La crisis del COVID-19 a nivel global ha supuesto unos cambios profundos a la forma como los gobiernos intervienen en la dinámica económica. La mayoría de los países, independientemente de su grado de desarrollo, ha diseñado paquetes de estímulo y de ayuda a sus ciudadanos y sus empresas. Estos paquetes de estímulo suponen casi el 10%, en la mayoría de los países, del PIB. En el caso de Estados Unidos la proporción puede ser mucho mayor.
Esto ha permitido que muchos ciudadanos y muchas empresas hayan tenido capacidad de poder soportar los rigores del confinamiento, de la paralización de actividades y de una cuarentena que se ha extendido demasiado.
En el caso de Venezuela la situación es totalmente diferente. El Estado venezolano se encuentra colapsado, no tiene ahorros, no tiene ingresos así que su capacidad de ayudar a ciudadanos y empresas literalmente no existe.
Los ciudadanos dependen principalmente de su empleador, de lo que pueden hacer en su día a día y de una minoría que tiene ahorros. Las empresas están operando dependiendo del accionista o de su flujo de caja para mantenerse en pie. En otras palabras, en estas condiciones en Venezuela, ciudadanos y empresas estamos por nuestra cuenta.
La capacidad de resistir una cuarentena más larga y una situación de desbordamiento del virus es muchísimo más limitada que cualquier otro país. Los peligros que esto supone es que el grado de vulnerabilidad de muchas personas es elevado, por eso también los riesgos al contagio.
Adicionalmente, la vulnerabilidad de las empresas es otro aspecto puesto que muchas de ellas no pueden seguir sin facturar, no pueden seguir teniendo un tamaño de mercado limitado y los accionistas también se ven limitados en su capacidad de seguir sosteniendo las actividades.
Esto hace pensar que muchas de las empresas en el futuro tendrán que tomar decisiones drásticas y difíciles. Muchas de ellas tendrán que cerrar operaciones, disminuir procesos productivos y también disminuir número de empleados.
Lamentablemente eso es lo que podemos avizorar en los próximos meses en Venezuela, una situación donde la crisis es mucho más profunda que en el resto de los países porque no tenemos capacidad de ayuda por parte del Estado venezolano como garante y proveedor de servicios públicos es inexistente. Toca a cada uno de nosotros cuidarnos, hacer las mejores prácticas como personas y como empresa para mantenernos en pie.