomía? ¿alguien les ha explicado cómo afecta la una a la otra? Y la segunda opción que veo en el indeciso, es el voto por afinidad ideológica con el momento, por las ganas de renovación y de abrir las ventanas para ventilar las estancias, el país. Eso supondría votar asumiendo el riesgo, esperando las reacciones, la incertidumbre. Que no tiene por qué ser mala, pero es incertidumbre al fin y al cabo que suma puntos de estrés a una sociedad ya demasiado cansada.
Ciudadanos, PSOE, PP y Podemos. Han terminado una de las campañas más interesantes que se han vivido en España. En la que ha habido insultos (Pedro Sänchez, PSOE, a Mariano Rajoy (PP) llamándole indecente y éste contestando al otro con un ruín con los ojos de media España puestos en ellos en TVE), agresiones (a Mariano Rajoy por poco le arranca la cabeza de una puñetazo un exaltado en Pontevedra), abusos de palabra (patrimonio de todos), discriminaciones mediáticas (a Izquierda Unida-Unidad Popular ni se les ha visto. Alberto Grazón se ha tenido que buscar un protagonismo paralelo), faranduleo (Pedro Sánchez el guapo) y promesas imposibles de cumplir (todos).
En 2015 la política en el poder ha dejado de ser cosa de dos. Por fin, por primera vez, el Dúo Dinámico se ha convertido en un Cuarteto de cuerda. A ver cómo suena la mezcla de los violines, el violonchelo y la viola.