Tratar a las dictaduras castrochavistas como una organización

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La gestión del presidente Joseph R. Biden traerá consigo cambios en la política exterior de Estados Unidos con América Latina, una región marcada en el siglo XXI por el incremento de las “dictaduras antiimperialistas”, la desestabilización de la democracia, el narcotráfico, las migraciones ilegales, el terrorismo y la penetración islámica, china y rusa. Las dictaduras castrochavistas dirigidas por Cuba son el enemigo declarado de Estados Unidos, pero son tratadas individualmente separando Cuba de Venezuela, de Nicaragua, de Bolivia y del gobierno de Argentina, cuando es un solo grupo, el castrochavismo, que debería ser tratado como una organización.

La alianza de 1999 entre Hugo Chávez y Fidel Castro, además de sostener la dictadura cubana permitió expandir su modelo con propuesta populista, creando un movimiento bolivariano luego denominado socialismo del siglo XXI que hoy es el castrochavismo, que utiliza el instrumento castrista creado ante la desaparición de la Unión Soviética que es el “foro de Sao Paolo”.

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La observación de la realidad objetiva muestra que el castrochavismo liderado por Cuba que controla Venezuela, Nicaragua, Bolivia y el gobierno de Argentina, realiza, promueve, utiliza y manipula el narcotráfico, el terrorismo de origen islámico, las migraciones forzadas, la penetración de Irán, China y Rusia, como factores de crisis en América Latina. Todas estas acciones que son crímenes, desestabilizan y destrozan las democracias y son las principales amenazas regionales contra la seguridad de los Estados Unidos.

La política exterior de Estados Unidos con América Latina después de la segunda guerra mundial estuvo marcada por la guerra fría, pero desde 1959 ha sido casi reactiva a las agresiones del castrismo de Cuba, hoy castrochavismo. Del anti comunismo pasó a la promoción y defensa de la democracia, luego a la lucha contra el narcotráfico y con la desaparición de la Unión Soviética a la iniciativa de la Cumbre de las Américas que en 1994 proclamó la “conservación y el fortalecimiento de la democracia con prosperidad a través de la integración económica para erradicar la pobreza y la discriminación”.

Democracia, lucha contra el narcotráfico, integración económica, lucha contra la pobreza y la discriminación, fueron los principales paradigmas de la política exterior de Estados Unidos hasta los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Luego sobrevino el progresivo abandono en el momento en que el naciente castrochavismo derrocaba democracias, se expandía, falsificaba resultados electorales, empezada a articular dictaduras electoralistas como simulaciones de democracia en las que se vota pero no se elige, suplantaba constituciones, hacia crecer los países con perseguidos y exiliados políticos y más.

Con los votos de los países de América Latina controlados por gobiernos promovidos y sostenidos por Chávez y Castro y la creación de mecanismos de manipulación como el Petrocaribe, el autodenominado antiimperialismo controló la Organización de Estados Americanos (OEA) de 2005 a 2015 y expandió su poder en la Organización de Naciones Unidas penetrando más organismos especializados y posiciones estratégicas.

Como socialismo del siglo XXI llegaron a la Cumbre de las Américas de Panamá 2015 en la que el dictador cubano sin reintegrar a Cuba a la OEA se encontró con el presidente de Estados Unidos, fue el previo a la reapertura de relaciones entre Estados Unidos y la dictadura cubana que quedó reconocida como líder de América Latina.

De la política exterior de abandono del presidente George W. Bush, Estados Unidos pasó a una política de apertura dando la gran opción a la dictadura de Cuba de avanzar a la normalización democrática, pero la respuesta fue más dictadura, más antiimperialismo, más violaciones a los derechos humanos, más narcotráfico y más apertura a los adversarios norteamericanos. La nueva política exterior del presidente Barak Obama fracasó por ausencia de contraparte, porque la dictadura cubana no cambia y la utilizó para fortalecer su liderazgo en el castrochavismo, afirmar su control sobre Venezuela, Nicaragua y Bolivia, para construir narcoestados en lugar de democracias y hacer de Venezuela una crisis humanitaria.

La política exterior del presidente Donald Trump ha puesto a las dictaduras castrochavistas en una gran crisis, pero no ha logrado terminar con ellas. Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y el gobierno de Argentina están buscando que la solución para mantener sus regímenes de delincuencia organizada sea una nueva política exterior de Estados Unidos. Necesitan una salida que les permita sobrevivir, pero Estados Unidos y las Américas necesitan una salida que termine con las dictaduras y reponga el respeto a los derechos humanos, la libertad y la democracia en la región.

*Abogado y politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy

www.carlossanchezberzain.com

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