Un hondo suspiro antecede a cada pregunta que se le hace. Es un gesto reflexivo de un venezolano que ha dedicado largos años de su vida a entender a su país, a tratar de tejer acuerdos, a no perder la brújula de lo importante: la reinstitucionalización de la democracia y la generación del bienestar de quienes habitan esta tierra. ¿Para qué? Para que el anhelo de las madres venezolanas se cumpla y se produzca la reunificación de las familias quebradas por la migración, según sus propias palabras.
Michael Penfold es uno de los politólogos más respetados de América Latina y hoy dirige su mirada hacia un evento histórico que debió producirse antes, pero un giro privó a los venezolanos de una vida más digna. Asegura que ahora la reanudación de las negociaciones en Ciudad de México cuenta con el visto bueno de varias naciones europeas, de la región, e incluso de Estados Unidos.
Advierte que el proceso será lento y difícil, pero si todo sale bien marcará una nueva era en la que la cohabitación y coexistencia no serán vistas como un pecado, sino como una de las grandes virtudes de la democracia.
-Todo parece indicar que la mesa de negociación de México podría reinstalarse de un momento a otro. ¿Es así?
-Las probabilidades son altas, en parte porque la posición de Estados Unidos ha ido cambiando si se le compara con un año atrás. Ese cambio en su política exterior -que no es público- se ha ido reflejando en la práctica desde marzo con la visita a Miraflores y el intercambio de prisioneros que se produjo. Ahora hay una agenda que va mucho más allá y que tiene que ver con el tema petrolero, las negociaciones, el tema humanitario e inevitablemente el de derechos humanos. Creo, además, que esto también refleja un cambio regional que obliga a las partes a ver esa negociación con una mirada diferente, especialmente a partir de la elección de Gustavo Petro en Colombia.
-¿Qué resultados concretos pueden esperar los venezolanos de una reinstalación de la mesa de negociación?
-Esta es una negociación que se está dando en múltiples arenas. Hay una bilateral entre Estados Unidos y Venezuela; otra entre la Plataforma Unitaria y el gobierno que se va a dar en Ciudad de México; y una tercera negociación de Maduro con distintos países, especialmente con Colombia. Hace algunos años los temas de la negociación versaban sobre arreglos institucionales, la posibilidad de una transición democrática y garantías judiciales, pero en este momento se basan más en una apertura electoral de cara a la elección en 2024 y también las elecciones generales para Asamblea Nacional, Gobernadores y Alcaldes del 2025.
Ciertamente, esto pudiese evolucionar, pero la actual es una negociación con un ancho de banda mucho menor al que la oposición tuvo en 2019. En aquel entonces poseía un poder para lograr acuerdos mucho más grandes del que tiene ahora. Esta nueva oportunidad se produce como resultado de un cambio de las condiciones internacionales, pero también como consecuencia de un cambio en la estrategia política de la oposición más dura porque la que se asumió no funcionó y acarreó unos costos muy altos para Venezuela.
-Al parecer Estados Unidos no ratificará su reconocimiento a Juan Guaidó como presidente interino en enero de 2023. Ahora bien, ¿debería Guaidó presentarse en primarias?
-Yo creo que hay que separar los temas. Hay un tema que tiene que ver con las primarias y la selección de un candidato único. A mi juicio, ese candidato debe poseer tres características fundamentales. Primero, tiene que ser un candidato que pueda ganar la elección de 2024. En segundo lugar, ese candidato tiene que cobrar esa elección, es decir, que sea aceptado por la fuerza que sostiene en este momento un sistema que es hegemónico y que no va a dejar de serlo. En tercer lugar, debe ser una figura que pueda gobernar porque -aún ganando- enfrentará el control del chavismo sobre la Asamblea Nacional, el sistema judicial, y la mayoría de las gobernaciones y de las alcaldías. En definitiva, si ese candidato opositor gana y cobra, deberá manejar un proceso de negociación institucional complejo y profundo…. Y sobre todo no debería buscar su reelección.
Ahora bien, el interinato tiene un problema y tiene que ver con que su fundamento se basa en el hecho de que la Asamblea Nacional de 2015 era el único poder público con un origen democrático y reconocido internacionalmente. El fundamento democrático, no el jurídico que no puedo abordar, es que ese fundamento cesó en 2020 cuando se le acabó su periodo. Hay otros argumentos para sostener el interinato como el reconocimiento internacional, pero ese basamento es muy débil; pues el hecho de que le apoyen Estados Unidos o Inglaterra no determina que exista. A Maduro también lo reconocen otros países como China y Rusia, e incluso dentro de América Latina. Al interinato le quedan menos de diez países que lo reconocen. El problema no es de reconocimiento internacional, sino de origen democrático. Y eso aplica para Maduro y para Guaidó.
