En la mansión Versace hay una cocina por redescubrir

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    La que fue mansión y villa en Miami Beach del diseñador italiano Gianni Versace, de cuyo asesinato se cumple este mes veinte años, alberga en su interior un espacio gastronómico espléndido, de sólidas propuestas de corte italiano y mediterráneo y siempre con el producto local como protagonista de los platos.

    Conocida popularmente por los residentes como la mansión Versace, aunque su nombre original sea Casa Casuarina, se construyó en 1930 en primera línea de playa en la hoy turística calle de Ocean Drive.

    Pues bien, esta villa o más bien palacete de traza española constituye un oasis de inspirada arquitectura oculto entre las altas palmera y la vegetación, despliega un encanto singular ajeno al mal gusto y la mediocridad que salpican la zona. Atesora, sin duda, una riqueza histórica y culinaria de primer orden aún desconocida para muchos.

    Es cierto que Casa Casuarina atrae a diario un enjambre de turistas deseosos de fotografiarse junto a los portones de hierro y el dorado logotipo de Versace (la cabeza de Medusa) o ante la escalinata donde el mayor icono de la moda fue abatido en 1997 de dos tiros en la cabeza.

    Pero lo que muchos desconocen es que The Villa Casa Casuarina no solo se distingue por figurar en el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos, sino por ofrecer en su restaurante, Gianni’s, una de las mejores cocinas del sur de Florida, sólida, reflexiva, fresca y con un acertado toque creativo.

    El denominador común de Gianni’s es el sabor. Los platos que elabora el inquieto chef estadounidense Thomas Stewart y su equipo de cocina cautivan por su vibrante y pronunciado sabor.

    «Todos nuestros productos son orgánicos, frescos, y proceden de pequeñas granjas sostenibles de Florida», precisa este joven chef que no teme incorporar algunos sabores caribeños al menú, fruto de su experiencia en alta cocina en las islas.

    Pero Stewart tiene claro que la clave de su cocina, antes incluso que la precisión de su técnica refinada o la cuidada elaboración de los platos, descansa en la frescura del producto. Este debe ser «siempre fresco, fresco, siempre fresco», repite el chef como un ‘mantra’ de fogones.

    Los contenidos del menú son de impronta italiana de ribetes contemporáneos y se nutren a fondo de la amplia despensa mediterránea, con especial atención en las ensaladas (aderezadas soberbiamente), los mariscos, pescados y algunos cortes de carne de res “wagyu” excepcionales.

    Buen aceite de oliva virgen extra o el recurso del azafrán y los pimientos de piquillo para un preámbulo refrescante como el tartar de pescado suponen, de entrada, una declaración de los mejores principios culinarios: finura, potencia y armonía de sabores.

    La hospitalidad de Stewart y el jefe de sala de Gianni’s, Gabriel Scocco, renuevan de inmediato en el huésped del hotel o el comensal que llega de la calle el deseo de disfrutar a fondo de una experiencia única.

    «Queremos que la gente que venga a Casa Casuarina tenga una experiencia única en una propiedad que es única en su tipo, una entre un millón», me dice el chef, quien transmite en su conversación el orgullo y responsabilidad de comandar la cocina de un lugar histórico.

    Llega tras el tartar de pescado un plato tan sencillo como la ensalada de la casa, para confirmar la divisa de la «difícil facilidad» que aureola a los mejores cocineros. Es una ensalada de sabores prodigiosos por su intensidad y el delicado aderezo, una combinación de lechugas frescas orgánicas, tomatillos, pepino, (zanahoria) plena de sabor.

    Cenamos en una de las mesas de la bellísima terraza que asoma al patio interior, donde el murmullo del agua que cae de un caño en la piscina de azulejos pone notas relajadas en la calurosa tarde estival de Miami Beach.

    Damos asalto a continuación a unos frescos langostinos de Key West (Cayo Hueso, en el extremo sur de Florida) a la plancha que vienen acompañados de unas apetitosas verduras. No me reprimo y me atrevo a chupar las cabezas de los langostinos, jugosas, en su punto.

    Me desquito así de la costumbre aciaga e ignara, pero imperante en Miami, de desechar las cabezas de los langostinos y gambas (camarones) a la hora de servirlos a la mesa.

    Al punto excelso de los langostinos a la plancha le siguió un clásico de la alta cocina, el solomillo Rossini, el corte más apreciado del despiece de vacuno, en este caso de la raza japonesa “wagyu”, sobre un lecho de puré de patatas y coronado con un exquisito foie-gras sellado en sartén.

    Como dulce remate a una cena de muchos quilates, el maestro repostero de Gianni’s nos da a probar el mouse de triple chocolate Valrona, toda una tentación para los “chocoadictos”, y un esponjoso brownie (bizcocho) con ron que nos deja sin respiración. Una delicia.

    Lo dicho. Gianni’s es un imprescindible en Miami, un restaurante ubicado en un palacete cargado de historia donde el auténtico lujo está en la calidad del producto.