Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo: «No creo sinceramente que nadie en Colombia piense que Maduro es más confiable que Putin»

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Durante la clausura de la V Cumbre del Petróleo, Gas y Energía, celebrada en la ciudad de Bogotá, Colombia; el presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo, Francisco Lloreda, advirtió que si un país no puede ser autosuficiente en energía, el proveedor externo debe al menos ser confiable. Una premisa o «lección» que Alemania estaría aprendiendo ahora tras sufrir las consecuencias del conflicto Rusia-Ucrania; y que calificó de oportuna pues, a su juicio, en su país insisten en importar gas de Venezuela cuando tienen ese recurso en su propio país.

«Europa se equivocó cuando creyó que transitar energéticamente era volcarse a las fuentes renovables a nivel doméstico y depender del petróleo y gas importado. El caso de Alemania es patético. Hizo a un lado el desarrollo de sus combustibles fósiles, cerró las térmicas a carbón e incluso las centrales nucleares, y se enfocó
en las energías renovables. Pero continuó consumiendo petróleo y gas, pero Ruso. Seguro pensó que los hidrocarburos contaminan menos si son importados y que una interdependencia económica con Putin era una alianza política indestructible. Entregó su seguridad energética, su seguridad nacional, a un régimen no confiable y reza para que termine la guerra y se normalice el abastecimiento, desde Rusia…

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«No creo sinceramente que nadie en Colombia piense que Maduro es más confiable que Putin; la experiencia indica que es mala paga y que no cumple. La economista Agnia Grigas sugiere mejor seguir el ejemplo de Noruega que teniendo una matriz local limpia continúa produciendo y exportando petróleo y gas natural al mundo», dijo.

Lloreda está convencido de que Colombia puede avanzar en una agenda de transición integral y desarrollar otras
fuentes de energía como, según comentó, estaban haciendo los demás países productores. Pero aprovechó la ocasión para expresar, a través de su discurso, su preocupación: teme que el gobierno actual de Gustavo Petro destruya la industria del petróleo y del gas en Colombia con la excusa o el argumento de evitar la debacle universal o la extinción de la especie.

Intuye que el mensaje oficial responde a un discurso predominante en el mundo, políticamente atractivo, pero no por eso verdadero. Colombia, dijo, es un país de ingreso medio, con una matriz eléctrica limpia. Un país cuya
estabilidad económica y fiscal depende de una industria que solo representa 5% del PIB. Un país que contribuye 0,4% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), con un aporte per cápita de 1,6 toneladas al año mientras los países desarrollados aportan nueve.

Por eso fue enfático al insistir en que no tenía sentido ponerse metas incompatibles con el modesto impacto en la reducción mundial de emisiones que tenía Colombia; sobre todo en un contexto de tantas necesidades, con 21 millones de personas en la pobreza y una débil clase media: «No nos engañemos: una transición mal hecha implica un sacrificio descomunal en desarrollo social».

Citó al exministro Mauricio Cárdenas, quien ha indicado que el costo de la transición energética en Colombia podría ser de 30.000 millones de dólares al año, entre 8 y 11 puntos del PIB por año hasta el 2050, «cuando en el mejor de los casos la inversión del país es de 3 o 4 puntos», añadió.

Para Lloreda la industria del petróleo y del gas ha estado siempre presente en el desarrollo del país. Aseguró que, de no ser por ella, Colombia no tendría el nivel medio de desarrollo que tiene y dependería de hidrocarburos importados, con la consecuente pérdida de divisas que eso implica. Además de perder ingresos por regalías, disminuir la fuente de empleos y restar a la contratación de bienes y servicios.

«No podríamos financiar los programas sociales de mayor impacto, entre ellos Familias en Acción, el de Alimentación Escolar, Vías Terciarias, y los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, PDET. Qué decir de los compromisos que se deriven de la Paz Total. Tampoco 11 millones de hogares tendrían acceso a gas a un precio razonable, la tarifa de electricidad sería más alta y el país no podría darse el lujo de considerar subsidiar los combustibles líquidos en época de precios altos del petróleo. Sin una industria petrolera sólida y estable que de garantía de ingresos futuros, el crédito externo sería más costoso», alertó.

De allí su insistencia en que la transición debe ser responsable, alineada con una diversificación de las exportaciones que considere una transformación productiva y fiscal, de modo que permita eventualmente sustituir los recursos que la industria le aporta al país «sin sacrificar la seguridad y la soberanía energética, ni renunciar a exportar petróleo y gas. Y menos, el derecho de millones de colombianos a vivir mejor»; en palabras de la economista Mariana Mazuccato, a la cual citó: «Para distribuir riqueza hay que generar riqueza».

El presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo alertó sobre la pérdida de valor de la empresa Ecopetrol, a pesar de que su propio presidente, Felipe Bayón, intentara calmar los mercados. Situación que a su entender «amerita atención», pues según su experiencia el capital es miedoso y el panorama no es esperanzador.

«No luce bien porque es difícil generar confianza cuando por un lado los funcionarios le piden tranquilidad a los mercados y por el otro, el propio Presidente de la República, cada semana e independiente del escenario, la
emprende contra la industria, generando mayor desconcierto e incertidumbre (…) qué hacer cuando
quien debe dar ejemplo y sindéresis fustiga a diario una actividad económica legal y fundamental para el país, con calificativos denigrantes y argumentos falaces», señaló.

Lloreda fue tajante: «El petróleo no es veneno y no es cierto que no genere empleo». Informó que en la industria trabajan 100.000 personas, y 500.000 en toda la cadena. Sin contar el empleo que generan los recursos que ella aporta.

Una industria que solo se explorará satisfactoriamente con el apoyo de las empresas privadas, indispensables en un país con recursos limitados y con tanta pobreza.

«En 2013 la inversión en el sector fue de $ 8.000 millones, en 2020 bajó a 2.500 y este año el programa de inversión es de $4.000; un incremento importante, pero la mitad de la de hace nueve años. No puede taparse el sol con las manos: ha habido desinversión, se han ido empresas importantes y en este momento, se juntan la reforma tributaria, la incertidumbre exploratoria, el Acuerdo de Escazú, varios misiles de iniciativas de ley en contra de la industria, y la exacerbación de la llamada ‘conflictividad’ en las regiones, con una autoridad precaria y una policía humillada», añadió.

Antes de despedirse, Lloreda lamentó que el presidente de su país, Gustavo Petro, no asistiera a la clausura de la V Cumbre del Petróleo, Gas y Energía: «Seguro pensó se trataría de un escenario hostil y está en todo su derecho de escoger dónde ir y dónde no. En este caso, sin embargo, se equivoca, pues si algo caracteriza a la industria del petróleo y gas es el respeto»; y dijo que era necesario reconsiderar las posiciones extremas.

Admitió que le preocupaba su país, Colombia, así como el objetivo de entronizar un modelo económico cimentado en una economía planificada, de estatización de bienes y servicios, en el que la iniciativa privada y el libre mercado tuviesen un rol residual.

Recalcó que era muy grave insistir en la idea de combatir la pobreza en un país con subsidios y no con el fortalecimiento del aparato productivo o con la generación de empleo formal. Reiteró que esto era insostenible, salvo que se tratase de una estrategia para pauperizarlo, «incrementando la dependencia ciudadana en el Estado para fortalecer su poder; para atornillarse».

Lloreda confía en que la razón tarde o temprano termine imponiéndose, y que logre entenderse que el petróleo lejos de ser el enemigo, sea la vía para erradicar la pobreza. «Esa debe ser la obsesión».


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