Entre la fragmentación y la codependencia

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     filosofo, político y economista ingles John Stuart Mill dijo en una oportunidad que el valor de una nación, no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen y que razón tenía.

    En la Guatemala de hoy, frente a un nuevo proceso electoral hay aún preguntas sin responder y expectativas sin satisfacer, pero en especial hay que reflexionar sobre el valor y la calidad de los individuos que intentan representar la voluntad popular.

    ¿Por qué falló nuestra sociedad como conglomerado? ¿Por falta de fe en el país? ¿Fue la sumisión ante los poderes fácticos y el temor ante la desproporción de fuerza entre unos y otros? ¿O es que , como dicen los optimistas, estamos en un momento de madurez que nos hace esperar a que se asienten las aguas políticas y queden al descubierto los nuevos objetivos a perseguir?

    Somos una sociedad con poca cultura participativa. Tenemos poco concepto social y político de masa porque somos indiferentes a la posibilidad de aglutinarnos. Una cultura individualista y desconfiada, ahoga a la necesidad social del movimiento proactivo y políticamente eficaz, muy probablemente porque no tenemos confianza en la institucionalidad ni en la sociedad.

    No descarto el poder de la masa social; en absoluto. Pero creo que mientras se reproducen sostenidamente los intentos por manipular la intención del pueblo, esa conciencia de la que hablo, esa que debería tener el atractivo de la unidad y los resultados coincidentes con el interés de las masas, estará lejos.

    ¿Falta de fe? ¿Ausencia de liderazgo? ¿Temor?

    Impredecible respuesta. Todo dependerá del cristal con que se mire. Ese parece ser el signo de los tiempos para una sociedad como la guatemalteca que está fragmentada, que padece una herida social profunda y que no tiene la formación política necesaria, sino se mueve a partir del esfuerzo de otros, de la presión que otros ejerzan y del destino que algunos más dispongan para el país.

    Hay que rescatar el concepto social. Es indispensable construir una estructura social ciudadana, donde los intereses de las personas no dependan de los intereses de agendas ya definidas y fuertemente representadas en función de visiones no necesariamente coincidentes con lo que los ciudadanos esperan.

    Mientras eso no suceda estaremos en un circulo vicioso eterno que jamás resolverá nuestra cultura y pre disposición a ajustarnos a las crisis recurrentes y al sub desarrollo que nos condena al no progreso, a la parálisis y a la generación de amplios segmentos de población viviendo en la miseria y la ignorancia.

    Cuando hoy el mundo se encamina a la revolución de la inteligencia artificial, Guatemala aun no supera la transición de sociedad agrícola a sociedad industrial, Guatemala no termina de definir como sociedad objetivos estratégicos y plazos para cumplirlos, Guatemala no termina de reconciliarse como sociedad. Siendo un país de tanta riqueza, con una dimensión fácilmente administrable, su capital humano es su principal obstáculo, el talento se mide en números que no pasan de diez personas por sector, sus cuadros de liderazgo son inexistentes, no digamos nada sobre estructuras de intermediación social, es una pena que no se quiera ver.

    Eso si, cuando nos dictan políticas públicas desde fuera, somos mas papistas que el papa y aplicamos todo el rigor en complacer los deseos foráneos, quizás no por sumisión, sino por ignorancia e incapacidad de analizar si es conveniente o no a nuestro país en el mediano y largo plazo. La ausencia de creatividad y coherencia en la formulación de políticas públicas en el plano nacional permite que el espacio sea llenado por una “genial” ocurrencia de un burócrata sentado en alguna oficina en Washington, Bruselas o Estocolmo.

    Así jamás saldremos de este pantano que nos atrapa y nos convierte día a día en una sociedad co-dependiente del protectorado de turno, hoy norteamericano, mañana europeo y quizá algún día venezolano, cuando los grandes se aburran o pierdan interés.

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