Los manifestantes, casi todos de origen inmigrante, se instalaron en medio de la avenida Brasil del violento barrio de Constitución. El cambio de dueño del establecimiento donde trabajaban, una estafadora y cientos de preguntas sin respuestas, le dan marco a esta insólita medida de protesta.
Sillas, sillones, ronda de mate (infusión típica de Argentina), madres criando a sus hijos y otros tantos hombres mayores de edad resistiendo frente al lugar que, hasta hace 65 días, les pertenecía. Todos confluyen en un mismo lugar: el perímetro delimitado por una orden judicial trazado «a ojo» por los manifestantes, en la mismísima mitad de una de las avenidas más transitadas del sur de la ciudad de Buenos Aires.
«Puede parecer raro vivir en el medio del tránsito, pero no sirve protestar en el Congreso, en la Plaza de Mayo o en los Tribunales, este es nuestro lugar y no nos vamos a mover», las palabras son pronunciadas en un castellano básico, por Katy Ceres, proveniente de Ghana, quien hace 13 años encontró en la venta callejera su manera de sobrevivir en la Argentina.
