Kevin Costner presta su voz para encarnar a un perro en uno de los estrenos de este fin de año The art of racing in the rain (El arte de conducir bajo la lluvia) una película con un tema manido que puede generar interés sobre todo si has compartido la vida con un animal cuadrúpedo.
Todo lo que puede parecer tonto, cursi, lugar común y estúpido en esta cinta dirigida por Simon Curtis (Mi semana con Marilyn, Adiós Christopher Robin) puede ser importante y significativo para todos los que hemos tenido relación con animales. Vivir con un animal cambia tus perspectivas desde muchos puntos de vista y también genera necesidades distintas en materia cinematográfica.
Todos vamos al cine por distintas razones, pero sin duda una de ellas es la búsqueda de identificación. Queremos vernos reflejados en la pantalla de algún modo, nos gustan las historias que hablan de lo que nos ha pasado, de lo que nos sucede o deseamos vivir. En ese sentido El arte de conducir bajo la lluvia es obviamente una cinta hecha para los amantes de los animales, específicamente para quienes hemos tenido la suerte de tener relaciones largas con perros. Entender esto es esencial y evita decepciones.
La película protagonizada por Kevin Costner, Amanda Seyfried y Milo Ventimiglia habla un idioma que manejamos mucho mejor quiénes hemos compartido largos períodos de la vida con un perro. Si usted no ha tenido uno, si los animales no son parte de su mundo, creo que será muy difícil que conecte con la historia. Muy por el contrario, seguramente, le puede parecer tonta y sosa porque El arte de conducir bajo la lluvia se parece mucho a otras cintas que se han hecho sobre el tema.
Al igual que Marley & Me (2008) de David Frankel, otra historia sobre un perro, este largometraje está basado en un libro. La novela de Garth Stein The art of racing in the rain es el fundamento principal de la cinta cuyo narrador es Enzo, un Golden retriever que cuenta su vida y la de su mejor amigo humano a la vez que hace las veces de filósofo en plan Paulo Coelho canino.
Si bien es cierto que la película no ofrece novedad y que es como un domingo en el parque: previsible, también es verdad que precisamente por eso genera simpatía en su público objetivo. Los amantes de los perros descubrimos situaciones muy parecidas a la vida real y sobre todo emocionalmente la cinta posee momentos que nos afectan porque tocan fibras íntimas y verdaderas de ese tipo de vínculo.
Esto de utilizar a los perros para contar la vida de sus compañeros humanos no es un recurso exclusivo de Hollywood o de novelas lacrimógenas. Mucho antes lo hizo Virginia Woolf en Flush (1933) donde se narra la vida de la poetisa Elizabeth Barrett Browning bajo la mirada de un cocker spaniel.
Los perros han sido desde hace ya mucho tiempo animales que los humanos hemos acogido como compañía. Por esta razón tenemos tendencia a «humanizar» sus conductas o buscarles explicación dentro de nuestro imaginario y creencias. Haciéndolo ocasionalmente hacemos el ridículo, porque la verdad es imposible saber lo que piensan los perros y la forma en que ellos se vinculan con nosotros. Lo que sí podemos conocer son nuestros sentimientos hacia ellos, y de eso hay mucho en esta película que aunque es ocasionalmente cursi tiene muchos momentos felices.
La cinta propone ideas traídas de los cabellos (que más absurdo que su narrador sea un can) sin embargo algunas resultan tan emotivas como deslumbrantes. Una de ellas tiene que ver con la muerte, el alma de los animales y de los humanos y la forma en que se vinculan.
Además, utiliza la premisa existente sobre el modo en que viven el presente los perros, ya que ese es el único instante que conocen. Ellos no piensan en el futuro, no se preocupan, no se quejan, como bien lo dice Walt Whitman en su clásico poema sobre los animales: «no preguntan, ni se quejan de su condición; no andan despiertos por la noche, ni lloran por sus pecados».
El arte de conducir bajo la lluvia es una película sobre el amor por los perros para amantes de los animales. No busques nada más.
Luisa Ugueto Liendo
@luisauguetol
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