La violencia política ha sido una sombra persistente que ha acechado a los venezolanos durante las últimas dos décadas. El régimen se vale del terror político como una herramienta de control social, utilizada para sofocar a la disidencia y permanecer en el poder. Mediante la fuerza estatal y sus grupos armados, reprimen manifestaciones pacíficas y detienen arbitrariamente a los manifestantes. Estas acciones han resultado en violaciones graves de los derechos humanos y han generado un clima de miedo y represión en la sociedad.
Así, todos los venezolanos que nos atrevemos a alzar nuestra voz contra las injusticias y exigir una mejor Venezuela, arriesgamos nuestra integridad a diario. Las fuerzas democráticas somos un blanco de la violencia cuando recorremos las calles y hablamos con la gente. Cualquier ciudadano puede ser víctima de la violencia arbitraria, solo hace falta pensar distinto. Además, a través de campañas de difamación y estigmatización, se ha buscado desprestigiar y deslegitimar a todos aquellos que queremos un cambio positivo en el país. También, mediante el control de las instituciones del Estado han implementado leyes y regulaciones ambiguas para acusar a cualquier opositor de delitos inventados, lo que resulta en su detención y enjuiciamiento por motivos políticos. El resultado es una Venezuela sumida en la miseria, la pobreza y el dolor.
Sin embargo, las acciones autoritarias del régimen hacen cada vez menos mella en los venezolanos. La emergencia humanitaria compleja nos ha llevado a un estado de necesidad tal que, sin importar las consecuencias, estamos dispuestos a manifestar y trabajar para lograr el cambio político que necesitamos como sociedad. La gente está agotada de tantos problemas y no hay ninguna táctica que nos haga bajar la cabeza y callar ante las injusticias. La estrategia de miedo y violencia no les volverá a dar resultado. Pensar distinto no es un delito y estamos dispuestos a seguir adelante para transformar a Venezuela en una nación próspera para todos.
Es en esta búsqueda de cambio que el lado democrático se está levantando y asumiendo la responsabilidad de enmendar los errores del pasado. Reconocemos que la reconstrucción del país no será una tarea fácil ni rápida. Requiere de una introspección crítica y valiente para identificar las fallas y los vicios del pasado. Es fundamental que se construyan nuevas bases y criterios, basados en la ética, la responsabilidad y la participación ciudadana, para que Venezuela pueda emerger de esta crisis y avanzar hacia un futuro prometedor.
El cambio político que Venezuela necesita requiere compromiso colectivo y un esfuerzo sostenido para transformar las estructuras y prácticas políticas que han perpetuado la violencia, la corrupción y la mala administración. Solo a través de un cambio genuino y significativo, basado en la democracia, la justicia y el bienestar del pueblo, se podrá reconstruir una Venezuela próspera y en armonía. Todos los venezolanos, sin importar nuestra afiliación política, merecemos vivir con dignidad y prosperidad.