A raíz de la propagación de la COVID-19 surge un nuevo síndrome, conocido como el “síndrome de la cara vacía”. En muchos países, conforme ha aumentado el proceso de vacunación a sus ciudadanos se han flexibilizado las medidas de bioseguridad y eso ha llevado a varios a dejar de lado el uso de la mascarilla.
Sin embargo, esta flexibilización ha despertado en las personas un nuevo temor: al dejar al descubierto la boca y nariz, a pesar de mantener la distancia de un metro y medio como mínimo, temen que la posibilidad de contagiarse persista.
Siendo el ser humano un animal de costumbres, no es de extrañar que después de casi dos años obligados a usar tapabocas ahora se sienta extraño no usarla. Así quienes padecen el “síndrome de la cara vacía” pueden sentir ansiedad, estrés o malestar al no cargar puesta la mascarilla.
También se ha percibido inquietud, nerviosismo, aislamiento social o síntomas agorafóbicos en las personas que acceden a quitarse la mascarilla, algo así como la sensación de sentirse desnudos.
Aunque parezca una exageración, hay personas psicológicamente propensas a padecer dicho síndrome, en especial cuando se desconfía del 100% de la efectividad de la vacuna o piensan que puedan infectar a sus familiares y amigos por no usar el tapabocas. Aunque no hay tratamiento para esto, la recomendación es tratarlo con un especialista en psicología.
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