¿Qué son las relaciones líquidas?

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“Se trata de una adaptación de la expresión ‘amor líquido’, acuñada por el sociólogo Zygmunt Bauman, para referirse a una tendencia de las relaciones sentimentales modernas, cada vez más orientadas hacia la fragilidad y menos basadas en cimientos sólidos o en la voluntad real de comprometerse”, explicó Antonella Godi, psicóloga de BuenCoco, a Violeta Valdés, autora del portal español Vogue.

“Con mayor frecuencia, las personas quieren tener la seguridad de poder contar con alguien a su lado pero, al mismo tiempo, tienen miedo de enredarse en relaciones estables y que un vínculo cercano pueda traerles responsabilidades que no quieren o creen que no pueden asumir”, continúa la experta.

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De este modo, mientras que tradicionalmente dos personas elegían estar ‘juntas para siempre’ –a lo que dedicaban un enorme empeño y dedicación–, “hoy muchas relaciones, basadas en este deseo ambivalente, se caracterizarían por una fragilidad ineludible”, añade Godi.

¿Por qué han aumentado las relaciones líquidas?

Su aumento “es evidente en la experiencia clínica y de investigación psicológica”. ¿El motivo? “Los factores que pueden estar relacionados son muchos, pero en general podemos decir que las circunstancias históricas y socioculturales actuales nos han llevado a adaptarnos a la inestabilidad y, paradójicamente, nos sentimos más cómodos con situaciones indefinidas, precarias, de corto plazo y, a veces, incluso tumultuosas, más que en la unión y estabilidad de la pareja. No estamos acostumbrados a la calma, la paciencia y a construir una relación duradera”, detalla la experta.

Del vínculo amoroso a la conexión sentimental

El miedo a ‘atarnos’ nos llevaría a favorecer conexiones sentimentales por encima de vínculos. Mientras estos últimos se basan en el amor (son relaciones exclusivas que requieren esfuerzo, empatía, compromiso y la intención de renovar el vínculo a largo plazo), “las conexiones sentimentales se basan en el deseo individual inmediato; se caracterizan por la facilidad y la inmediatez, requieren poco compromiso personal y pueden ser tranquilizadoras, pues previenen situaciones que muchas veces se viven como demasiado exigentes o castradoras de la propia libertad individual”, señalan desde BuenCoco. 

Además de en la pareja, estas conexiones se pueden dar en todos los ámbitos de la vida, como la amistad y la familia. “Su punto en común es la fragilidad, que les impide perdurar en el tiempo; y una vez terminada su función, no se renuevan, se agotan”, apunta Antonella.

Las relaciones líquidas no ahorran sufrimientos

¿Y cómo pueden hacernos daño estas relaciones, a pesar de ser tan débiles y efímeras? En palabras de esta psicóloga, “muchas veces, la inestabilidad y la rapidez con que estas conexiones se agotan dejan a la persona con una sensación de inquietud, miedo, soledad, desorientación y fallo. A la larga, acumulando un fracaso tras otro, podemos desarrollar sentimientos de inadecuación o desconfianza en nosotros mismos y en los demás”. Algo parecido a cuando sufrimos ghosting.

De ahí que Godi considere que las relaciones líquidas puedan llegar a provocar “una gran tristeza y angustia, donde faltan por completo la esperanza y las ganas de comprometerse a construir diferentes tipos de relaciones. Como si se diese por sentado que, tras un momento de bienestar en el que la conexión nos es útil, el resultado final siempre será el fracaso de la relación y la soledad”. Tal vez porque el amor se basa también en la esperanza; y darle la espalda es negar la faceta más humana.

¿Deseo mantener una relación líquida o solo la tolero?

La psicóloga defiende que para entender la diferencia «es muy importante estar bien centrados y en conexión con las propias necesidades, deseos, con nuestra forma de ser y de vivir las relaciones, identificando también nuestros miedos y nuestras fragilidades”.

En este sentido, “una de las señales más importantes que nos debería poner en alerta es no sentirse con derecho a pedir lo que queremos, a expresar libremente nuestras necesidades y nuestra insatisfacción o nuestras experiencias emocionales desagradables; como si el principal objetivo con el otro fuese no perturbarlo, no incomodarlo y no hacerle entender que nos gustaría evolucionar en la relación, por miedo al abandono”, detalla Godi. Ella cree que si experimentamos una de esas cosas “es muy probable que estemos tolerando una forma de relación que no nos pertenece, solo porque el otro lo desea”. 

Si te enamoras, pierdes (pero no del todo)

Antonella Godi defiende que “cuando uno de los miembros se enamora de verdad, si el otro no está dispuesto a redefinir la inversión emocional en la pareja, es difícil encontrar una solución y lo más común es que la conexión se agote. Entonces, el enamorado puede sentir que no es suficiente para la pareja y se siente inadecuado, solo y perdido”. 

“Sin embargo –continúa esta terapeuta–, podemos decir que por lo menos la persona que experimenta un sentimiento de amor auténtico y sólido entra en contacto con una necesidad propia profunda y podrá ponerla en juego con confianza y esperanza en una relación diferente, en la que la otra parte también esté en sintonía con estas necesidades y con este compromiso e intensidad”. Por tanto, no es una derrota: enamorarse es síntoma de que podrás volver a enamorarte y que tal vez a la próxima, los sentimientos sean correspondidos. 

En cualquier caso, la psicóloga insiste en la importancia de “darnos cuenta lo antes posible de que el otro no está alineado con nuestras necesidades y deseos, siempre teniendo en cuenta que esto no depende necesariamente de nosotros o de nuestra relación”. Y subraya que la voluntad y los límites que el otro miembro pone deben ser respetados, pero lo mismo debe hacerse con nuestras necesidades y deseos. 

“Si superamos el miedo al rechazo y a la soledad, manteniéndonos en contacto con nuestras emociones y expresándolas libremente, también tendremos la oportunidad de darnos cuenta de que podemos construir una relación a nuestra medida, que nos haga sentir cómodos en la reciprocidad y en el intercambio de los unos con los otros”, finaliza Godi.

Fuente: Vogue.es

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