Ser distinto y temer convertirse en el “chiste” del colegio

- Publicidad -

“De pequeña he visto el odio a la cara. Lo reconocí en los que me discriminan con su mirada o trato por ser, lo que ellos consideran, un monstruo”, contó María, quien cubre con exceso de maquillaje las cicatrices del labio leporino que la convirtió en víctima de bullying por más de 20 años.

Aunque el diccionario en línea de la Real Academia Española no reconoce en su haber la palabra “bullying”, esta recientemente ha sido ampliamente utilizada para denunciar un comportamiento violento e intimidatorio que se ejerce de manera verbal, física o psicológica entre niños y adolescentes durante la etapa escolar.

- Publicidad -

Una brida amniótica le cortó cuatro dedos a la periodista Dayimar Ayala cuando su cuerpo aún se desarrollaba dentro de su mamá: “Soy parte de las estadísticas de un fenómeno que se da 1 vez por cada 10.000 embarazos. Algunas mujeres desarrollan dentro del útero una cuerda que corta lo que esté a su paso, por eso, solamente tengo un dedo en mi mano izquierda”. 

Dayimar, al igual que a María, le tocó vivir varias experiencias desagradables durante su infancia y adolescencia. “Sufrí de bullying o acoso escolar, antes de que le pusieran un nombre, porque hay muchos hogares en los que no se les enseña a los niños que el mundo es diverso y está compuesto por gente con muchas características diferentes”. 

Decía el director académico de Cedice, Trino Márquez, en la entrega de Los Discriminados sobre la Homofobia, que la diferencia “es difícil de aceptar incluso para los padres, mucho más para los niños”. Por eso, hay que educarlos inculcándoles un profundo “respeto y tolerancia hacia las minorías; que haya empatía hacia el otro, ponernos del lado del que es discriminado”. 

La comunicadora venezolana refuerza esta explicación con ejemplo de su propia experiencia: “Cuando ven a alguien que los diferencia o pudiera ser considerado como distinto o fuera de lo común, es cuando comienzan los ataques. Ya ahorita no me siento como víctima, sino como parte del desconocimiento y la ignorancia de la sociedad a que todos somos diferentes”. 

“Me querían menos”

El bullying, conocido coloquialmente en la jerga criolla como “chalequeo”, no se queda solo en las aulas de clases. Dbido a la masificación de las redes sociales, y en ocasiones al humor, este ha migrado también a los medios digitales y muchos son los estudios realizados desde las escuelas de psicología y psiquiatría del mundo sobre sus consecuencias.

“Toda la vida he sido víctima de bullying, aunque hoy me río porque no me generó daños colaterales. Siempre fui una víctima de acoso de mi hermano mayor”, narra Daniel, un ingeniero eléctrico desgarbado, con lentes y el rostro plagado de cicatrices, producto del acné juvenil. 

Daniel cuando era niño pensaba que sus papás lo querían “menos que a mi hermano”. Explicó que el acoso que ejercía su antecesor sobre él nunca era penalizado: “Mi mamá decía que si no había sangre no pasaba nada. Todos lo tomaban como un chiste. Yo era el chiste de mi hermano y sus jugarretas eran un chiste para mis padres. Hoy, incluso, ya son un chiste para mí”. 

El sociólogo advierte que desconoce la existencia de alguna sociedad en la que no haya discriminación de ningún tipo en la práctica, porque en términos legales la discriminación ha desaparecido, ya que la mayoría de las Cartas Magnas del mundo prohíben actitudes discriminatorias. “Probablemente pasará mucho tiempo para que desaparezcan completamente”, indicó. 

Sin embargo, insistió en la importancia de educar a los niños y jóvenes sobre la base de los valores y la ética, del reconocimiento mutuo como seres equivalentes y de la empatía. “En general todas las religiones aseguran que todos somos iguales frente a Dios”. 

Valores desde la casa

Márquez resaltó que la discriminación por desconocimiento en muchos casos viene desde el hogar.: “Antes hasta los niños zurdos eran discriminados. Uno veía como los padres les amarraban la mano izquierda para que se vieran obligados a usar la derecha y veías a esos niños vueltos locos, sin saber qué hacer. Hasta que hubo una campaña de educación y consciencia que cambió las cosas”. 

Muchos son los recuerdos de Ayala durante su paso por los salones de clases, pero fortalecida con el apoyo de sus padres logró forjar su carácter y vencer al acoso y la discriminación. “Tengo muchísimas anécdotas que pudieron haberme marcado, si no fuese por el trabajo extraordinario que hicieron mis papás o por el apoyo psicológico que tuve durante muchísimos años para fortalecer mi carácter y mi personalidad, así como saber, entender y aceptar que yo había nacido así y que eso no iba a determinar quién iba a ser. No lo hubiese logrado”. 

Explicó que al salir embarazada uno de sus temores, además de cómo lidiar con un recién nacido y “una mano y media”, era explicarle a su hijo por qué ella era diferente y que él fuera sometido al escarnio de sus compañeros por “tener una mamá mocha”. Dijo que la temida conversación se dio cuando “ED” cumplió 4 años de edad: “Solo me lo preguntó una vez, le expliqué. Él entendió y no ha vuelto a ser tema de conversación entre nosotros”. 

Para el activista de la migración venezolana en Chile, Carlos Carrasco, muchas veces en Venezuela “con el pretexto del humor, quieren imponer una forma de pensar y no estoy de acuerdo”. “Hay que cambiar y ser mejores personas. Que la dignidad de tantas minorías sea reivindicada”, haciendo alusión a un tuit del comediante José Rafael Guzmán, que causó polémica por hacer comentarios que podrían ser calificados como racistas y homofóbicos, solapados en el humor negro.

Aunque la mayoría reconoce los avances de las sociedades de cara a las diferencias de los seres humanos, también resaltan la necesidad de que Venezuela demuestre más esfuerzo en esta materia. Tanto Márquez como Carrasco reiteran la falta de inclusión de las minorías en la política nacional.

“Hubo avances en materia educativa, empleos y se han equilibrado los sueldos entre mujeres y hombres o personas con discapacidad, pero todavía falta mucho por hacer. Los gobiernos izquierdistas usan el lenguaje que ellos llaman incluyentes. Mucha palabrería, no he visto que se hayan comprado autobuses o ascensores para personas discapacitadas. Aquí se habla mucho y se hace poco. La palabra inclusión para esta gente es una especie de fetiche”, concluyó Márquez.

No olvide ver nuestros reportajes en: www.hispanopost.com 

- Publicidad -

Más del autor

Artículos relacionados

Lo más reciente

MCampus Comunidad estrena inspiradora serie de podcast para expandir el potencial profesional de los jóvenes

A partir de hoy, los jóvenes de América Latina y el Caribe pueden acceder a contenidos de gran valor para expandir su potencial profesional...

VI directiva de la Federación de Asociaciones chinas de Venezuela comprometida en promover y fortalecer la unión entre ambas naciones

En un colorido y protocolar evento, se llevó a cabo la juramentación de la VI directiva de la Federación de Asociaciones Chinas de Venezuela,...

EEUU: «Seguimos abiertos a responder positivamente a medidas significativas hacia la plena implementación del Acuerdo de Barbados»

La embajada de Estados Unidos para Venezuela aseguró este lunes que si hay «medidas significativas» e implementación del Acuerdo de Barbados, firmado en...

¿Quieres recibir las notas de mayor interés en tu email?

Comparte con nosotros tu email y te haremos llegar las noticias de mayor relevancia directo a tu correo