-El proceso de primarias va empujado, como obligado. ¿Tendrá éxito?
-Las primarias van a depender de la comisión promotora y de qué tan inclusiva y tan creíble sea esa comisión. Lo que tenemos ahora son unos lineamientos muy generales que van a guiar las decisiones más operativas como, por ejemplo, cómo van a registrarse los candidatos, qué pasa con las inhabilitaciones, rol del CNE, registro electoral, cómo se van a financiar, cómo van a ser los debates públicos, cómo será esa votación no solo nacionalmente, sino qué tan abierto será ese proceso desde el punto de vista externo en vista de los retos logísticos que implica. Si eso no está garantizado, pues las primarias tienen su riesgo. Hasta ahorita los candidatos que se han ido inscribiendo no han dado a conocer su visión de país o del cambio político que requiere Venezuela.
-Hay quienes señalan que Guaidó debe cesar como presidente interino, pero consideran que sí debe continuar la figura del interinato. ¿Qué piensa de esto?
-Estados Unidos tiene un dilema y tiene que ver con los activos de Venezuela. Ese país tiene que tener una alternativa que también le represente a ellos una salida honrosa de un tema tan espinoso como este del interinato. En la medida en que se siga postergando más complejo se volverá. El interinato dejó de responder a una lógica que estuvo fundamentada sobre el origen de la AN. En este momento se fundamenta en su propia preservación, más que en su utilidad para ayudar a resolver el problema de gobernabilidad y de creación de las condiciones para un proceso de reinstitucionalización.
El diablo está en los detalles, lo puedes desmontar (el interinato), pero la pregunta es cómo lo vas a hacer. Creo que eso va a requerir que sea discutido en el ámbito político, por lo que es necesario que también entre en los temas de la mesa de negociación. No hay duda de que en esa mesa debe discutirse lo que se refiere al control de los activos y el uso de estos para atender la crisis humanitaria. En el fondo, lo más importante de la vuelta a México es que pareciera que se va a dar dentro de un contexto que permitirá una entrada importante de recursos para atender la crisis eléctrica, alimentaria y de salud del país con fondos que provendrían de distintas fuentes.
-Se conformó una red de incentivos alrededor del interinato con la burocracia instalada y los partidos políticos forman parte de esto. ¿Cómo desmantelas tales intereses creados?
-La única forma es elevándose más allá de los intereses propios de quienes se benefician de un arreglo u otro. El interinato se beneficia de ciertas cosas. El chavismo también se beneficia de unos arreglos institucionales que tampoco tienen origen claramente democrático, dado el cuestionamiento de la elección presidencial de 2018. Lo que tiene que ocurrir es que todos nos elevemos por encima de estas discusiones para poder atender lo importante, que es terminar de estabilizar la economía, que se recupere la producción, que nos diversifiquemos y generemos empleo, y que podamos atender la desigualdad que se ha exacerbado en los últimos 10 años.
-El exprocurador José Ignacio Hernández señala que la figura del interinato debe continuar por los juicios que hay en el exterior, pero otros expertos señalan que no afectaría.
-Yo pienso que al final cualquier solución jurídica va a requerir de un acuerdo político porque la alternativa que existe frente a eso es la confrontación que tenemos y la parálisis del país. Al final, el tema de los activos y de cómo utilizarlos necesitará un acuerdo. Quizás se tenga que nombrar un grupo de personas que puedan gestionar eso adecuadamente para protegerlos, pero también para que puedan ser utilizados en atender la situación humanitaria en Venezuela. Creo que esa es la parte más importante del acuerdo, si es que se llega a dar.
-Maduro ha dicho que las elecciones serán en 2023. ¿Es acaso un anhelo de conseguir una relegitimación que ninguna negociación puede darle?
