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Mientras el mundo continúa luchando contra las oleadas de COVID-19, la creciente propagación geográfica del ébola es preocupante y otro recordatorio aleccionador de que detener rápidamente los brotes de enfermedades requiere un sistema cohesivo que involucre actores nacionales y locales.
La semana pasada, el organismo de negociación intergubernamental (INB), que está compuesto por los Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que trabajan para redactar y negociar un tratado pandémico, publicó un «borrador cero conceptual» para su consideración en la tercera reunión del INB en diciembre.
El Panel para una Convención de Salud Pública Global (GPHC, por sus siglas en inglés) acoge con beneplácito el fuerte compromiso del INB con la equidad en este borrador, aunque insta al INB a ir más allá para incluir una evaluación independiente para la preparación, así como plazos claros para alertar y responder a las amenazas para la salud.
Si el mundo se hubiera comprometido con el acceso equitativo a vacunas, pruebas, antivirales y equipos de protección personal durante la respuesta a la COVID-19 en 2020, se habrían salvado millones de vidas y medios de subsistencia. Mantener el principio clave de la equidad también es vital para garantizar que los países operen en igualdad de condiciones cuando se trata de establecer objetivos de preparación. Se necesitan una preparación y una respuesta comunes pero específicamente perfeccionadas en función del punto de partida de un país y de las finanzas que se ponen a su disposición.
Cuando se trata de evaluar qué tan bien está preparado un país para detener un patógeno con potencial pandémico, el Panel cree que la revisión por pares es una herramienta útil para aprender de otros países, pero no es adecuada para una verdadera rendición de cuentas. Se requiere una evaluación independiente por parte de un organismo autónomo a distancia de la OMS para el rigor y para separar tales esfuerzos de la dinámica política que puede y tendrá lugar cuando los países se evalúen entre sí.
Finalmente, una vez que se detecta un brote, a menudo hay algunas horas críticas para informar, evaluar y actuar para detener la propagación de una enfermedad antes de que se vuelva prácticamente imparable. El borrador actual no va lo suficientemente lejos como para señalar la urgencia necesaria para prepararse para la enfermedad X o los patógenos conocidos, o para responder en la etapa inicial. Desde diciembre de 2019, cuando se suprimió la información sobre el nuevo coronavirus, hasta que varios países adoptaron un enfoque de «esperar y ver» cuando se informaron por primera vez los casos de COVID-19, hasta la lenta respuesta internacional a un virus de la viruela del mono más móvil, hemos visto el daño consecuencias de la inacción al principio.
Mientras los líderes mundiales de la salud se reúnen para desarrollar un borrador cero del tratado pandémico, instamos a los involucrados a codificar tanto la rendición de cuentas en todos los niveles, incluso a través de una evaluación independiente, como los plazos claros para la alerta y la respuesta. No podemos continuar el ciclo global de crisis seguido de complacencia, especialmente cuando tenemos lecciones dolorosas y una serie de nuevas herramientas para corregirlas.