De escribanos y una centenaria tradición en México

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    Desde el siglo 19 la antigua plaza de Santo Domingo, en el centro de la ciudad de México, albergaba a los escribanos que redactaban y leían cartas y documentos para un público en su mayoría analfabeto. Con el tiempo los tinteros y el papel secante dieron paso a las viejas máquinas Remington y Oliveti, que a su vez perdieron el sitio frente a las electrónicas IBM. 

    Hoy solo queda un puñado de «evangelistas» (como se les llama por ser «portadores de buenas nuevas») en los arcos de Santo Domingo, la mayoría con más de 40 años de experiencia, y aún hay clientes que se acercan con unas cuantas monedas para pedirles la redacción de un documento legal, la corrección de una tesis universitaria o incluso eso por lo que son famosos, una carta de amor.