“Prácticamente vivo de la caridad de mis amigos”

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    “No me pueden nebulizar, sigo trancado con el asma. Voy a tratar de ir a los cubanos”, dijo Pablo Molina, un profesor universitario jubilado, que cada día debe acudir a algún centro asistencial en Los Teques para tratar su condición asmática. La noche anterior había sido atendido por emergencia hasta altas horas de la madrugada. Mientras caminaba bajo el sol y con tapabocas para protegerse del COVID-19, narró su historia a HispanoPost.  

    Desde su casa, ubicada en una de las calles que colindan con la conocida Casa Amarilla o Residencia del Gobernador en el casco colonial, hasta el Hospital Victorino Santaella, Molina debe caminar al menos 9 kilómetros ida y vuelta. En ocasiones hace el recorrido con el estómago vacío: “Prácticamente vivo de la caridad de mis amigos. Hoy me comí una arepa que me trajo mi hermana”.

    “Algunos amigos me contribuyen consiguiéndome medicamentos. Esta semana un amigo me preguntó cuánto costaba el antibiótico, le dije que 1.200.000 bolívares y me respondió: ‘Okey, te voy a mandar 800.000 para que compres una parte’. Ya lo compré gracias a que él me dio ese dinero, eso fue un regalo”, relajó Molina.

    También recordó que ha contado con la caridad del farmacéutico de la zona: “En las mañanas tengo que salir a buscar los medicamentos donde hay la posibilidad de conseguirlos baratos y hay una farmacia donde me fían. Como compro tanto allá, nos hicimos amigos y me fía, sobre todo, los medicamentos para proteger el estómago”.

    El coordinador de la plataforma Médicos por la Salud, Danny Golindano, explicó que, de acuerdo con el último boletín de la Encuesta Nacional de Hospitales Públicos, de los 40 centros monitoreados, entre 60% y 70% presenta fallas en equipos o medicamentos de respuesta para una crisis asmática, es decir, “de cada 10 hospitales, 6 o 7 no tienen la capacidad de administrar broncodilatadores”. “Lo que quiere decir que solo 2 de cada 10 pacientes en asma podrán ser atendidos por emergencia”, dijo.  

    Buscando opciones

    Molina ya conoce las carencias de cada uno de los centros asistenciales de la capital mirandina y con la ayuda de sus amigos, además de su disposición para no darse por vencido, se las ingenia para combatir la enfermedad crónica que padece, tratando de rendir los 600.000 bolívares que percibe a través de la pensión.

    “Ahorita voy a Pronto Socorro, donde me nebulizan. Después voy a tratar de ponerme un esteroide que se llama Hidrocortisona, porque la Aminofilina no me la puedo poner porque tengo que llevar el macrogotero que no lo hay ni en el hospital (Victorino Santaella) ni en el Pronto Socorro y su precio pasó de 50.000 bolívares a 150.000 ¡No puedo comprarlo!”.

    Si el docente jubilado decide acudir al Pronto Socorro de El Vigía, uno de los seis ambulatorios con servicio de hospitalización inaugurados durante la gestión del exgobernador Henrique Capriles, su trayecto se reduce a unos 3 kilómetros, aunque esto es sin contar la caminata de regreso a casa y la dificultad para manejar su respiración en medio de una crisis asmática.   

    “Mis amigos me ayudan con los medicamentos. Uno me consigue Salbutamol, otro me consigue la solución fisiológica. El aparato se me dañó y mi hermano me lo mandó a arreglar. En el hospital no hay macrogotero ni inyectadoras”, dijo Molina.

    Recordó que su dieta diaria se redujo, principalmente, a unas cuantas legumbres, arroz y lentejas, junto a los productos de la caja que recibe de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).

    “Antes compraba huevos, ahora no puedo. Antes costaban 160.000 y yo compraba medio cartón, ahora valen 400.000. Compro pan dulce y café, sin café no sé vivir. Cuando viene el CLAP lo único que trae es arroz, pasta y harina. Entonces, algunos amigos me ayudan con huevos y, sobre todo, muchas lentejas”, indicó.

    Confesó que tiene aproximadamente mes y medio sin comer carne roja y no ha probado un pollo desde que comenzó 2020. “En todo lo que va de año no he comido pollo”, aseguró

    El jubilado explicó que la llegada del COVID-19 le complicó sus rutinas: “Antes de la cuarentena estaba mucho mejor porque me podía mover en el día. Podía buscar mejores soluciones, pero ahora no puedo porque es solo medio día y prácticamente no me puedo movilizar. Si hago una diligencia, no puedo hacer la otra”.

    Mirandino ejemplar

    Molina, quien es Licenciado en Letras egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y especialista en Historia de la Música, cuenta con dos novelas, cuatro poemarios y 25 piezas teatrales. A pesar de que una de las novelas y un poemario aún no se han publicado, podría ser considerado como un mirandino y venezolano ejemplar. “Soy el único en Latinoamérica que tiene siete piezas teatrales del mundo aborigen: Guaicaipuro, Terepaima, Apacuana, Yoraco…”

    También recordó que en sus tiempos como docente universitario su sueldo era mejor. “Yo trabajé en todas las universidades de los Altos Mirandinos y pagaban bien. Hoy soy profesor universitario titulado por un curso de seis meses que me obligaron a hacer los chavistas y ahora tengo un título que ni Maduro me puede quitar, al menos que elimine las universidades. Fui profesor universitario titular de tiempo completo y hoy gano 600.000 bolívares”.

    Aseguró que un “sueldo correcto” a su esfuerzo durante años podría ser lo único que le otorgue una mejor calidad de vida. “Lo inmediato, evidentemente, tendría que ser el sueldo correcto para un profesor universitario de mi categoría y, además yo podría tener un seguro que me cubriera una parte de mis dificultades, pero no tengo seguro. A un obrero que va a realizar un arreglo a la universidad les pagan sus horas extras, a los profesores universitarios no”, señaló.