Elecciones primarias. ¿Con CNE o sin CNE?

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La Comisión Nacional de Primarias acordó que el 22 de octubre de 2023 se realicen los comicios para elegir el abanderado de la Unidad Democrática de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Fue un esfuerzo muy grande el que asumió un hombre honorable, el doctor Jesús María Casal, como presidente de esa comisión.

El punto fundamental de diferencia ha estado en la eventual participación del CNE en ese proceso. El argumento en contra de esa participación es el siguiente, palabras más palabras menos: no se le puede entregar la realización de las primarias al gobierno porque el CNE está al servicio de Maduro.

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Sin embargo, esa posición encara un conjunto de objeciones, reconociendo ciertamente que este y los anteriores CNE han estado conformados mayoritariamente por partidarios antes de Chávez y ahora de Maduro, en muchos casos de forma descarada.

Primero, la realización de una elección regional, legislativa o nacional pasa obligatoriamente por contar con un registro de electores y éste lo tiene el CNE. Si se opta por no contar con el apoyo o la participación del CNE, las elecciones no se realizarían con el registro electoral actualizado sino con el de 2021, el cual excluiría a los electores inscritos en 2022 y 2023 y quienes han cambiado de residencia.

Segundo, sobre la base de ese registro, se haría la nucleación de los centros de votación, porque sería una elección a menor escala que la de una elección nacional. Hay experiencia al respecto pero se necesita un registro electoral actualizado.

Tercero, la no participación del CNE implica resolver otro asunto: el de los centros físicos de votación por cuanto no se contarían con las escuelas y colegios donde normalmente se llevan a cabo las elecciones.

Ello significa habilitar espacios con los cuales hoy no se cuentan, que tengan las conexiones a internet para el caso que se requiera la transmisión de datos. Además, que haya seguridad para el elector de manera tal que se minimicen los actos de intimidación por parte del Psuv.

Cuarto, la votación manual (sin máquinas) llevaría a un esfuerzo logístico y financiero de magnitud al tener que imprimir varios millones de tarjetas de votación, cuadernos electorales, entre otros elementos y además que no haya duplicaciones de votos y que una vez finalizados las elecciones, los cuadernos y actas estén a bien resguardo en el caso de cualquier recuento. Además, los votos habrá que contarlos uno a uno y luego totalizarlos manualmente, lo cual en sí mismo involucra un esfuerzo importante.

Quinto, superados los obstáculos anteriores, la transmisión de los datos debe ser lo suficientemente confiable para contabilizar fidedignamente los votos, para lo cual habrá que tener sistemas informáticos y espacios para las totalizaciones de actas llenadas manualmente, con el cuidado correspondiente.

Sexto, realizadas las elecciones sin CNE y escogido el candidato, toca encarar otro asunto y este es volver a convencer a los electores para que en las elecciones presidenciales de 2024 vayan a votar con el actual CNE, con sus máquinas de votación y sus capta huellas, lo que se habría negado en 2023. Esto podría generar una confusión monumental en los lectores de oposición.

Después de haber generado una narrativa contra el CNE y sus equipos de votación, será difícil recuperar la confianza en el voto, que es lo que ha venido sucediendo cuando se apela al argumento que las máquinas cambian los votos, cuestión que no es cierta.

Un régimen con el rechazo como el de Maduro gana una elección si los descontentos no votan. Así de simple y en eso son especialistas al crear todo tipo de cuentos y mitos que al cuestionar el secreto del voto, inhibe la participación y de allí se facilita el triunfo del Psuv.

Parece existir una función matemática no verificada empíricamente todavía según la cual para un umbral de participación superior al 68%, el Psuv pierde la elección porque su voto duro está alrededor del 30%.

Por tanto, cada vez que se acercan unas elecciones empiezan a invocar a su aliado favorito: el miedo, sacando las pandillas de motorizados para intimidar y propiciando la incertidumbre acerca del secreto del voto.

Lo peor es que los nuestros que saben eso, caen en la trampa, una y otra vez.

En Venezuela, el voto automatizado siempre fue una petición de la oposición, especialmente de la izquierda quien decía ser víctima de aquello que “acta mata voto”.

Hoy, en medio de este vendaval de demagogia en que se ha convertido la política, pareciera haberse olvidado que un proceso electoral automatizado es más seguro que uno manual.

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