Quedarse accidentadas en la oscura Caracas

- Publicidad -

Transcurrían las 10 de la noche, del jueves 19 de diciembre, una fecha cercana a la Navidad, en la que se supone la ciudad de Caracas debería estar iluminada y transitada. Sin embargo, la realidad era otra: las pocas luces que alumbraban el final de la calle Veracruz de Las Mercedes recordaban la existencia de un país en decadencia y sumido en la oscuridad. Una imagen sacada de cualquier película de terror.

Dos mujeres solas en una camioneta pequeña se trasladaban por esa vía hacia un conocido hotel a presenciar un espectáculo musical. Todo parecía estar tranquilo, pese a la oscuridad. No había temores ni preocupaciones, su destino estaba cerca y lo que las movía era la emoción del espectáculo que estaba por empezar.

- Publicidad -

Al cambiar el semáforo y a escasos metros, la palanca de cambios de la camioneta dejó de funcionar. Otra vez como escena trillada de terror. “¿Qué pasa? La camioneta no me responde”, dijo Marlene, la dueña del vehículo y conductora designada.

Preocupada y atenta porque justo en el espacio donde se accidentaron era el menos iluminado, Mariale, la copiloto, le sugiere avanzar unos pocos metros más hasta llegar al centro comercial que colinda con la autopista Prados del Este donde, se supone, circulaba un poco más de gente, había luz y la posibilidad de ser auxiliadas.

“Porque aquí tan oscuro somos presa fácil del hampa, chama. A lo mejor allá algún hombre nos ayuda”, señaló Mariale. “Un hombre debe saber qué le pasó a la camioneta. Ellos siempre saben de mecánica”, comentó como si se tratara de un guión.

Rezando y pidiéndole a la camioneta que funcionara unos metros más, las mujeres lograron llegar a su destino, elegido por la emergencia. Pero, para sorpresa de ambas, ni un alma se dejaba ver por aquellos lados. Invocando nuevamente el mantra de repetición para poder subir el pequeño policía acostado y entrar al estacionamiento, las mujeres, que aún sin saber qué pasaba y que sentían los minutos pasar como si fueran meses, experimentaron lo que fue accidentarse por segunda vez en una misma noche cuando el vehículo no logró superar el pequeño obstáculo, dejándolas atravesadas en la entra del estacionamiento pago del referido centro comercial.

La corneta de un carro, ruidosa y repetitivamente detrás de ellas que, como en un acto de rebeldía del vehículo, se desplazaban hacia atrás sin poderlo controlar. Mariale decidió bajarse a pedir ayuda a los ocupantes del carro ruidoso, la respuesta fue grosera y agresiva.

Subieron los vidrios de las ventanas, manotearon un par de veces y hasta llegaron a exclamar un par de improperios difíciles de escuchar, al tiempo que echaron hacia atrás y retomaron el camino vía autopista. La presencia de Mariale para el momento era intachable: vestido de noche a la altura de las rodillas, sandalias de tacón alto, chaqueta y maquillaje de fiesta. Difícilmente daba la impresión de tratarse de una malhechora.

Logrando echar hacia atrás, Mariale decidió dar una vuelta para tomar impulso y volver a intentar la entrada. Unos 40 minutos después de la primera vez que se accidentaron, dando vueltas por Las Mercedes buscando dónde dejar el carro apareció la primera patrulla de policías municipale, estacionada en una zona oscura y boscosa por la parte alta de la

urbanización. “¿Les pedimos ayuda?”, preguntó Mariale. “No creo, amiga. A veces es más peligroso pedirles ayuda a los mismos policías, últimamente he escuchado muchos cuentos y ya les tengo miedo”, dijo Marlene.

Minutos después, desde la entrada del estacionamiento: “Señor, disculpe. Nos podría ayudar empujando la camioneta para estacionarla aquí”, dijeron a un hombre de unos 40 años de edad en la entrada, claramente trabajador del estacionamiento. “No, a mí no me pagan por empujar carros y apresúrense en pasar porque se acaba mi turno”, fue su respuesta. En medio de la decepción, el mantra de repetición volvió, hasta que la camioneta logró hacer “su entrada triunfal”.

Otro empleado, advirtió: “¿Saben lo que le pasó? En estas fechas, sea lo que sea que le haya pasado, no creo que puedan solucionarlo. Al menos aquí pagan tarifa plana, porque capaz les toque dejar la camioneta aquí un par de días”.

Las mujeres, tras hora y media accidentadas en las oscuridades de una de las zonas más transitadas de Caracas, conocieron el miedo y, rompiendo con los estereotipos, descubrieron que es absolutamente falso eso de que “cualquiera les presta ayuda por quedarse accidentadas, por el simple hecho de ser dos mujeres solas y bien arregladas”, como le dijo un amigo vía telefónica a quien le consultaron si podía salir de casa para que las auxiliarlas. “Yo las ayudara, pero no estoy en Caracas”, les respondió.

- Publicidad -

Más del autor

Artículos relacionados

Lo más reciente

Cierre de la semana: Bolsa de Valores de Caracas negoció un total de 60 millones 371 mil 258 bolívares

En la Bolsa de Valores de Caracas, entre el 29 de abril y el 03 de mayo de 2024, se negoció un total de...

Pacto de Convivencia entre los candidatos a la Presidencia

La propuesta de un Pacto de Convivencia Pacífica entre los candidatos a la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela surge de una amplia...

Ivoo llevó la evolución a Lechería

Con un nuevo concepto novedoso e inmersivo, Ivoo reinauguró su sucursal ubicada en Lechería, estado Anzoátegui. El espacio cuenta con 2 pisos y más...

¿Quieres recibir las notas de mayor interés en tu email?

Comparte con nosotros tu email y te haremos llegar las noticias de mayor relevancia directo a tu correo