“Regreso directo a los brazos y al plato de pabellón de mi mamá”

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“Ya no aguanto más. Me hace falta mi familia, quiero dormir en mi cama. Lo extraño todo”, escribió mi Santiago Flores, un venezolano radicado en Lima desde hace poco menos de dos años. “La próxima quincena compro mi pasaje. Directo a los brazos y al plato de pabellón de mi mamá”, finalizaba en su última publicación de Facebook.

Desde que la crisis político-económica por la que atraviesa Venezuela se agudizó, el país ha despedido a más de 4 millones de ciudadanos, de acuerdo con cifras oficiales de la ACNUR, que decidieron migrar para buscar nuevas oportunidades.

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“Es importante entender que a aquí todos somos valientes: el que se va, el que vuelve y el que nunca ha querido irse. Yo antes criticaba a los migrantes, Cuando me tocó irme criticaba a los que se quedaban. A finales del año pasado me di cuenta que estaba pasando mucha roncha y decidí volver y rehacer mi vida acá. Esta vez fui yo el criticado”, recodó Jonnathan Rondón, un abogado de avanzada edad que vivía en Costa Rica.

A pesar de que la crisis aún no ha cesado, muchos de estos venezolanos han decidido hacer nuevamente sus maletas y volver a su patria. Algunos porque sienten que hicieron cumbre y ya era hora de volver, otros porque sencillamente no pudieron coronar sus sueños.

En agosto de 2019, Daniela Flores llegó a Chile para “cambiar su vida”. A los pocos días iniciaron las protestas contra el presidente Sebastián Piñera, lo que le dificultó “moverse a sus anchas” para conseguir empleo. Casi 6 meses exactos, Flores estaba de regreso en Maiquetía, justo el mismo día que Juan Guaidó retornaba de su segunda gira internacional, como presidente encargado de Venezuela.

“Nunca logré adaptarme. El empleo que conseguí no me gustaba ni me generaba buenos ingresos. Llegué allá y comenzó la locura de las protestas y eso complicó mi proceso. Un día hablé con mi antiguo jefe y me dijo que seguía teniendo las puertas abiertas. Decidí volver a mi país, dudo que me vuelva a ir”.

Carlos Suárez, un joven ingeniero en electrónica, hace casi cuatro años decidió aventurarse y probar suerte en la tierra de sus padres, Ecuador. Luego de convertirse en un pequeño comerciante en el mercado de la compra y venta de equipos de computación, decidió abandonar el negocio que había iniciado con sus primos y volver a Venezuela.

“Estuve en Ecuador tres años, fue una gran experiencia. Logré reunir dinero, viajé un par de veces a Colombia y Perú, unas por trabajo y otras por placer. Pero nunca olvidé mi norte, así que cuando tuve suficiente volví y le cumplí la promesa a mi mamá de comprar nuestro propio apartamento. Aquí estamos, algunas veces apretados económicamente, pero con un techo propio”, contó Suárez.

Catalina Paz, una docente particular recuerda que de pequeña solía visitar con frecuencia Colombia, pues de allá es toda su familia materna. Un día en el año 2017, cuando las protestas antigobierno estaban en su momento más álgido, Paz conversaba con una tía que vive en Cartagena y vio una posibilidad de cambiar su vida.

“Mi tía me propuso que me fuera para allá. Incluso me regaló el pasaje en autobús, porque para esos días yo no había podido reunir dinero. Todo era lindo en teoría, pero pasaron los meses y yo no lograba conseguir empleo en ningún colegio. Difícilmente logré dar clases particulares a un par de vecinitos de mi tía, pero eso no era gran cosa”, contó Paz.

Agregó que esa situación la hizo sentir frustrada y la llevó a tomar una nueva decisión: “Cuando ya tenía un año allá, sentía que incomodaba porque no me alcanzaba para aportar a los gastos. Un buen día me levanté, recogí mi ropa y le pedí al esposo de mi tía que me acercara al terminal. Hoy agradezco haber tenido la valentía tanto para migrar como para volver a mi hogar. De todo se aprende”.

Mientras Fátima Dávila, periodista, acumuló unas cuantas millas más en su prueba. “Chama, yo fui a parar a España en 2015. Allá me enamoré y me fui a Australia, y que persiguiendo al amor. Eso no funcionó y me regresé a América, necesitaba calor. Estuve un año en México y en cuanto ganó AMLO (Andrés Manuel López Obrador), dije: Que va, mejor loco conocido que loco por conocer y me regresé”.

Thamara Díaz, dedicada al marketing político, contó: “Sonará trillado, pero no hay lugar como el hogar. Yo estuve en Argentina, trabajaba en el gobierno de (Mauricio) Macri. Un día de regreso de casa me sentí sola, necesitaba a mis abuelos. La decisión fue inesperada pero rotunda. Al día siguiente puse mi cargo a la orden y una semana después estaba en La Guaira, bailando tambores en la playa y comiendo mango verde con sal y adobo”. 

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