-El chavismo tiene alternativas a la mesa de negociación y estas pasan por adelantar elecciones sin haber consultado ni fijar un cronograma. Lo puede hacer, aunque no debe. Puede además impedir o hacer difícil la coordinación opositora o promover la fragmentación. El trabajo de la oposición en México es hacer lo suficientemente atractiva la negociación en sí misma -con el apoyo de la comunidad internacional- para que los chavistas perciban que aún perdiendo una elección presidencial ellos no están en riesgo existencial. Eso creo que es un trabajo difícil, porque el chavismo siempre va a estar centrado -como lo ha hecho en el pasado- en buscar alternativas unilaterales a una negociación…
En el 2019 se pudo haber negociado y no se quiso porque se prefirió una vía más dura de máxima presión internacional y máximo aislamiento político, en vez de llegar a acuerdos para una reinstitucionalización. Hoy hay una oposición mucho más debilitada… El chavismo ve la negociación en términos muy transaccionales desde el punto de vista electoral. La oposición, por su parte, debe ver este proceso en tres etapas. En la primera, debe buscar una apertura electoral para mejorar las condiciones en la medida de lo posible. En la segunda, tiene que haber una coordinación política a través del mecanismo que se elija para escoger el candidato (en este caso las primarias). La tercera etapa es ganar y cobrar. Pero en este momento apenas estamos viendo el principio de un proceso que puede durar mucho más tiempo del que nos imaginamos.
-Hay una suerte de sentimiento de «no quiero saber nada de política» en los venezolanos. Es como un hartazgo. ¿Es esto parte de un proceso social?
-Es el resultado de una dirigencia que se desconectó -tanto la chavista como la opositora- y que dejó de pensar en los problemas de la gente. Ese es el origen de esa insatisfacción y de la frustración frente al real cambio político. Un economista y politólogo alemán que se llamó Albert Hirshman decía que al final la gente puede votar con los pies, vota si es que lo dejan, o utiliza su voz para protestar.
En Venezuela la gente ha protestado, pero no percibe que terminó en un proceso de cambio. Tampoco está en capacidad de votar plenamente convencido porque el sistema le crea suspicacia. Este país ha vivido la segunda crisis hiperinflacionaria más larga de América Latina y el colapso económico más grande de la región sin haber vivido una guerra civil. En el fondo lo que hemos vivido es una guerra política. La familia venezolana escogió emigrar y ha sido la crisis migratoria más grande en la historia occidental moderna… La clase política no logra reconectar con los ciudadanos para que se convenzan de quedarse y tener un futuro aquí. Lo que la familia busca es la reunificación del venezolano, es el deseo más grande, pero eso pasa por un proceso de trasformación institucional y productiva.
-¿Por qué Estados Unidos ha tardado tanto en entender el proceso político venezolano?
-Es imposible entender nuestra inserción en los mercados globales sin entender nuestra relación con Estados Unidos, que hasta hace pocos años era nuestro principal mercado de exportación petrolera. Con el chavismo esa relación mutó y se transformó en una relación política conflictiva, pero que continuaba con lazos comerciales hasta que se rompió. Ahora se requiere repensar la agenda bilateral. Por ello, las conversaciones que están ocurriendo son importantes. Pero no habrá una apertura comercial y petrolera sin un acuerdo político y allí es donde el chavismo tiene el reto más grande, porque creen que pueden tener una mala relación política y reabrir la comercial. Esto va a necesitar un acuerdo político de manera negociada con factores de oposición que permitan retomar el funcionamiento del Estado de Derecho. Eso es algo que apenas está comenzando a ocurrir y todo el proceso es muy incierto.
-¿Está optimista?
-He trabajado mucho para que el país pueda atravesar ese camino. Muchos dicen que cohabitar o coexistir es malo, como un pecado, y yo no entiendo la democracia sin la coexistencia política. El chavismo está acostumbrado a ejercer una visión hegemónica y autoritaria del poder y es lo que tiene que comenzar a ceder. Esa visión de control permanente de todos los aspectos de la vida pública venezolana no puede seguir. Tampoco puede seguir la represión. El tema de violaciones de derechos humanos, ya documentado con mucho detalle internacionalmente, debe abordarse. Pero eso solo se puede hacer en el marco de la justicia y de los acuerdos.Pero también la oposición tiene que comenzar a aceptar que la transición rápida y de fuerza que algunos factores quieren promover no es viable, y que se requieren acuerdos básicos que en el marco de la Constitución permitan la cohabitación y la coexistencia.
Yo no entiendo a quienes dicen que lo que se busca son acuerdos ocultos. Aquí lo que se busca son unos acuerdos que permitan una reinstitucionalización y que permitan la cohabitación y coexistencia de todos los factores políticos del país, independientemente de quién gane y quién pierda las elecciones.
Foto: Raúl Romero